Run to you —Lea Michele
"Tuya"
Fiorella
Al abrir los ojos, lo primero que encuentro es soledad.
El lado que Massimo ocupa en la cama, está vacío, así lo ha estado cada que despierto desde hace ya varios días. Lo primero que había llegado a mi mente, es que él se despertaba temprano para ir a la empresa ya que días atrás lo habían llamado por una emergencia con una nueva producción, pero cuando regresó y pasó de mí lo que restó de la tarde, comencé a preocuparme.
No me mira. No me toca. Son contadas las veces que me dirige la palabra, y cuando lo hace, la indiferencia y lejanía se apoderan del ambiente. Es como si no soportara ni verme. Al dormir, la distancia se siente aún más. Llega a la habitación cuando ya estoy dormida — al menos eso es lo que él cree — y se va mucho antes de que yo despierte. En las comidas, solo se dirige a Ethan, hablando de cómo van con la Organización, para después irse sin siquiera darme un beso.
Yo estaba volviéndome loca. Desde lo de Pía, mi estabilidad emocional se vino para abajo. Me había aislado de todo para evitar salir más lastimada. Hasta había dejado de ir a las consultas porque no soportaba la idea de recordar que en la misma acera habían asesinado a Pía. Tampoco quería convivir con la familia que me había acobijado, porque eso me recordaba a la que yo había perdido. Aunque Cailin trataba de animarme todo lo que podía. Motivándome a ir de compras para el ingreso a clases, pero yo no tenía cabeza para nada.
Por muchos años soñé con el momento en el que entrara a la universidad. Sería el comienzo de mi nueva vida, una en la que me dedicaría a convertirme en una buena doctora y ayudar a todas esas personas que lo necesitan. Salvar vidas. Pero ahora, ese sueño se veía manchado por lo que estaba ocurriendo. La oscuridad se llevaba todo lo bueno a su paso. Sin darme oportunidad de retener nada conmigo.
Había perdido a mi hermana, y ahora, sin saberlo, estaba perdiendo al amor de mi vida.
(***)
En mi segundo día de clases, —que irónicamente es el último día de la semana laboral —, mis ánimos están igual de caídos que los días pasados. Agradezco que ayer solo haya sido un día de introducción a las modalidades, porque apenas y pude procesar lo que se me fue dicho. El día se siente frío, dentro de la casa apenas y la calefacción me da abasto. Me coloco un suéter delgado de color gris sobre mi atuendo, y me muevo con mis botas por la habitación para tomar mi bolso y dirigirme escaleras abajo. Aprovechando que Cai se fue antes a clase, puedo saltarme el desayuno e irme directo a la universidad.
La casa se siente vacía a estas horas de la mañana. Rosalía suele estar en la cocina preparando el desayuno junto a las demás chicas del servicio, y Franco se encarga de hacer los mandados mañaneros. Todo el mundo sigue dormido, y sin Massimo en casa, desayunar no es algo que me apetezca en estos momentos.
—Se te hará una úlcera como sigas dejando de desayunar.
Suelto un pequeño grito debido al susto que me provoca la inoportuna aparición de Ethan. Sin importar que estoy a unos pasos de la entrada, me giro y enfrento al castaño sonriente que se divierte al provocarme un paro cardiaco.
— ¿Qué haces aquí? —Es lo primero que sale de mi boca sin planearlo.
Él arquea una de sus pobladas cejas y me da una mirada divertida.
—Buenos días a ti también, niña.
—No me digas niña. —Frunzo el ceño —. Y sabes a lo que me refiero, es muy temprano. Cailin ya se fue a la escuela.
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Massimo (Familia Peligrosa I) ©
RomanceFiorella Brown está sumergida en el infierno. Después de un trágico accidente, se ve obligada a estar bajo las órdenes de su padre y de su hermana, quienes se aprovechan de ella, convenciéndola de que es la causante de todos sus males. Sin nada de e...