5. Las Recomendaciones del Chef (pt. 1)

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Paso toda la semana evitando cruzarme con papá.

El golpe me dejó con un enorme moretón en la mitad del rostro, y no quiero tener que mentirle también a mamá cuándo me pregunté qué es lo que ha pasado. No podría decirle la verdad aunque quisiera. Su estado de salud es muy delicado como para arriesgarnos a que sufra una recaída por mi culpa.

Claro que, aunque no le diga nada y ella esté por las nubes, no es estúpida. Ella tiene la capacidad de oler cuando algo anda mal, y empieza a sospechar. De igual forma, como no salgo de mi habitación tampoco puede confirmar o desechar cualquier teoría que tenga.

Paso cerca de una hora en el baño, examinando cuidadosamente mi mejilla. Según internet, la bofetada no pudo haberme roto ningún hueso, pero eso fue sólo cuestión de suerte. Podría haberme fracturado el pómulo de haber estado sólo un poco más cerca por el ángulo en el que su mano se estrelló contra mi rostro.

-Abbie, te traje un sándwich. - Dice mamá desde el otro lado de la puerta.

-Gracias, pero no tengo hambre. - Es sábado en la mañana, y ni siquiera bajé a desayunar cuando me llamó más temprano.

-Linda, tienes que comer algo. ¿Por favor? Tu padre y yo vamos a ir a almorzar con los Canonach fuera del pueblo, y quiero saber que no vas a desmayarte para poder irme tranquila. -¿Así que se irán? ¿Papá me dejará completamente sola en este lugar? Parece que mi suerte está empezando a cambiar.

-Puedes dejarlo en la cocina, bajaré cuando tenga hambre. - Debo decirle a Samuel... No. Él no puede verme así. Enloquecerá si le digo lo que mi padre ha hecho. Supongo que disfrutaré de la soledad... sola.

-No me convence, pero está bien... Recuerda alimentar a los gatos, y si vas a salir, que no te sentaría nada mal, lleva tus llaves contigo. No volveremos hasta la noche, así que llámame si necesitas cualquier cosa.

-Lo haré, mamá...

-Adiós, querida. Te queremos.

"Sí, claro..." pienso para mis adentros. Tal vez mamá lo diga en serio, pero ese hombre... Ahora sé que no es un error decir que para él soy una vergüenza, el único fracaso de su vida perfecta.

Espero a oír el auto de la familia alejarse por la vía para abrir la puerta.

Encuentro a los gatos en la cocina, jugueteando con una bolsa de papel que mamá debió haber dejado para ellos y busco el sándwich.

Me alegra saber también que Cedric se fue con ellos.

Si no volviera a verlo jamás en la vida no me importaría; es más, espero no tener que volver a verlo. Es, después de todo, su culpa que se haya desatado el caos en casa. Si hubiera mantenido la boca cerrada, y hubiera regresado por dónde vino, las cosas no serían así. Quizás habría podido hablar con papá, y tal vez hubiera podido convencerlo de que no hay nada de malo con que Samuel y yo estemos juntos.


Enciendo el televisor por primera vez en lo que parecen siglos y pongo cualquier cosa. No estoy especialmente concentrada en lo que veo, pero cualquier cosa es buena para ocupar la mente. Entre capítulo y capítulo de How I Met Your Mother, veo pasar las horas frente a mí hasta que cae la noche. Es sábado, y sí, en mi vida esto es perfectamente normal: quedarme en casa, buscar helado, pasar horas enteras buscando qué ver en Netflix... Demonios, suena deprimente, ¿no es así?

Decido ir por mi cuaderno para tratar de escribir (desde que hemos vuelto no he logrado poner una sola palabra sobre el papel) cuando tocan a la puerta.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora