Capítulo Cuatro - Tranquilizarme.

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- Tranquila, todo va a estar bien. - Me susurró mientras acariciaba mi brazo con la mano que le quedaba libre. 

Empecé a tranquilizarme, mi respiración casi había vuelto a la normalidad pero las lágrimas seguían corriendo por mi rostro. No soportaba estar ahí encerrada. No podía quedarme ahí sin saber en cuánto tiempo podríamos salir de ese espantoso lugar. 

- ¿Cómo te llamás? - Me preguntó casi susurrando, transmitiendome tranquilidad con el sonido de su voz, haciendome sentir un poco mejor con cada palabra que salía de sus labios. 

- Irina. - Contesté, perdida en los ojos verdes que me miraban tratando de descifrar lo que estaba sintiendo en ese momento. Mis ojos estaban nublados por las lágrimas. 

- Bueno Iri, no hay nada de qué preocuparnos, ya nos van a sacar de acá, no te preocupes. - Dijo corriendo uno de los mechones de pelo rebeldes que se soltaron de mi peinado. Se detuvo un minuto de lo que estaba diciendo y me miró a los ojos de nuevo, haciendome sentir esa extraña sensación otra vez. - ¿Te puedo decir Iri no?  

Inevitablemente sonreí, y poco a poco las lágrimas iban desapareciendo.

- Claro. - Dije susurrando temblorosamente a causa del llanto de hacía unos minutos.

- Soy Harry. 

Técnicamente, eso ya lo sabía, por esos rulos tan conocidos y esos ojos esmeralda me había dado cuenta por completo de quién era.

- Voy a llamar a alguien para que nos venga a rescatar, ¿qué te parece? - Susurró en mi oído haciendo que una sensación extraña recorriera mi columna de nuevo.

Asentí con la cabeza y él hizo su llamado. Después de unos cuantos "Mmhm", "Aha", y "Sí, claro." cortó  el teléfono y dirigió su mirada hacia mí otra vez. 

Su expresión era tranquila, su brazo aún rodeaba mis hombros, como si nos conociéramos de toda la vida, como si no fueramos dos extraños atrapados por casualidad en el mismo ascensor. Pero eso me tranquilizaba, es más, ya me había tranquilizado casi por completo. 

- Esto va a tardar un rato. - Confesó con una mueca de preocupación.

Empecé a ponerme nerviosa de nuevo. ¿Cuánto tiempo más íbamos a estar ahí atrapados? No podía pasarme de nuevo, y no podía perder mi oportunidad para el papel en la obra.   

- Tranquila. - Susurró de nuevo, acariciando mi espalda suavemente con la yema de sus dedos. - Podemos aprovechar el tiempo, ¿o no?

Sonreí con un suspiro de preocupación. Me enderecé pero el no movió su brazo de donde estaba. 

Estuvimos atrapados casi dos horas. Hablando. Él me hablaba de esa forma que hacía que todo pareciera de lo más normal, como si estuviéramos juntos en una casa, no encerrados en un cubículo diminuto.

Le conté muchas cosas sobre mí, por qué estaba ahí, el sueño que estaba persiguiendo, lo mucho que me había costado. Le conté sobre mi vida en Londres, sobre mi amiga Lucy. Se me escapó el dato de que ella estaba loca por ellos.  

Me contó sobre él, de como era su vida en el momento, de las cosas que estaba pasando.

Hablamos como si nos conociéramos de siempre.

Estaba muy agradecida con él, me había ayudado en el peor momento. La claustrofobia me había perseguido toda mi vida y él con un solo movimiento me hizo tranquilizar. Nadie me había causado eso. Nunca. 

En un momento  nos vinieron a buscar. El ascensor volvió a moverse de repente y se detuvo en el quinto piso. 

- Tengo que correr. - Confesé levantándome rápido del suelo, levantando mis cosas del piso pero sin ninguna esperanza de que mi audición fuera a resultar, al fin y al cabo, me había retrasado dos horas. 

Se levantó del suelo y no dijo nada. Se quedó mirando cómo me desesperaba por salir del ascensor.

Me paré en seco antes de salir corriendo a mi entrevista. Me acerqué a él, puse mi mano en la parte trasera de su cuello y acerqué su cara a la mía.

Y lo besé.

Fué un impulso, una idea que me surgió en ese momento, una forma de demostrarme lo que me había causado. Algo que me arrepentí de haber hecho ni bien salí del ascensor. 

Me separé de él, su mirada confundida se chocó con mis ojos.

- Gracias. - Susurré mirando el suelo y salí corriendo del lugar en el que estábamos con las mejillas ardiendo de lo ruborizada que estaba.

Después de ese momento, no lo ví más ni me comuniqué con él, no tenía como y aunque hubiera una forma, me daba mucha verguenza hacerlo. No quería que me viera, era la chica desesperada que había enloquecido y lo había besado en el ascensor.  

No significaba nada para él.  

Lost in your eyes. (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora