7. Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo (pt. 5)

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-Yo... uhm... Lo siento, debía haber tocado la puerta antes de entrar. Dejaré esto por aquí y los dejaré para que puedan seguir con... lo que sea que estuvieran haciendo. - Me oigo decir. Boto mis cosas sobre la cama libre en la que la colorida camisa de la chica fue a parar, y salgo de allí tan rápido como puedo.

Oigo a Cedric darle alguna excusa a la susodicha, y luego sus pasos como un eco de los míos.

-Abril, yo... no tenías que ver eso, no sabes lo avergonzado que estoy...

-Deberías estarlo. - Le lanzo una significativa mirada que espero logre reflejar todo lo que quiero decir, pero que por orgullo y por dignidad voy a obligarme a callar.

-Por favor, déjame explicártelo... -Responde, sus grandes ojos brillando con la luz de la lámpara que ahora se me antoja una intrusa en mi discusión con él.

-No es el momento. - Siseo, en perfecta sincronía con el momento en el que su novia sale de la habitación, y nuestros padres regresan a la cabaña.

-¡Había olvidado por completo contarles que la novia de Cedric estaría con nosotros! - Exclama la señora Canonach. - Cuánto los siento... Felicia, ellos son el señor y la señora Ros, y su encantadora hija, Abril.

-Ya tuvimos la ocasión de conocernos. - Dice, guiñándome un ojo como si fuéramos íntimas amigas y esa fuera nuestra pequeña broma. - Namaskaram.

Une las manos y hace una reverencia.

Y pensar que creía que yo era extraña.

-Felicia es greco-budista ortodoxa. - Dice la señora, como tratando de explicar la conducta de su nuera.

Felicia... "Bye Felicia" nunca significará lo mismo para mí ahora que la he conocido.

-¿Perdón, greco...? -Pregunta mi madre con los ojos como platos estudiando el atuendo de la chica. A pesar del terrible frío, está usando unos shorts que podría haber usado mi abuela en Woodstock, y una camisa que parece ser de lana y que no le llega más allá del busto, dejando su abdomen tatuado al descubierto.

Si hubiera tenido que apuntar a una persona en medio de la multitud que jamás habría pensado que podría llegar a salir con Cedric, ella hubiera sido mi primera opción.

-Greco-budista ortodoxa. Mi diosa protectora es Afrodita, y en una conversación, me dijo que mi deber era alcanzar los niveles más altos de conciencia en esta vida para ser recompensada en la otra, y acercarme al Nirvana para regresar junto a ella.

Volteo a mirar a Cedric para ver su reacción a lo que su novia acaba de decir, y me encuentro con que él me estaba mirando desde antes. Cuando hacemos contacto visual, aparto la mirada. No voy a permitirme caer otra vez.

-Eso es... muy interesante. - Dice papá tras intercambiar una mirada con mamá.

Felicia sonríe y se cuelga del brazo de Cedric.

-Es hora de cenar. - Anuncia la señora Canonach cuando el silencio se hace insoportable.

-Déjame mostrarte las cañas de pescar, Tomás. Son mi orgullo. - Dice el señor Canonach, y sin decir nada, papá lo sigue al segundo piso.

-Yo te ayudaré con eso, Viola, espera. - Mamá se va con ella, y me quedo a solas con los tortolitos.

Pasa el tiempo, y sólo nos quedamos ahí de pie, sin decir nada, hasta que Cedric se atreve a romper el silencio.

-¿Qué tal algo de televisión? - Enciende el aparato y nos sentamos frente a él, ellos en un sofá, y yo lo más lejos posible.

No es como si me importara ahora, pero la chica empieza a susurrar algo en su oído, y no es que sea una experta leyendo los labios, pero el simple hecho de estar en la misma sala cuándo lo hace me hace sentir sucia.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora