11. Sobre la soledad de la estación, y otras tantas cosas desagradables. (Pt. 9)

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Despierto de un sobresalto, y lo primero que hago es abalanzarme sobre mi teléfono.

Tuvo que ser una pesadilla, tuvo que serlo. Es imposible que yo...

Maldita sea.

Los registros telefónicos no mienten, por más que quisiera que fuera una mala jugada de mi subconsciente y aún no he despertado.

Lo apago y lo vuelvo a encender, verifico la fecha, y lo dejo a un lado antes de ponerme de pie. Comienzo a recorrer la habitación como si fuera un león enjaulado, y cuando vuelvo a aterrizar, estoy tratando de abrir la puerta para salir al corredor. Sin pensarlo detenidamente, me precipito escaleras abajo, hasta el improvisado dormitorio de Cedric, adecuado en la trastienda esta mañana, cerca de las tres de la mañana.

No pensé en la posibilidad de encontrarlo dormido, pero me sorprende verlo despierto, y no sólo eso: encontrarlo empacando.

-¿No pensabas despedirte? - Cuando no se gira, me doy cuenta de que muy seguramente reparó en mi presencia mucho antes de que abriera la boca.

-Lamento haberte despertado. - Dice.

-Fue una pesadilla, no tú... aunque para términos prácticos, no encuentro la diferencia.

-Me gustaría decir que no hay ninguna. Los sueños se olvidan, las pesadillas marcan.

-Touchè. - Me siento en el banquito que fue trasladado aquí desde la cocina y lo observo en silencio.

-Deberías tratar de dormir. Aún debes estar cansada.

-No podría aunque quisiera.

-¿Por? - Es la primera vez que me mira desde que llegue, y no podría más sino echarme a llorar. Hay tanto frío en sus ojos, tanto hielo en su mirada... Ya decía yo que debía, necesariamente, estar enojado, y ahora que me hago una idea sobre lo que pasó, lo entiendo perfectamente.

No puedo reunir las fuerzas suficientes para preguntar si sabe algo sobre mi llamada con Samuel, así que aprovecho lo primero que se me viene a la cabeza para responder a la pregunta.

-Porque necesito que digas algo. Necesito que te enojes y que me digas lo que piensas, de mi y de lo que ha pasado.

-No entiendo. - La verdad es que yo tampoco, y tenía la esperanza de que Cedric pudiera explicarme.

-Esa no es una respuesta válida.

-Lo siento, pero no sé qué quieres oír.

-Lo que sea que quieras decir y que consiga que te tranquilices.

-Estoy perfectamente tranquilo.

-Ya sabes a lo que me refiero.

-Bien, si quieres oírlo... Estoy verdaderamente decepcionado.

-¿"Decepcionado"?

-Sí... Es que sencillamente no me cabe en la cabeza que hubieras perdido el control de esa manera. Te tomaba por algo más que eso, Abril.

-¿Es en serio? No, espera, no respondas a eso, porque algo me dice que no es todo.

-Por supuesto que no es todo. ¿Sabes lo preocupado que estaba? Espera, no, definitivamente no lo sabes. Además...

-No era yo misma, Cedric, creí que eso estaba claro. Aunque no justifica lo que sea que haya podido hacer, al menos lo...

-Muy poco tiene que ver con el hecho de que "no fueras tú".

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora