Capítulo Sesenta y Cuatro

23.1K 1.1K 425
                                    

"La felicidad tiene fecha de caducidad"

Fiorella

De nuevo, nos encontramos regresando a Nueva York.

Los mágicos días en Italia han terminado, a pesar de sentirme triste por ello, esta vez hay algo que hace que esa nostalgia se convierta en alegría.

Voy a casarme.

Bueno, no voy a casarme pronto. Por lo menos hasta en unos años. Cuando haya terminado mis estudios y toda esta revoltosa situación del Hombre Misterioso, y Pía, esté resuelta. Solo con el pasado en el olvido podré abrirle el paso a un nuevo futuro. El anillo de que Massimo me ha dado en medio de nuestro viaje, más que ser de compromiso, es un anillo de promesa. Una que espera a ser cumplida en el momento adecuado. Pero que se llevará a cabo, porque no importa si pasan días, meses... o incluso años. Mi amor por este hombre permanecerá ahí sin importar si tenemos un papel que lo confirme. Con saber que nuestros corazones sienten lo mismo, estamos más que unidos. Nuestros propios sentimientos nos mantienen unidos.

El amanecer apenas comienza a construirse cuando llegamos a casa. Todo está en total tranquilidad cuando cruzamos la puerta y nos dirigimos escaleras arriba. Massimo me pide que vaya a su habitación para poder descansar un poco más, pero yo declino la oferta diciéndole que necesito tomar una ducha y desempacar. Además, no creo posible el volver a dormir. Lo hice durante todo el viaje, después de la cena. No creo poder pegar el ojo una vez más. Nos despedimos con un corto beso, pero antes de irnos, Massimo me dice que desayunaremos juntos para luego tratar los temas de la Organización con Ethan y Laila.

No puedo evitar sentir que mi estómago se revuelve al darme cuenta de lo que va a ocurrir a causa de mis decisiones. Voy a involucrarme en una mafia italiana. Básicamente voy a pasar a ser cómplice de cualquier acto delictivo que se cometa, y todo para estar más cerca del hombre que amo. La mayor parte de mi vida había sido educada para actuar siempre son la verdad y procurar ser una ciudadana honesta. Cuando murió mi madre, creí que había acabado con ese modelo de "hija perfecta" que construí por años. Pero después de entender que no era mi culpa, y darme cuenta de que seguía rigiéndome por la verdad, estaba a nada de pasar a ser una... ¿Delincuente? No sabía cómo llamarlo. Aunque, si soy sincera, creo que desde el momento en el que me enteré de la verdad sobre los D'Amico me convertí en una de ellos.

Mientras todas las nubes intentan oscurecer mi mente, me repito una y otra vez que todo lo que estoy a punto de hacer es por amor a Massimo. Por gratitud de todo lo que él y su familia han hecho por mí, (hasta Carlo, que no me ha echado por no ser "digna" de su hijo). Y entonces caigo en cuenta de que por más contras que aparezcan en mi mente, más cosas buenas encuentro para combatirlas. Ahí es cuando me convenzo, y tomo conciencia de lo que Frida me dijo en Madrid.

Estoy a punto de convertirme en la esposa de un mafioso, y por fin podré saber todos sus secretos..., y acabar con ellos.





Tomo la toalla que está colgada al lado de la ducha y me seco todo el cuerpo antes de salir de esta. Apenas puedo poner un pie fuera cuando un grito agudo se escucha justo en mi habitación y me saca un susto de infierno. Por un momento pierdo el equilibrio, y estoy segura de que si no me hubiera sujetado a tiempo del tubo que sostenía la toalla, ahora mismo estaría en el suelo con un buen golpe. Afianzo la toalla a mi cuerpo con fuerza, y con paso algo temeroso, emprendo camino hacia mi habitación. Por dentro, estoy deseando con todas mis fuerzas que las cosas no hayan llegado tan lejos y el Hombre Misterioso haya conseguido entrar de nuevo y algo horrible esté esperándome afuera.

Observo a mi alrededor y descubro que con lo único que podría defenderme es rociándolo con perfume o golpeándolo con el cepillo para el cuerpo. Me maldigo por no ser lo suficientemente astuta como para pedirle a Massimo un arma y guardarla por si llego a necesitarla. He mejorado un poco en mi tiro, por lo menos para herir a quien sea que trate de atacarme. Decido, que por lo menos voy a intentar hacerme la valiente y luchar un poco con cuerpo, así que tomo el cepillo de baño para intentar tomarlo por desprevenido.

Massimo (Familia Peligrosa I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora