Capítulo Treinta y Siete

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"La Cosa Nostra"

Massimo

Me acomodo en mi lugar, situado al frente de la gran mesa donde todos esperan que hable.

—Buenas tardes, dama y caballeros. Bienvenidos.

Las personas frente a mí corresponden mi saludo y yo me preparo para iniciar con la discusión.

Desde antes que yo tomara el cargo de Capo de la organización, mi padre se había encargado de llevarme a todas las reuniones que tenía para que yo me fuera adaptando a ese entorno. Al principio me sentía intimidado por tener a todos esos hombres peligrosos frente a mí. Quién diría que ese chiquillo temeroso de quince años se convertiría en el jefe de todo un Cartel lleno de asesinos.

Yo había acostumbrado a tener dos tipos de reuniones. Una, donde hablaba solo con los que encabezaban la organización. Las personas más allegadas a mí. Y otra donde trataba con los Dones de los demás sectores que dirigía.

—Primero, quiero que tratemos un tema de suma urgencia. Me he dado cuenta de que varias mafias enemigas quieren adentrarse en nuestro territorio. No podemos permitir que eso pase, porque entonces pensarán que pueden pasar por encima de nosotros —hablo con voz dura.

—Ya estamos investigando a una familia que se acaba de mudar a uno de los barrios bajo nuestro territorio—Ethan les extiende la carpeta con la información, y todos se disponen a leerla.

—¿Es una mafia americana? —inquiere Nikolay.

Ethan niega.

—Creemos que son europeos. Rusos.

Doy un golpe en sordo a la mesa causando que todos volteen a verme. Todos saben lo que un problema con una mafia rusa significa. Afortunadamente tenemos a la Bratva de nuestro lado, gracias a Keith y Kale.

Trueno mis dedos con desesperación y arrugo la nariz en señal de frustración. No era posible que esto estuviera pasando. Siempre he sido eficaz en mi trabajo como Capo y nunca me había pasado nada parecido. Quien sea que esté detrás de esto, la va a pagar caro. Nadie se mete conmigo sin salir ileso.

—¿Entonces que es lo que quieres que hagamos? ¿Reforzar la seguridad de los barrios? ¿Resguardar los clubes? —habla Milenka, mi Casseto.

—Eso es más que obvio, vamos a elevar la seguridad y ordenar que si alguien intenta pasar mercancía que no sea la nuestra, desaparezcan a quien tengan que desaparecer—exijo.

—Massimo, tienes que pensar con la cabeza fría, no podemos cometer ningún error —interviene Silas, el caporégime —. Si nos descubren podemos acabar mal.

—Y yo ya dije que no pasará —contraataco.

—Uomini sciocchi —murmura Milenka.

—¿Tienes algo que comentar, Milenka? —le llamo la atención.

Ella me mira con burla, mientras sigue escribiendo.

—Pues ya que lo mencionas...—cierra su cuaderno y me enfrenta — ¿Por qué no nos hablas de tu romance con tu chiquilla? ¿Cuál es su nombre...Fabiola?

La furia que se había disipado vuelve con más fuerza cuando ella menciona a mi Vita.

—Milenka, con todo respeto. Eso no tiene nada que ver con la Organización.

—¡Claro que tiene que ver! Si el que andes de enamorado con una mocosa causa que te estés distrayendo de tus responsabilidades. Es nuestro deber eliminar la fuente del mal.

—¿Qué me estás queriendo decir? —pregunto al borde de perder los estribos.

—Hablo de que pienses con la cabeza fría, Massimo. Dime, ¿Cómo es posible que hayas dejado que ande jugando a la cantante en la fiesta de año nuevo? ¿Sabes lo que nos pudo haber costado? ¡Nuestra imagen se pudo haber ido al carajo!

—¡Me importa una mierda la puta imagen! — vocifero — Así quiera poner jodidos payasos en vez de sicarios, a ustedes no tienen derecho de opinar.

—Piensa bien lo que estás haciendo, Massimo. No te dejes llevar por una chiquilla que solo está para satisfacer tus calenturas.

Me levanto de mi lugar, impotente y colérico. ¿Cómo se atrevía a hablar de Fiorella de esa manera? Ella no era eso para mí. Era la mujer que amaba y nadie iba a ensuciar su imagen. No mientras yo estuviera vivo.

—Que no se te olvide quién es el que manda aquí, Milenka. Respetar a tu capo es una de las principales reglas de la organización. Sé que te preocupas y que lo haces honrando la memoria de Jim, pero eso no te da derecho a hablar así de Mi mujer. Que sea la última vez, y va para todos.

Me miran sin decir una palabra u oponerse. Así es como debían ser las cosas, ellos debían obedecer cada orden y mandato que diera, siempre respondiendo ante mi llamado.

Entendía la posición de Milenka. Ella era la encargada de las cuentas de toda la organización y coordinaba cualquier acción económica de la misma. Había sido así desde que Jim —su esposo y ex Casseto mío, fuera abatido en un enfrentamiento hace más de tres años —. Somos como familia, así que no le reprochaba su arrebato, pero tampoco iba a permitir que se pasara de la raya.

El resto de la reunión no hubo ningún reproche sobre el tema de Fiorella, y quedé más que complacido con ello.

—Silas, ¿Cómo van los entrenamientos de los nuevos sicarios? —pregunto.

—Van bien. Ya tengo casi trescientos a punto de pasar la última prueba y listos para ser ubicados donde tú me digas.

Yo asiento.

—Perfecto, quiero que estén preparados para el final de la semana, y me tengas a los veinte mejores a la voz de ya. Debemos colocarlos en los transportes y clubes para ver como resulta la nueva seguridad.

Silas me da una respuesta afirmativa y toma nota de todo lo que le pido.

—Nikolay, ¿Todo está preparado para adueñarnos de más territorio español?

—Por supuesto. Tengo varios policías comprados que montarán pantallas el día que estemos allá para adentrar los camiones sin ser detectados. Los mapas y coordenadas se los envié a Laila, me dijo que iba a revisar que todo estuviera bien para trazar las rutas.

—¿Por qué ella no está aquí? —inquirió Ethan.

—La dejé en la ciudad para que arreglara lo de la mercancía que sería enviada a los clubs esa semana. —Él sacude la cabeza estando conforme con mi respuesta.

Además, había dejado a Laila para que cuidara a Fiorella en lo que yo no estaba. Así me sentía más seguro y sabía que nada le pasaría si ella estaba ahí.

—Bien, necesito que todos los pendientes estén finalizados o en proceso para el día de mañana. Partiremos a las bodegas del centro para revisar los camiones y estos puedan partir a Canadá sin problemas.

Nos quedamos unas horas más, resolviendo los desacuerdos y problemas que podrían presentarse a la hora de cualquier misión. Omito por el seguir hablando sobre la familia Burns, y el por qué su estadía en la ciudad. Quiero creer que lo que me dijo el idiota de Hansel es solo una broma de mal gusto. Él no puede volver, no tendría los huevos para hacerlo. Hace años saldamos cuentas y le dejé muy en claro que lo que había pasado aquella noche en la bodega de su hermano, había quedado en el olvido y que él se lo había buscado.

Porque si él regresaba, yo estaba listo para una última pelea.

Pero bien sabía que mis secretos eran los únicos que podían derrotarme.

Massimo (Familia Peligrosa I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora