Capítulo Sesenta y Nueve

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I cried  ̶  Asher Angel

"Te Mentí"

Fiorella

Al despertar, lo primero que viene a mi mente, es felicidad.

No puedo dejar de reproducir cada segundo de lo que pasó anoche. La manera en la que nos entregamos. Como Massimo atesoró cada parte de mí y me hizo vibrar de pies a cabeza, solo me hace desear que todas las tensiones que había entre nosotros se hayan disipado y ahora sí podamos disfrutar de nuestro amor sin que nada se interponga.

Con una mano tanteo el lugar donde descansa Massimo en la cama, pero por más que busco su tacto, no lo encuentro. Extrañada, abro los ojos poco a poco y a pesar de la luz que entra por la ventana, me ciega por unos instantes, logro darme cuenta de que mi novio no está a mi lado. Observo el reloj de mi mesita de noche y descubro que apenas pasa de las ocho de la mañana, además, es sábado. Massimo no sale hasta pasadas las diez, o en su defecto, no lo hace.

Paso la mirada por la habitación, y un jadeo de susto sale de mis labios cuando descubro a Massimo frente al ventanal de la habitación. Su espalda tallada es la que se posa frente a mí, tensando cada músculo cuando Massimo se inclina hacia arriba, estirándose de manera escueta. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, y decido jugar un rato. Nada mejor que un recordatorio mañanero para empezar bien el día.

Con sigilo, salgo de la cama, y me aproximo a dónde está él. Aprieto aún más el seguro de mi sostén para que este resalte mis pechos y subo un poco más mi ropa interior para que delinee mi cintura. Debo aprovecharme del abdomen mañanero. Avanzo hasta Massimo, quien no siente mi cercanía hasta que paso mis manos por su espalda, que se tensa al instante. Acaricio la extensión de su piel hasta llegar a su torso y delinear sus pectorales con delicadeza y lujuria. Mientras beso su espalda, comienzo a bajar mis manos hacia su pantalón con la intención de llegar a su miembro, pero la mano de Massimo me detiene antes de que lo consiga.

— ¿No te apetece jugar? —ronroneo en su espalda. Dejo una suave mordida para después intentar bajar mi otra mano, pero de nuevo, Massimo me detiene, y esta vez toma mi mano con fuerza, llegando a apretar un poco más de la cuenta — Cariño, ¿Está todo bien?

No me contesta. Y cuando lo llamo de nuevo, sigue en silencio. Llegando a desesperarme un poco, tiro de sus manos para que me liberen, pero él no me hace caso. Antes de que pueda reclamarle una vez más, Massimo se voltea, aún con mis manos aprisionadas por las suyas, me enfrenta con un semblante serio.

—No me toques —suelta con voz gélida.

Su reacción me sorprende por completo ¿Qué le pasa?

—Amor ¿Qué tienes? —Intento acercarme a él ya que aún me tiene tomada de los brazos, pero no deja que dé un solo paso, porque extiende los brazos, echándome hacia atrás. Lejos de él.

— ¡Que no te me acerques! —Vocifera. En las paredes rebota el sonido de su grito, pero no es nada comparado al estruendo que causa en mi corazón ¿Quién es este hombre? ¿Dónde quedó el Massimo cariñoso que me hizo el amor la noche anterior?

Trato de buscar algún indicio de su molestia, pero no encuentro nada. El brillo que se encontraba en sus ojos la noche anterior, hoy se ha apagado, sus orbes lucen oscurecidos y vacíos. Su ceño está fruncido y sus labios se aprietan en una línea recta, reteniendo todo lo que tiene dentro. No lleva más que un pantalón para dormir, por lo que puedo ver la tensión sobre sus hombros y como sus brazos tiemblan al sostenerme.

Mi respiración se corta. Sin saber que hacer, y al sentir como Massimo aprieta mis muñecas con fuerza, seguramente dejando marcas en mí. Sus palabras me alejan, pero él sigue sin dejarme ir.

Massimo (Familia Peligrosa I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora