11. Sobre la soledad de la estación, y otras tantas cosas desagradables. (Pt. 6)

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-¿Abbie? ¿Todo bien?

-Uh, sí, perfectamente. - Anna se sienta sobre la cama, con cuidado de no tocar el vestido sobre ella. Hasta ahora me doy cuenta de que tengo puesta una pijama que no me pertenece, y me sonrojo hasta la punta de las orejas. Ojalá y pudiera recordar lo que pasó anoche. ¿Tan mal estaba que ni siquiera recuerdo cuando ni como llegué a casa?

Nota mental: Jamás, jamás, volveré a tomar un mojito. Si por mi fuera, ni siquiera ver uno estaría bien.

-¿Segura?

-No... ¿Qué pasó anoche, Anna?

-¿De verdad no lo recuerdas? ¿Nada?

-Vagamente, casi nada... Recuerdo estar en el baño, vomitando, y después de eso, un gran vacío.

-Entonces tenemos mucho de lo qué hablar.

-Odio como eso suena.

-Y aún no has oído nada. Bien, después de haberte encontrado en el baño...

Salimos del lugar, y nos sentamos en una mesa junto a la piscina. No recuerdo haberla visto cuando entramos, pero tampoco recuerdo haber estado sobria alguna vez en mi vida, así que no es para tanto.

Anna pide a un mesero fisicoculturista -muy atractivo, debo agregar-un plato que tiene que ver con un tal Gabe. Cuando el mesero -muy atractivo, debo agregar-regresa con la bandeja, pone entre nosotras un plato de arepas venezolanas para armar. Como los lego, pero con comida.

Debo recordarme buscar mi caja de lego cuando regresemos a casa. Nunca se es demasiado mayor para eso, ni para el Play Dough.

Devoro las primeras dos arepas sin respirar. Estoy hambrienta, y no me había dado cuenta de cuánto hasta que empecé a armar la tercera. Anna llama al mesero - muy atractivo, debo agregar-de nuevo, y le pide una limonada.

-¿Qué te traigo? - Me pregunta.

-Miau. - Sí, esa es mi respuesta.

-Agua. - Dice Anna, suplicante. Acto seguido, el chico - muy atractivo, debo agregar-da la vuelta y desaparece en la multitud.

Las pequeñas luces que cuelgan entre los árboles se ven como pequeños monstruos brillantes en mis ojos. Quisiera arrancármelos, pero estoy segura de que hay una ley que lo prohíbe. Al menos en espacios públicos, eso es seguro.

¿Desde cuándo me importan las leyes? Ahora soy una rebelde, voy de fiesta, bebo de más e incendio libros.

"Querido diario: hoy me preguntaron qué quería ser cuando fuera mayor. Dije que quería ser rebelde, pero creo que lo estoy cumpliendo ahora. Oh sí, soy sumamente mala".

Pasa el tiempo, y con cada minuto -y arepa que como-comienzo a recobrar, al menos en parte, el control sobre mí misma.

-¿Ves a Cedric por algún lugar? - Le pregunto.

-Estaba a punto de preguntar lo mismo. ¿Dónde se habrá metido?

-¿Cómo quieres que lo sepa?

-Porque desapareció misteriosamente estando contigo. Esperaba que recordaras si había dicho que se iría antes.

-No lo dijo, yo lo recordaría.

-Sí, veamos si dices lo mismo en la mañana.

-¿De verdad? ¿Así fueron las cosas?

-Vas a tener que confiar en mi versión de los hechos, querida. Después de todo, no es como si tuvieras otra a la qué atenerte.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora