12. Papeleo (Pt. 5)

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-Debo admitir que pensé que sería más interesante. -Samuel se deja caer sobre la silla de Raven tras poner la última caja que Clasificamos en su lugar. Nunca creí decir esto, pero tal vez tenerlo por aquí no es tan malo después de todo.

-¿Arrepentido? -Pregunta ella. Parece ser que durante la hora que estuve fuera, Raven puso a Samuel en cintura de nuevo, obligándolo a reacomodar todo el desastre que ella había ocasionado la tarde anterior en tiempo récord. No dudo que lo hizo sufrir como una perfecta ave de rapiña.

-Ni un poco. -Samuel se estira a todo lo que da, haciendo sonar sus articulaciones, antes de tenderme una mano, como si esperara que la tomara. En su lugar, dejo caer un pesado folio en ella.

-Si no les importa, me voy volando, chicos. Abril, tienes tu llave. Samuel... trata de no destrozar mi oficina, ¿quieres?

-Yo fui quien te ayudó a poner todo en orden en primer lugar, muchas gracias...

-Nada que no hubiera esperado de ti. -Raven le da una palmada en la espalda que, aunque a simple vista pareció amistosa, dejó al chico sin respiración. -Para mañana en la mañana quiero que el nivel de tensión en el aire esté al menos por la mitad de lo que está en este momento.

-¿Perdón?

-No quiero reproches, Abril. Aprecio tu ayuda, Samuel... Bueno, en realidad no lo hago, pero esa es otra historia. Es útil tenerte por aquí, y si quieres quedarte vas a tener que trabajar más duro...

-¡Yo limpié tu desastre! -Se queja, cruzándose de brazos y enfurruñándose como si fuera un niño pequeño. -Además, ni siquiera estás pagándome...

-Te estoy dando la oportunidad de pasar más tiempo con Abril, que es algo que evidentemente quieres.

Se sonroja y las palabras parecen desvanecerse de sus labios, mientras que las de Raven resuenan como mil cañones disparando simultáneamente en mis oídos.

-Sí, eso creí. Bien, los veré en la mañana, niños.

Diciendo eso, abre la puerta de la sala de Clasificación y se marcha sin mirar atrás.

Una vez nos quedamos a solas, hago mi mejor esfuerzo por no ahorcarlo. La forma en la que está mirándome es más que suficiente para despertar mi instinto asesino más allá de lo que se consideraría sano para una persona apta para vivir en sociedad. La evidencia, por supuesto, demuestra exactamente eso: que no soy una persona apta para vivir en sociedad.

Acomodo los folios que quedaron en el rincón en una caja sin rotular, y mientras lo hago, pongo especial atención a sus movimientos. Aunque tiene las manos ocupadas no parece estar concentrado en lo que hace. Sus ojos están puestos en mi.

-Así que...

-Sinceramente no quiero hablar. -Lo corto.

Muchas cosas pueden aprenderse en la Biblioteca, pero no esperaba aprender que "no quiero hablar" es la fórmula mágica para obligarlo a dejar lo que esté haciendo e invadir mi espacio.

-Háblame, Abril... -Se pone detrás de mi, y puedo sentir cómo la energía que emana de su cuerpo me envuelve en un halo de calor. Nuevamente debo recordarme que una cosa es la familiaridad, el volver en cierta medida a las viejas costumbres, y otra es sentir algo más, algo que pueda llegar a moverme, que me obligue girarme y besarlo hasta perder el aliento. -¿Te hizo algo?

-¿Qué?

-Canonach. Si estás así debe ser por algo que pasó con él...

-Es tan fácil para ti, ¿no es así? Culpar a alguien más, evadir la responsabilidad...

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora