3. Vete a salvar el mundo. (pt. 1)

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-¿Te divertiste ayer, hija? -pregunta mamá cerca del mediodía. Aunque anoche me hubiera ido a la cama a las 10:30 no pude conciliar el sueño sino hasta bien entrada la noche, por lo que desperté hace más o menos veinte minutos. El desayuno está descartado, así que tendré que esperar hasta el almuerzo para comer algo.

Asiento sin ganas. Mi padre me dirige una mirada asesina y me obligo a sonreír. Complacido, regresa a la lectura del periódico del sábado, una de sus actividades favoritas.

-He odio que las inscripciones están abiertas. -continúa ella. Corta un tomate en dados y lo pone en la ensaladera de cristal.

-¿Ah, sí?

-Sí, así es. Podrías hacer algún tipo de curso libre mientras decides qué hacer, ¿no lo crees?

-Esa es... Una opción.

-¿Qué dices, Tomás?

-Uh, sí, podría ser una buena idea, supongo... No lo sé. Es algo que podemos considerar para el próximo año.

Ella sonríe como una niña pequeña y se concentra en su tarea. Es bueno verla de tan buen humor. Odio admitirlo, pero creo que los médicos tenían razón, y regresar a Ashbury había sido lo mejor para su salud.

Llaman a la puerta, y me siento tentada a refugiarme debajo de la encimera de la cocina. Últimamente cada vez que eso pasa, algún Canonach se inmiscuye en mis asuntos.

Por supuesto, esta vez no tenía que ser la excepción.

-¡Cedric! -oigo exclamar a mi padre desde el recibidor. Por supuesto, ¿Quién más podía ser? Sopeso mis posibilidades. Podría escabullirme por la puerta de la cocina, y esperar a que se distraigan para subir a mi habitación, y no volver a bajar hasta que él se haya ido.

Bueno, eso queda fuera de la cuestión. No es que me importe mojarme, pero pararme indefinidamente bajo una tormenta torrencial puede ser bastante contraproducente. Además, ¿quién sabe qué pasaría si no estoy presente mientras papá conversa con Cedric?

Está bien, salir no es una opción, pero se acercan por el pasillo y algo tengo que hacer. Sigo en pijama, y mi pelo está hecho un desastre, sin mencionar que no recordé limpiar el maquillaje de mi cara, así que además de los grandes y oscuros círculos bajo mis ojos también hay una mancha de maquillaje.

Cuando dije que quería ocultarme debajo de la mesa había sido una broma, eso debo aceptarlo, pero ahora parece una idea increíblemente buena. Ahora sus pasos están aún más cerca y debo tener pocas milésimas de segundo para tomar una decisión, y de momento ya no se trata de librarme de tener que ver a Cedric de nuevo, sino de minimizar los daños. Entonces recuerdo que sigo usando mi pijama y entiendo que no existe ninguna manera posible de evitar la vergüenza...

-Abril, mira quién ha venido a verte. -Dice mi padre, como si acabara de cazar el ciervo más grande en uno de esos viajes que hacía con sus antiguos amigos de la escuela. Conocía esa expresión de orgullo en su rostro, por lo que me pongo a la defensiva inmediatamente.

La tensión en mi cuello crece aún más cuando Cedric se hace presente. Está usando un pantalón oscuro raído en el dobladillo, y un sweater blanco sobre el cual hay un patrón azul estampado. Percibo el olor del cigarrillo en el momento en el que entra a la cocina, pero paso eso por alto. De hecho paso casi todo, menos un nuevo ramo de flores, por alto.

-Uhm... Hola, Abbie. -Dice. Sé que está ocultando una sonrisa por la forma en la que tuerce las comisuras de los labios ligeramente hacia abajo. Me tiende el ramo, y por primera vez me mira detenidamente. Esta vez ya no puede reprimir una sonrisa de burla que es sólo y únicamente para mí. Recompone su fachada de perfecto caballero y continúa: -Son para ti.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora