10. Doogie Howser (pt. 1)

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Nos levantamos muy temprano a la mañana siguiente para ir a la clínica. Decidimos que si mi madre preguntaba, y seguramente lo haría, diríamos que como perdimos la reserva, regresamos directamente al hotel. No es como si quisiera contarle los detalles de la desastrosa y... mágica velada con Cedric. Se sentiría muy desilusionada si supiera que fui una joven decente, y lo envié al sillón, pero ¿qué le vamos a hacer? No se puede tener feliz a todo el mundo.

Cedric se ofrece para buscar algo de comer mientras voy a ver a mamá, pero sinceramente hubiera preferido que se quedara junto a mí. Al menos hubiera tenido a quién aferrarme cuando la sorpresa de encontrar a Anna allí amenazó con hacerme caer de bruces.

-¿Qué estás haciendo aquí? -Me oigo preguntar, a la vez que acorto la distancia que nos separa.

- Buenos días para ti también, querida prima. -Contesta sin siquiera levantar la mirada de su revista.

-Lo siento. Es sólo que sinceramente no esperaba encontrarte aquí.

-Traté de avisarte que nos encargaríamos del turno de la mañana, pero no tengo tu número ni el de Cedric.

Asiento como si me importara.

-Rose está con ella en este momento. -Continúa.

-¿Y pensaste que dejarlas solas tras dos años de estar evitándose sería una buena idea?

-No han estado evitándose, pero aun así, no sería tan estúpida. Una enfermera se quedó con ellas.

-No quisiera arriesgar las cosas. Entraré ahora, y si sabes lo que te conviene, buscarás otro lugar para terminar de leer tu revista.

-Abril, siento ser quien te lo diga, pues estás claramente convencida de lo contrario, pero no suenas ni la mitad de amenazadora de lo que crees que suenas.

-No era una amenaza, sino una advertencia, porque no es a mí a quién deberías tenerle miedo. Si papá te ve aquí, va a enloquecer. -Debe haber visto algo en mi rostro, pues lo que sea que fuera a responder se quedó atrapado en su garganta cuando levantó la mirada por primera vez desde que llegué.

-Bien. Esperaré en el auto entonces.

Antes de darme cuenta estoy empujando la puerta de la habitación 536, sólo para encontrarme con una sonriente Rose, y una risueña Sue.

-Uh... ¿Hola?

-¡Abril! ¡Hija! ¡Qué maravilla que ya estés aquí! Mira quién ha venido a vernos.

-Hola, Ro... Abuela. - Trato de sonreírle, pero como no lo consigo, me decanto por abrazar a mamá. -¿Qué... estás haciendo aquí?

-Fue una magnífica coincidencia, verás, vine a una consulta de rutina, y resultó ser que mi médico de cabecera sabía que Sue estaba aquí, y heme aquí. - Me guiña un ojo como si fuéramos cómplices en la mentira. Me hundo en el sillón no sin antes asegurarme de que mi madre lo ha pasado por alto.

No pasa mucho tiempo hasta que me doy cuenta de que mamá está dichosa con la visita, así que logro despreocuparme un poco, aunque la idea de que mi padre pueda llegar en cualquier momento me impide relajarme del todo. Para pasar el tiempo, me permito divagar y poner la mente en asuntos mucho menos importantes, como Samuel, por ejemplo. ¿Qué demonios pasa con él? Dijo que me llamaría, y de eso hace tres días.

¿O la que dijo que lo llamaría fui yo?

Me disculpo cerca de una hora después de llegar para llamarlo. No se supone que sea yo quién lo haga, pero de nuevo: no recuerdo mucho de nuestra última conversación más allá de su brillante idea de buscar a Rose.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora