Capítulo Sesenta y Uno

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"Escapémonos"

"No te tendré sin la oscuridad que se esconde en ti. No dejaré que me tengas sin la locura que me complementa. Si nuestros demonios no pueden bailar, nosotros tampoco" —Nikita Gill.

Massimo

Por mucho tiempo me había dejado de importar quién despertara en mi cama.

En mi adolescencia no fui de salir con muchas chicas. Solo tuve una novia, —quién fue mi primera en todo —, y después se convirtió en nada.

Durante la mayor parte de mi juventud estuve lo demasiado ocupado cuidándome las espaldas como para tener una relación estable. Así que me dediqué a los encuentros de una sola noche. Las sábanas cambiaban al igual que los rostros. Rubias, pelirrojas, morenas... todas ellas pasaron por mi cama —por lo menos la del hotel o el departamento en el que me quedaba—. Así como cambiaba de residencia, lo hacía de mujer. No me enorgullece recordarlo, pero sé que tampoco puedo cambiarlo así que solo me es indiferente.

Me había convertido en una clase de amante de una sola vez. Y es que era rara la ocasión que repetía estar con una chica. Me había convencido de que si les daba más de una sola noche alguna podría malinterpretarlo y pediría más. Algo que yo no podía ni estaba dispuesto a dar. Yo no tenía espacio en mi corazón, —el que consideraba que aún me quedaba en ese entonces —.

Cuando tomé el cargo como Capo me olvidé de todo lo que pertenecía a mi antigua vida —que era como yo solía llamarla —. Porque el Massimo que no sabía que su familia era parte de una Mafia había muerto en el momento en que la verdad cayó sobre sus hombros. Lo enterré en lo más profundo de mi ser y no lo había dejado salir.

Me atrevo a decir que a pesar del tiempo que pasé con Corina, no llegué a amarla. Admito que había una gran química entre nosotros. Estábamos cortados por la misma tijera. Sedientos de lujos y poder. Dispuestos a sucumbir en nuestros más oscuros deseos y fantasías. La diferencia es que yo sé que eso no lo es todo en la vida y que hay algo más importante que cualquier vanidad.

Porque yo podría haberle entregado todo, pero ella siempre querría más.

Por años me había resignado a no encontrar el amor debido al ritmo de vida que llevaba. Aunque lo cierto es que tampoco lo estaba buscando. No podría tener a la mujer que amo en un mundo como este, en el que estuviera rodeada de peligros. Mucho menos iba a involucrar a un bebé.

Mi padre me dijo hasta el cansancio que debía sentar cabeza, encontrar a una buena mujer y que ella me diera un heredero. Uno que cargaría con el mismo infierno que yo cargué desde una edad temprana. Pero yo me negué por completo. No me iba a permitir tener a personas importantes por las cuales arriesgaría todo para que después se me fuera arrebatada. Por eso después de una conversación con Ethan, hace muchos años, habíamos acordado que si él llegaba a tener una familia. Una vez que su hijo haya cumplido con la edad suficiente para tomar una decisión de tal magnitud, él sería el encargado de todo lo que mi abuelo y mi padre habían construido por años. Y yo por fin podría descansar en paz.

Pero ahora que Fiorella ha entrado a mi vida, me lo estaba replanteando todo.

Por más que quisiera negarlo, había momentos en los que me encontraba perdido en las facciones de mi preciosa novia. Observaba sus ojos cafés, brillantes como una estrella y me preguntaba cómo se vería una personita igual a ella, pero que también tuviera una mitad mía. Cabello castaño, podría ser oscuro o claro como el mío. Sus ojos serían como los de su madre o también como los míos. Soñaba con que tuviera el carácter de ella, porque por nada del mundo podría aguantar a un pequeño dolor de cabeza haciendo las mismas maldades que yo hacía de niño.

Massimo (Familia Peligrosa I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora