Capítulo Setenta y Nueve - Suya.

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Cuando entré de la mano de Harry al edificio en el cual los directores de una de las obras más conocidas del mundo del teatro estaban esperando por mí, me di cuenta de que jamás en la vida había estado tan nerviosa. Ni siquiera cuando Harry y yo nos mostramos en público por primera vez, ni siquiera cuando tuve que enfrentar a mis padres... nada se comparaba con el nudo de nervios que me hacía temblar las entrañas. 
Nos dirigimos al lugar en el que me llamarían por mi nombre para entrar en una sala, delante de seis profesionales de la comedia musical, a mostrar una sola de mis cualidades artísticas. Decidí cantar. Era una de las partes más importantes para ser aceptada y además era la que me salía mejor: cantar era parte de mí, parte de cada momento de mis días. Mientras esperábamos, Harry notó el temblor en mis manos y las encerró entre una de las suyas, mientras su otra mano se posaba sobre mi mejilla. 
- Mi amor, ¿cuándo vas a entender que sos increíblemente buena en todo esto? - Me dijo casi frustrado, dándome eso que tanto necesitaba: confianza. - Vas  a quedar con solo cantar dos segundos, tu voz es... es impresionante. Solo tenés que ir ahí, plantarte frente a esos tipos y cantar. Solo cantar. Y te los vas a ganar. 
- No sé, es que no soy tan buena como vos decís... - Le dije evitando sus ojos, que me harían desconcentrar. - Vos creés todo eso porque me querés. 
- No te quiero, te amo. 
- Bueno, eso... - Corregí con una pequeña sonrisa. - Y yo mucho más.
Me llamaron por apellido y nombre, y me dirigí a la única puerta que había en la habitación por la que no había entrado. Cuatro hombres y dos mujeres de entre cuarenta y cincuenta años me miraban con indiferencia cuando atravesé la puerta. 
Me paré delante de ellos. 
- Presentate por favor. - Me pidió uno de los hombres, completamente pelado y con la barba teñida de blanco,  que me miraba con sus ojos negros que parecían analizar cada uno de mis movimientos. 
- Me llamo Irina Jacers. Tengo dieciséis años y soy de Londres.
- Bien, ¿qué vas a hacer hoy para competir por este papel, Irina?
- Voy a cantar. 
- Bueno, te escuchamos. 
Canté a toda voz, a todo pulmón, y con los sentimientos a flor de piel la canción Beautiful de Christina Aguilera, haciendo que mi voz sonara lo mejor que pudiera, para así deleitar a mis estrictos espectadores. Casi sin inmutarse, me despidieron cuando terminé de cantar, prometiéndome mandar sus devoluciones tan pronto como pudieran. Casi dejo escapar un grito de emoción cuando escuché a uno de ellos decir por lo bajo: "es muy buena, tengámosla en cuenta."
Cuando dejé la habitación Harry me rodeó con sus brazos y yo hundí mi cara en su pecho. Le conté lo sucedido y él, seguro de lo que decía, me prometió que yo sería la elegida. Pero no había que adelantarnos. 
Cuando subimos al auto, le pregunté a dónde iríamos, y cuando pensé que me diría que tenía que dejarme en mi casa para ir a alguna reunión o alguno de sus trámites de super estrella, me sorprendió con sus palabras: 
- A mi casa. Y vos venís conmigo. 
Así que me dejé llevar por el camino que su auto recorría por las calles hasta llegar al lugar en el que tantas tardes había pasado junto a él, ese lugar que ya era como mi hogar. Como mi refugio. 
Entramos y nos acomodamos sobre el sofá a los pocos segundos de cruzar la puerta. 
- Pensé que ibas a tener que hacer algo. - Le dije mientras dejaba que mis piernas se acomodaran sobre su regazo. Sus manos me acariciaron primero los tobillos, para subir hasta las rodillas, donde trazó un círculo con los dedos y dejó que su mano ascendiera hacia mi muslo. 
- Tenía que hacer algo. 
- ¿Y qué hacemos acá?
- Es que... necesito estar con vos. - Me dijo en susurros, haciéndome derretir internamente. - Te necesito. 
Con un movimiento brusco, pero de trato suave, sus brazos me colocaron sentada a horcajadas de él, con mis piernas una a cada lado de las suyas. Sus manos apretaron mi cintura con fuerza, y me acariciaron la espalda por debajo de la remera que llevaba puesta, mientras su rostro se escondía en mi cuello y aspiraba profundamente mi aroma. 
- Te necesito siempre, siempre conmigo. 
- Y yo a vos.
Me besó de lleno en los labios. Sin esa delicadeza que a veces los precedía, sin esa espera antes de rozar su boca con la mía. Sus labios se estamparon contra los míos en un estallido y su lengua buscando la mía me hizo saber que esta vez estaba guiado por el amor y el deseo. 
Sus manos, enormes en contraste con mi cuerpo, me recorrían con voracidad. Sentía sus dedos presionar mi piel, haciéndome temblar por dentro. El deseo se había apoderado de mí también. Sentí cómo desabrochaba los ganchos de mi sostén, y eso me dió la valentía que necesitaba para enrollar su camiseta hacia arriba, y así al final deslizarla por sobre sus brazos y dejar su torso descubierto frente a mí. 
Lo miré y traté de no dejar que él escuchara mi respiración acelerada aunque yo ya estaba escuchando la de él. Lo miré sin pudor, y lo acaricié como tantas veces lo había hecho, pero esta vez tratando de fundirme en él. Recorrí su torso con las palmas de mis manos sintiendo su piel bajo la mía, su corazón bombear sangre debajo de mis dedos. Recorrí sus tatuajes con suavidad, examinando la textura que diferenciaban la piel tatuada de la piel completamente blanca, con lunares en lugares que me volvían loca. 
Cuando volví a besarlo, su cuerpo levantó el mío, dirigiéndonos a su habitación, donde estaba segura que sería como el lo había anticipado. Pasaría todo entre nosotros, y yo estaba feliz y orgullosa de eso. 
Porque lo amaba como a nadie en el mundo y lo amaba con una seguridad y una potencia que jamás pensé que existiera o que alguien pudiera experimentar. Lo amaba y estaba segura de que lo amaría toda la vida, porque pocas veces fueron las que me sentí segura de algo, y con respecto a eso contaba con una seguridad de hierro.
Por eso entregarme por completo a él, en cuerpo y alma, en el acto más íntimo de amor, no me trajo nada más que felicidad y plenitud. Porque era suya, por completo. Hasta mi cuerpo le pertenecía ahora, como mi corazón y mi alma le pertenecían desde hacía ya bastante tiempo. 
Dejar que él sea parte de mí, dejarme ser parte de él, dejarnos ser parte del otro de manera tan pura fue algo tan nuevo como especial para los dos. Nunca había estado tan segura de algo como cuando me dejé llevar a su habitación, y me dejé llevar por sus movimientos, para dejarme llevar por él, y dejarme a mí misma ser completa y genuinamente, de su propiedad. Suya. Suya y de nadie más. 
Más tarde, cuando los dos yacíamos en su cama, cubiertos únicamente por las sábanas, él besó mi frente y me dijo, en pocas palabras, todo lo que yo había pensado. 
- Me encanta ser tan tuyo. 
Lo besé suavemente en los labios y puse mi mano sobre su mejilla. 
- A mi también. - Le dije. - Y te voy a amar siempre, ¿sabías eso?
- Y yo a vos, hermosa. - Me dedicó una sonrisa. - Siempre voy a estar con vos. No podría no tenerte conmigo... Iri, no puedo ser yo si no estás conmigo. 
- Yo tampoco. - Le confesé. - Quedate conmigo siempre, por favor. 
- Siempre, mi amor. Sos todo lo que siempre quise, y todo lo que siempre voy a querer. Sos mi vida, Irina. 

Lost in your eyes. (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora