13. Festival del Destino (Pt. 4)

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La clave, había dicho mamá, es no dejar que me vean derrotada, por lo que tras permitirme pasar el día en cama, (lejos de las ventanas de la calle y dando un respingo cada vez que una rama que llevaba el viento pegaba contra el vidrio) me convence de tomar una ducha.

Al salir del baño soy atacada con un abrazo que me deja sin aliento por muchas razones, principalmente porque a)no esperaba ver a nadie aquí, y b) porque la espalda me escuece.

-¡Te extrañé, querida prima!

-¡Anna! ¿Qué estás haciendo aquí?

-Vengo por mi nuevo Capítulo, por supuesto, y para hacerle compañía a otra colega marginada. Dicen que tiene algo por el fuego, ¿la conoces?

-No he tenido el placer. -Refunfuño.

-Pues es una lástima, porque la abuela le envió un lindo regalo y si ella no lo recibe, soy yo quien tendrá que pagar.

-Manipuladora.

-Siempre tan dulce. Vamos, ¡cámbiate! No tenemos todo el día ni una varita mágica para volver la calabaza en princesa.

-¿Para usar mi pijama? Qué graciosa.

-Olvídalo. Esta noche salimos.

-No.

-Calla. Vístete. Ahora. Maquillaje y pelo, déjamelos a mí, pero apresúrate.

Entorno los ojos incapaz de decir nada más, porque sé que es inútil. Si está aquí es porque mamá la envió, y dos contra una es la crónica de una muerta anunciada.

De una bolsa de lavandería, Anna saca un vestido rojo brillante, que evidentemente es para ella, y uno blanco y negro. La falda parece hecha de plumas, por lo vaporoso de su forma, que termina un poco por encima de la rodilla y comienza en un fajón negro, que también alcanza a tocar el escote de la parte superior del vestido, que está decorado con piedras mínimas que le dan una apariencia delicada y glamurosa. Sin embargo, y a pesar de ser hermoso, enseña tal vez demasiada piel.

-¿Y esto de dónde salió?

-Lo encontré en una tienda hace unos días, y ya que Sue me encargó la tarea de buscar algo lindo... Pensé que te verías fantástica en él. No puedes negar que es bonito.

-Y bastante atrevido.

-Tienes qué presumir, querida.

Después de terminar con mi pelo y maquillaje, Anna se apodera de mi baño para hacer lo propio.

Mamá aprovecha entonces la ocasión para escabullirse en mi habitación.

-¿Cómo te sientes? -Pregunta. Asumo que se siente lo suficientemente segura con el sonido del secador de pelo como para mantener una conversación no libreteada.

-He estado mejor. -Trato de sonreír, pero no lo logro ni al primer ni al segundo intento.

-Y estarás mejor. -Me da un apretón en el brazo y con un gesto de la cabeza me invita a sentarme junto a ella, lejos de la puerta.

-¿Tú? ¿Cómo te sientes?

-Oh, bueno, ya sabes... Estoy... donde debería estar.

-¿Cómo lo sabes? No tienes tu Libro...

-No, es cierto, pero no lo necesito para saber que mi lugar está junto a ti.

-Mamá, quiero volver a Emberbury. No puedo quedarme aquí.

-Cariño... Ashbury es tu hogar. Todo está aquí.

-Menos mi futuro. Si puedo decidir, por favor, déjame hacerlo.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora