4. El Rojo es mi Color (pt. 5)

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Bajo las escaleras y regreso al comedor. Está desierto, así que busco en la cocina, donde los tres -Cedric, usando la ropa de papá (no me hubiera imaginado jamás el llegar a decir esto, pero le sienta), papá y mamá-se inclinan sobre los gatitos, que tiemblan sobre la mesa.

-¿Qué se supone que comen? - Pregunto, tomando una manzana del mesón. Estoy muriendo de hambre.

-Leche, por ahora. - Responde Cedric.

Mi padre levanta la mirada y enarca las cejas.

-¿Se puede saber para dónde crees que vas tan... arreglada?

-¿Esto? Pff, fue lo primero que encontré en mi armario, papá.

-Si me permites decírtelo, creo que te ves muy bien. - Dice Cedric. Mi padre le dirige una mirada que intenta ser amenazadora, pero que después suaviza con una sonrisa y dándole una palmada en la espalda.

Puedo ver que el golpe lo ha dejado sin aire, pero es preferible no decir nada, al menos por ahora. Luego podré burlarme de él en calma.

-Creo que yo también debería ir a arreglarme. Vigila los huevos, ¿quieres, querida? Deben estar listos en unos tres minutos. ¿Crees poder hacerlo?

-Son huevos, mamá, creo que puedo encargarme.

-¿Soy sólo yo, o el frío es insoportable? Creo que iré a revisar la calefacción. No parece que la hayas calibrado adecuadamente, Abril.

-Lo siento. Perdí la práctica, supongo.

-Volveré ense-... en un rato. Esa vieja máquina caprichosa... -"Todos sabemos lo que estás intentando, papá" quiero decirle. "Y no va a funcionar".

Por lo menos no de la forma que él espera.

-¿Cuánto por sacarme de acá?

-¿Qué?

-¿Qué quieres a cambio? Sé que siempre quieres algo a cambio, así que sólo tienes que decirlo y lo haré, pero necesito llegar al centro, y no puedo pensar en una mejor forma para que papá me deje hacerlo que contigo.

-¿Me estás invitando a salir, Ros?

-Ya quisieras, Canonach, ya quisieras... ¿Por favor? Sólo tendrías que llevarme, esperar una o dos horas si mucho, y traerme de regreso. ¿Sí?

-Vaya, esto va a salirte muy caro...

-Sabes que es imposible parecer amenazador mientras tengas tres gatitos deambulando sobre tu torso, ¿cierto?

-Esperaba que eso fuera evidencia desestimable.

-¿Qué dices?

-No lo sé, tengo que pensarlo... Es mi relación con tu padre lo que está en juego aquí, Abril, no es cualquier cosa.

-Puedes pedir lo que quieras.

-Pero por otra parte, esa no es una oportunidad que aparezca cualquier día... Está bien, lo haré.

-Genial.

-Pero...

-Y aquí viene la trampa...

-No debes pensar en mí de esa forma, querida. No soy tan malo como piensas.

-No pienso que seas malo.

-Ah, ¿no?

-Llegaste a mi casa a las 7:30 en vacaciones con tres gatitos abandonados. Créeme, mataste hasta la última posibilidad existente de parecer "malo". Ahora sé que eres un... "blandito".

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora