C U A R E N T A Y D O S

302 28 0
                                    

Se fue tres días seguidos, quién sabe a dónde, con cuantas prostitutas, con cuantas mujeres. 

Mis ojos no paraban de soltar lágrimas, el doctor que Harry tenía amenazado de muerte vino dos veces al día, los tres días a atenderme, ayudarme a hacer ejercicios de respiración para que el dolor ya no me hiciera tanto daño, sin embargo, los sollozos que soltaba día y noche—sobre todo, de noche—, ya me habían ayudado bastante.

Lloré aún más cuando me di cuenta de que estuve dormida una semana entera y que el último día que vi a Harry, fue un viernes. 

Ya era lunes y yo seguía sola en esa habitación.

No me podía sentir más desolada, no solo se había ido John, se fue Harry creyendo que no sentía nada por él, Daya y Marissa no habían dejado ni siquiera mensajes en mi teléfono.

No podía valerme por mi misma, estaba a merced de un doctor junto a su esposa (una enfermera de tez negra) que me atendían de mala gana, no estaban contentos, me ayudaban pero al mismo tiempo me maldecían, podía verlo en sus ojos. 

Lloré porque no quería esto, la única persona que mitigaría el sentimiento culposo estaba lejos de mí, pensando que él me importaba una mierda.

—Dentro de unos días ya podrás hacerlo sola, —dijo la mujer sentándome en la cama, lanzando sobre mi regazo de forma poco amistosa los cobertores—. ¿Necesitas algo más?

La miré con ojos llenos de lágrimas, observé a su esposo con su bata de doctor, esperando por su esposa en la puerta, siendo apuntado a la cabeza con una pistola por un pandillero que siempre estaba aquí, obedeciendo las ordenes de Harry.

Apreté mis labios.

—Perdón, —susurré cargada de culpa—. Les juro que si hubiera estado en mis cinco sentidos, no hubiera permitido que esto pasara. Por lo menos, no que su hijo haya sido traumado de por vida.

La mujer me miró firme, sus finos labios se hicieron una línea y sus cejas se fruncieron.

—Qué bien intentas, —ella se cruzó de brazos, luego de quitarse los guantes—. Se te ve la culpa en los ojos pero no haces nada para evitarlo.

Solté un sollozo mientras negaba con la cabeza.

—Ni siquiera puedo moverme por mí misma, y quién da las ordenes no está para escucharme, —susurré negando con la cabeza, triste de que sus prisioneros sean los únicos que puedan escuchar mis sollozos—. Pero le prometo que haré todo lo que esté en mis manos. Su hijo no será objetivo de amenazas.

La mirada de ella se cargó de esperanza, dejó caer sus hombros y sus ojos se lágrimas. Se inclinó hacia mí un poco y me arropó con las sabanas hasta la cintura pedí que no lo hiciera pero cuando estuve por alejarme de ella, esta dijo:

—No eres mala, —ella susurró con ojos cargados de lágrimas—. ¡Por fin encuentro a alguien que tiene misericordia!

Yo la miré con dolor en mis ojos—: Perdón, —susurré.

—No se disculpe, —ella dijo—. Libérenos, eso es todo lo que pedimos.

Asentí, mirando a sus ojos marrones, apretando el cobertor de la cama.

— ¿Sabe dónde está? —susurré suplicante.

Ella sonrió sin gracia—: ¿Le parece que me dirán algo como eso?

Solté una respiración pesada.

Nadie me daba razón de él, ni Carson, ni Jeremiah, nadie..

Ryan no se había parecido por aquí, nadie, en realidad.

No sabía nada, no tenía idea de donde estaba y me maldije porque lo que pudo sentir él, seguramente fue mucho peor de lo que yo me sentía justo ahora.

El puto karma me abofeteaba como mejor podía. 

¡Sigue leyendo! ¡Siguiente capitulo fuerte! 

Sky (ville) - HSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora