-Yo... uhm... Lo siento, debía haber tocado la puerta antes de entrar. Dejaré esto por aquí y los dejaré para que puedan seguir con... lo que sea que estuvieran haciendo. - Me oigo decir. Boto mis cosas sobre la cama libre en la que la colorida camisa de la chica fue a parar, y salgo de allí tan rápido como puedo.
Oigo a Cedric darle alguna excusa a la susodicha, y luego sus pasos como un eco de los míos.
-Abril, yo... no tenías que ver eso, no sabes lo avergonzado que estoy...
-Deberías estarlo. - Le lanzo una significativa mirada que espero logre reflejar todo lo que quiero decir, pero que por orgullo y por dignidad voy a obligarme a callar.
-Por favor, déjame explicártelo... -Responde, sus grandes ojos brillando con la luz de la lámpara que ahora se me antoja una intrusa en mi discusión con él.
-No es el momento. - Siseo, en perfecta sincronía con el momento en el que su novia sale de la habitación, y nuestros padres regresan a la cabaña.
-¡Había olvidado por completo contarles que la novia de Cedric estaría con nosotros! - Exclama la señora Canonach. - Cuánto los siento... Felicia, ellos son el señor y la señora Ros, y su encantadora hija, Abril.
-Ya tuvimos la ocasión de conocernos. - Dice, guiñándome un ojo como si fuéramos íntimas amigas y esa fuera nuestra pequeña broma. - Namaskaram.
Une las manos y hace una reverencia.
Y pensar que creía que yo era extraña.
-Felicia es greco-budista ortodoxa. - Dice la señora, como tratando de explicar la conducta de su nuera.
Felicia... "Bye Felicia" nunca significará lo mismo para mí ahora que la he conocido.
-¿Perdón, greco...? -Pregunta mi madre con los ojos como platos estudiando el atuendo de la chica. A pesar del terrible frío, está usando unos shorts que podría haber usado mi abuela en Woodstock, y una camisa que parece ser de lana y que no le llega más allá del busto, dejando su abdomen tatuado al descubierto.
Si hubiera tenido que apuntar a una persona en medio de la multitud que jamás habría pensado que podría llegar a salir con Cedric, ella hubiera sido mi primera opción.
-Greco-budista ortodoxa. Mi diosa protectora es Afrodita, y en una conversación, me dijo que mi deber era alcanzar los niveles más altos de conciencia en esta vida para ser recompensada en la otra, y acercarme al Nirvana para regresar junto a ella.
Volteo a mirar a Cedric para ver su reacción a lo que su novia acaba de decir, y me encuentro con que él me estaba mirando desde antes. Cuando hacemos contacto visual, aparto la mirada. No voy a permitirme caer otra vez.
-Eso es... muy interesante. - Dice papá tras intercambiar una mirada con mamá.
Felicia sonríe y se cuelga del brazo de Cedric.
-Es hora de cenar. - Anuncia la señora Canonach cuando el silencio se hace insoportable.
-Déjame mostrarte las cañas de pescar, Tomás. Son mi orgullo. - Dice el señor Canonach, y sin decir nada, papá lo sigue al segundo piso.
-Yo te ayudaré con eso, Viola, espera. - Mamá se va con ella, y me quedo a solas con los tortolitos.
Pasa el tiempo, y sólo nos quedamos ahí de pie, sin decir nada, hasta que Cedric se atreve a romper el silencio.
-¿Qué tal algo de televisión? - Enciende el aparato y nos sentamos frente a él, ellos en un sofá, y yo lo más lejos posible.
No es como si me importara ahora, pero la chica empieza a susurrar algo en su oído, y no es que sea una experta leyendo los labios, pero el simple hecho de estar en la misma sala cuándo lo hace me hace sentir sucia.
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Las Crónicas de Ashbury: El Libro
FantasíaAbril Ros ha regresado a Ashbury después de dos largos años en el exilio, lejos de sus amigos, lejos de su vida, lejos del escándalo que se desencadenó después de esa fatídica noche en el Festival del Destino. Ahora que está de vuelta, tendrá que...