ੈ✩‧₊𝗡𝗜𝗚𝗛𝗧𝗦𝗧𝗔𝗥┃❛SOLO SE NECESITA UNA ESTRELLA PARA ILUMINAR EL CIELO.❜
Ser mitad terrícola y mitad alienígena no es nada fácil, solo vean a Mar'i Grayson. Su aventura contiene tragedias, luchas y desilusiones, pero t...
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Los días siguientes fueron incómodos, claro que solo cuando se encontraba Damian cerca de ella, pero usualmente Mary pasaba tiempo con Bruce. Había ido a la mansión para animarlo, desde su lesión había perdido el ánimo y Gotham había caído en depresión junto con él, ya que no habían señales de Batman. El quinto Robin debía encargarse de los criminales que asechaban en la ciudad, Bárbara Gordon, ya siendo comisionada, tomaba las riendas desde la comisaría y seguía los pasos de su padre, intentado ayudar a la ciudad sin su traje de Batgirl. Ese legado le había pasado a Stephanie Brown, aquella que últimamente andaba con el nuevo escuadrón que había armado Donna Troy.
El quinto Robin, Damian, se había tomado un descanso de los Titanes. Gotham necesitaba a alguien y Bruce no parecía querer seguir con lo suyo, alguien debía convencerlo y a Dick, aunque no le gustase la idea, él sabía que a Bruce le alegraba el ver a Mary por allí. Decidió que tal vez su hija pudiera hacerlo entrar en razón y devolverle las esperanzas. Con Tim en los Young Justice, y Jason desaparecido, Bruce parecía estar más estresado.
Pero el que Damian estuviera algo molesto con ella, o así le parecía a ella, no ayudaba a la comodidad de la niña. Aún así, Bruce parecía más animado y hasta aceptaba las llamadas que le hacía Bárbara o los miembros de la Liga, todos estaban a la espera de que Bruce Wayne volviera a ponerse el manto de Batman.
Pero de solo ver si reflejo en el cristal de su traje, los recuerdos y las palabras de Superman volvían a él.
"Lo siento, es lo mejor. Renuncio."
Sin Superman, Bruce sabía que la oscuridad caería sobre la Tierra y él no era el indicado para tomar las riendas, no se creía ser el indicado. Cuando creía que hacía lo correcto, cuando se creía que armar un grupo de héroes era lo correcto, y ahora ya no queda nada. Los metahumanos estaban fuera de control y él era un humano, no era Superman, no los iba a poder detener o controlar, o lo que fuese. Y cuando pensó que eso no podía ser peor, Diana también se había marchado, ¿qué iba a poder hacer él? Un hombre que podía sangrar fácilmente, él...
"Batman es un símbolo, así como Superman y Wonder Woman, todos son símbolos de los guerreros que cuidan de nosotros. Solo debemos creer en que con su partida, llegarán nuevos guerreros, guerreros que creerán como los demás, que creerán con esperanza que la humanidad no está pérdida".
Esperanza.
Las palabras de Alfred resonaron en su mente, tal vez no era un metahumano, un Dios, un guerrero de la luz o un ser fuerte, pero alguien debía seguir luchando por la esperanza de la humanidad. Debía levantarse e ir en busca de esos guerreros que esperaban su regreso, después de todo, Wonder Woman y Superman no se había ido, tal vez podía convencer a Clark y a Diana que podían seguir luchando, que sin ellos, el mundo estaba perdido.
(...)
Damian se detuvo al pie de las escaleras, observando con cautela como la niña de doce años acomodaba una flores en el jarrón que estaba en la entrada de la mansión. La simple presencia de esa alienígena engendro había hecho que un sentimiento de celos apareciera en él. Debía comportarse, él era dos años mayor que ella, debía mantener la calma y no incrementar esos celos, pero el que Grayson hubiera pensado que él no era suficiente para su padre lo había molestado.
Tal vez tuvo que quedarse con esa manda de estúpidos en la Torre Titán, pero Gotham lo necesitaba, al menos hasta que su padre volviera a ser Batman.
—¿Qué heces, engendro?
Dio dos pasos lejos de las escaleras y metió sus manos en los bolsillos de su pantalón, observando a la niña terminar de acomodar las flores con una sonrisa alegre.
—Solo creí que este lugar necesita tener un lugar de bienvenida mucho más alegre. —la niña caminó con el jarrón enorme como si no fuera nada, y lo dejó al lado de la puerta.
—No se moleste con la señorita Mary, amo Damian —Alfred apareció de la cocina con un delantal de jardinería y con una pequeña pala en su mano libre—. Yo fui quien le pidió ayuda a la señorita, este anciano no es muy fuerte como ella.
—Nadie es tan fuerte como el engendro, Pennyworth —gruñó Damian, solo para que lo escuchase Alfred.
—Aún así, el tener a la señorita Mary con nosotros es de mucha ayuda.
—Y a mí me gusta ofrecerles ayuda —respondió Mary, acercándose a ellos con una pequeña sonrisa y una flor en sus manos—. Ten, para ti.
Le tendió la flor al chico y éste la agarró inspeccionando la planta unos segundos.
—Dahlia.
Mary asintió.
—Alfred me dijo que eran las favoritas del abuelo Bruce.
Damian apartó la mirada de la dalia amarilla y la observó con neutralidad.
—Deja de llamarlo así.
(...)
Londres, Inglaterra.
En lo alto de uno de los edificios más memorables de Londres, una chica de hermoso cabello plata caminaba a pasos lentos y elegantes hacia el hombre del cetro que estaba esperándola.
—¿Trajiste lo que te pedí? —habló el hombre de ojos dorados y de esclerótica negra.
—Siempre cumplo mis promesas, anciano.
Le arrojó la corona que traía en su mano izquierda y éste la atrapó con un movimiento de su cetro mágico, un aura amarilla lo atrapó y con cuidado lo acercó a él, agarró la corona en manos y sin antes darle una mirada mortal a la adolescente, arrancó la piedra morada que estaba en ella.
—Con esto, mí querida al fin estará completa —colocó la piedra en la cima del cetro.
La piedra pareció latir y el cetro de oro se modificó, hasta rodearla, la piedra fue latiendo hasta que su color cambió a un rojo carmesí. El hombre, con orgullo, alzó el cetro y un rayo rojo impactó en este. La chica se agachó unos segundos y luego retrocedió algo sorprendida.
—Está bien, ya te ayudé. Ahora mí parte del trato, anciano.
Los ojos, ahora rojos, de él se dirigieron a la muchacha de ojos violetas que lo observaban con neutralidad. Sonrió de una retorcida manera y, de un momento a otro, se alzó en el aire y se acercó a ella.
—No tengo lo que quieres, pero sé cómo encontrarlo.
El ceño se la chica se frunció, desconfiada. Ya le había mentido con que tenía lo que ella quería y ahora salía con que podía ayudarla a encontrarlo. Pero el sentimiento de obtener devuelta su hermoso y apreciado grimorio.
—Te escucho.
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