Se sentó en aquel lugar que alguna vez hubiere sido de Alessandro y bebió su café, no le gustaba desayunar. Recorrió con la mirada toda la estancia, observando el lugar, estudiando a las chicas. Aunque fue Astrid quén llamó su atención, de todas las chicas ahí en el instituto, ella era la única que se sentaba sola, no tenía amigas y siempre se mostraba aislada de las demás.
Se dirigieron al salón de clase y como de costumbre, Astrid se sentó al final de la fila. Reth fue el primero en entrar y pronto las alumnas se pusieron de pie.
—Tomen asiento, señoritas —ordenó y ellas no tardaron en obedecer—. Hoy haremos trabajo en clase, hagan grupos de dos.
—¿Uno puede ser de tres, profesor?.
—¿Por qué de tres? ¿Quién de ustedes no tiene pareja? En esta aula hay veinte personas, no debería sobrar ninguno. ¿Quién se quedó sin pareja? —volvió a preguntar—.
—Yo, profesor —respondió Astrid—.
—Rebeca, haz el trabajo con Astrid.
—No profesor —protestó—, prefiero hacerlo sola.
—No le pregunté, haga grupo con su compañera.
—No.
—Yo también preferiría hacer sola mi trabajo —suspiró agotado, no estaba de humor para discutir con ellas—.
—Hagan lo que quieran —puso unos ejercicios en el pizarrón y esperó a que todas terminaran de copiar—, tienen diez minutos para terminar —pero bastaron solo cinco para que Astrid terminara, dejó el bolígrafo sobre el papel y se cruzó de brazos sin decir nada—. ¿Ya terminó, señorita Astrid?.
—Sí, señor.
—Tráigame su hoja —se levantó y se acercó hasta Reth para presentar su trabajo, revisó uno a uno los ejercicios comprobando que todos estuvieran bien—. Excelente —firmó la hoja adjuntando un diez en la misma—, puede retirarse.
—Gracias profesor, con permiso —salió del salón—.
—Mal, señoritas —repitió algo enojado al ver que los trabajos estaban mal—, su compañera terminó los ejercicios en menos tiempo. ¿Es que acaso piensan quedarse toda la tarde aquí? —pasó largo rato antes de que las alumnas entendieran cómo debían hacer los ejercicios. Salió del salón agotado, enseñar no era algo que se le diera. Caminó por el pasillo y vio a Astrid en la biblioteca haciendo deberes. Definitivamente, esa chica era una cerebrito. Se sentó en el sillón de su oficina y prendió un cigarrillo buscando descansar, aunque su descanso poco duró. Golpearon la puerta por tres ocasiones y él la abrió encontrándose con Alessandra.
—Buenas tardes, profesor Reth.
—Alessandra —estrechó su mano saludándola—, ¿a qué me debo tu visita?.
—Yo estoy buscando a Alessandro, ¿sabes algo de él?.
—No, Alessandra. Hace mucho que se fue y no ha vuelto por aquí.
—Reth, traigo los listados de... —interrumpió Zigor entrando a la estancia—.
—¿Zigor?.
—Alessandra.
—Con que aquí estabas.
—Alessandra, yo...
—Te fuiste sin decir nada —lo miró con los ojos desbordados de un llanto que pugnaba por no salir—.
—Yo los dejaré para que puedan hablar. Alessandra, antes de irte búscame, me gustaría hacerte una propuesta. Estaré en la biblioteca —salió—.
—Eres un egoísta —le golpeó el pecho enfadada entre lágrimas—, no tienes ni la menor idea del infierno que estoy viviendo.
—Alessandra, lo siento.
—¿Lo sientes? —gritó fuera de sí—, mírame —exigió—, me estoy muriendo. ¿Cómo puedes hacerme esto?.
—Aless, no te pongas así —la abrazó—.
—Por favor, Zigor, te lo suplico, dime dónde está.
—Se lo prometí, no puedo romper mi promesa.
—A la mierda tu promesa, dime dónde está.
—No puedo —lo siento —besó su frente antes de salir por la puerta—.
Se dejó caer de rodillas en el suelo y cubrió su rostro con sus manos, arrancando a llorar como una niña pequeña. Estaba casada y sentía que ya no podía más, estaba desesperada.
Una mano se ofreció a ayudarla a levantarse. Era Reth. La sentó en uno de los sillones y le dio un pañuelo para que se secara las lágrimas.
—Gracias.
—¿Te sientes mejor? ¿Quieres un café?.
—Estoy bien así, gracias. Creo que es hora de irme —se levantó—.
—No, quédate. Quisiera proponerte algo.
—¿Qué cosa?.
—Trabaja aquí. Necesitamos una recepcionista y creo que tú eres ideal para el puesto. Además, puede ayudar para que te distraigas —no le tomó mucho tiempo darle una respuesta. Estaba loca por encontrar a Alessandro y pensaba erróneamente que ahí podría encontrar pistas. Lo cierto es que había caído en la trampa de Reth.
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RETH "Capítulo 2 Obediencia" (TERMINADA)
Romance¿Estás lista para entrar en mi juego?, ¿Estás lista para ir más allá de lo desconocido y probar un poco de infierno disfrazado de cielo?. ¿Qué tanto estás dispuesta a perder?. Amor y Odio, Dulce y Amargo, Obediencia y Soberbia, Dolor y Placer, te lo...