Capítulo Ochenta y Nueve

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"Nuestra historia a penas comienza"

Massimo


—La he perdido.

Mis ojos se mantienen mirando a la nada, mientras mi cuerpo está en un estado de parálisis. Todo ha desaparecido a mi alrededor. No hay olores, no hay sonido. No hay nada.

No tengo nada si no la tengo a ella.

—Massimo, creo que lo mejor es que vayas a darte una ducha. No te ves bien, hermano.

Apenas y puedo percibir la voz de Kale a mi lado. Sé que si lo dice es que porque he de verme jodido. Talvez porque así es como me siento. Jodido por dentro y fuera.

De seguro he de estar montando una imagen de terror. Con un traje quirúrgico lleno de sangre de mi bebé. Con la mano casi negra por la presión ejercida en ella y con el rostro de alguien que está a punto de morir.

Kale posa una mano sobre mi hombro, pero casi tan pronto como lo hace, quiero decirle que se aleje. No necesito la compasión de nadie. Lo único que quiero es estar solo.

—Ella va a estar bien. Lo sabes.

Una carcajada amarga brota de mis labios, los cuales tiemblan, avecinando el llanto en mí.

— ¿Lo sé? —por primera vez, después de horas me digno a mirarlo. Y lo único que puedo ver en sus ojos es mi reflejo. La versión de un hombre que ha perdido todo lo bueno que tenía — Se estaba muriendo frente a mis ojos, Kale. No tienes idea del vacío que se formaba en mi pecho cada que le daban una descarga y ella no respondía. Mientras yo abrazaba a mi hijo, el amor de mi vida se me escapaba de las manos.

Un nudo se forma en mi garganta y las lágrimas amenazan con querer salir, pero se los impido. A este punto, no me importa que me vean llorar, y si alguien quiere hacerlo, puede hacerlo frente a mí, para que me dé una buena razón para regresar a prisión.

El sonido de las manecillas del reloj me vuelve loco cada segundo que avanzan. Solo me recuerdan que han pasado horas desde la última vez que vi a Fiorella. Postrada en esa camilla, llena de sangre y con su corazón deteniéndose.

No. Ella no puede estar...muerta.

Quiero creer que si han tardado tanto es porque están interviniéndola o talvez realizándole algunos estudios. Y no lo que mi mente está confabulando en mi contra. Diversos escenarios aterradores cruzan por mi mente y lo único que hacen es me vuelva loco.

Intento alejar cualquier imagen que se reproduce en mi cerebro. Todo lo que veo es al amor de mi vida yéndose. Dejándome solo en el mundo, así como yo la he dejado tantas veces.

—Tienes a tu hijo. Debes ser fuerte por él. —Trata de convencerme, pero la sola mención de mi hijo hace que el mundo se me venga a pedazos de nuevo.

¿Qué haré con él si es que Fiorella no vuelve? ¿Cómo sobrellevaré la situación si no tengo al pilar que sostiene mi vida?

No pueden esperar que avance, así como si nada. No estuve presente en el embarazo de Fiorella, tengo nulo conocimiento en bebés ¡Ni siquiera tiene un nombre!, y sinceramente no sé siquiera si quiero verlo en estos momentos. Es la copia exacta de ella. Verlo me desgarra el alma.

Sé que es mi hijo, y es parte de mí, como de Fiorella. Es fruto de nuestro amor, pero aun así no es suficiente si no estamos los tres juntos. Preferiría mil veces dejar que una verdadera familia tomara cuidado de él a que se quedara conmigo. Ni siquiera sé cuál sería el rumbo que tomaría mi vida si... si Fiorella no despierta. No puedo volver a la mafia, y mucho menos pensaría en quedarme en Sicilia solo. Hay tantos recuerdos ahí, así como en todos lados. No hay lugar donde mire que no tenga la esencia de Fiorella.

Massimo (Familia Peligrosa I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora