Capítulo Ochenta y Cinco

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"Pérdida devastadora"

"Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida" —Pablo Neruda.

Fiorella

— ¿Cree que ya pueda verlo bien?

Mis ojos están fijos en la pequeña pantalla que refleja el crecimiento de mi bebé a lo largo del tiempo. A pesar de ya ir a la mitad de mi embarazo, no puedo conseguir verlo del todo. No sé si soy yo o que simplemente mi bebé no quiere que lo encuentre. Ante eso, no puedo evitar soltar un bufido de exasperación.

—Estás en el quinto mes, es bastante seguro que el bebé se ve —me explica Helen mientras empieza a mover el pequeño dispositivo sobre mi estómago —. En realidad, hasta puedo decirte su sexo...

— ¡No! —la detengo de manera abrupta, a lo que ella me mira sin entender — Lo siento. Lo que quiero decir es que no quiero saber el sexo hasta que nazca.

«Para esperar a que su papá vuelva y lo descubramos juntos» quiero decir.

Es triste, como el que se supone que sea el momento más feliz de mi vida, el cual debo estar disfrutando en todo su esplendor, se vea opacado por la ausencia de Massimo. No quiero saber si mi bebé es niño o niña, porque entonces comenzaré a comprar cosas para él o ella. Decoraré su habitación del color que más me agrade, le conseguiré juguetes y ropa de acuerdo a ello y planearé un montón de cosas para cuando lo tenga entre mis brazos.

Pero él no estará para hacerlo conmigo.

— ¿Qué más puede decirnos de mi nieto o nieta? —La voz de Paulette me saca de mis ensoñaciones.

La madre de Massimo ha sido otra de las fuerzas que me mantienen de pie. Al tener una nula experiencia sobre embarazos, la única que puede ayudarme es Paulette. Ella ha sido tan amable y paciente conmigo, aguantando mis cambios de humor, ayudándome con mis antojos raros y llevándome a cualquier clase que pueda ayudarme a sobrellevar el embarazo. A este punto, no sé qué hubiera sido de mí si ella no está a mi lado. Es el único apoyo maternal que tengo y lo aprecio demasiado.

Helen sigue moviendo el aparato y yo realmente debo cerrar los ojos para no descubrir el sexo del bebé, a pesar de que a penas y puedo distinguirlo. Tal vez necesite gafas o deban aumentar el tamaño de la pantalla ¡Solo veo una mancha gigante, y es mi hijo!

—Bueno, por aquí tenemos sus orejas y ojos, los cuales ya han alcanzado su posición definitiva —comienza a hablar. De algún modo, no puedo resistirme la tentación y termino mirando la pantalla, tratando de descifrar la imagen, pero de nuevo, me veo frustrada y tengo ganas de llorar —. Fiorella... ¿Qué pasa?

Sorbo mi nariz con fuerza.

—No puedo ver a mi hijo —berreo. Paulette se acerca a mí y me tiende un pañuelo que saca de su bolso — ¿Qué clase de madre soy si no puedo ver a mi hijo? ¡Va a odiarme!

—Cariño, no eres una mala madre —Paulette me consuela —. En los primeros meses de mi embarazo de Massimo, tampoco podía verlo. Él era muy escurridizo y siempre estaba cubriendo su rostro. No estás acostumbrada a esto, es todo.

—Así es, Fiorella. Eso es normal en los embarazos —habla Helen. Dirijo mi atención hacia ella quien me mira de una forma reconfortante — ¿Qué te parece si te hablo de tu bebé? Así puedes conocerlo un poco más ¿Vale?

Yo solo puedo asentir, porque no confío en mi voz para responder.

Helen vuelve a mover el aparato sobre mi vientre, y mientras Paulette me toma de la mano, yo me concentro en escuchar lo que mi bebé ha avanzado.

Massimo (Familia Peligrosa I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora