1. Ashbury (pt. 2)

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2014

-¡Abril, el desayuno está listo! - Grita mi madre desde la base de las escaleras, despertándome del único sueño (una pesadilla) que he tenido desde que nos fuimos de Ashbury.

Me pongo de pie como puedo, luchando contra el mareo que amenaza con regresarme a la cama. No sé si se debe a que me incorporé demasiado rápido, o a la ansiedad acumulada. He tratado de mantenerme tranquila, pero sé que las cosas no serán fáciles, mucho menos teniendo que ir a la Biblioteca menos de 24 horas después de mi regreso. 
Tomo una ducha rápida y me pongo lo primero que encuentro dentro de las maletas que no tuve tiempo de desempacar la tarde anterior por estar ocupada ayudando a papá a reacomodar todo lo que habíamos llevado con nosotros. No había sido tarea fácil, pues aparentemente todo lo que hacía estaba mal. "Muy torcido, Abril" o "¿muy derecho, tal vez?", y ni siquiera comenzaré con "¿Por qué no dejas eso como está y yo me encargo luego?". Estaba por cumplir 18, y él aún no lograba entender que había crecido. 


-Buenos días. - Digo a mamá, dándole un beso en la mejilla. Papá está sentado en el mesón de la cocina, leyendo el periódico. Casi se siente como si nunca nos hubiéramos ido. 


-¿Dormiste bien, hija? - Pregunta. 


-Uhm, sí, supongo. -Le doy dos sorbos rápidos al café que está frente al plato de huevos revueltos, tostadas y fruta que ni siquiera miro antes de recoger mi maleta, y caminar hacia la puerta, en caso de que se dé cuenta de que mentí. 


-Deberías comer algo más, cariño, puedes enfermarte. 


-No tengo hambre, mamá, lo siento. Regresaré en un par de horas, ¿Está bien? 


-Recuerda la conversación que tuvimos ayer, Abril. Espero ver un cambio. - Ladra él, desde detrás del periódico. 


-Bien, pero para el registro, no estoy de acuerdo con esto, ni feliz con la situación. 


-Oh, créeme, linda, lo estarás cuando veas quién ha venido a verte. 


-¿Qué? ¿Quién? 


-¿Por qué no sales y lo ves tú misma? Va a llevarte a la Biblioteca, así que si fuera yo, me apuraría. - Mamá está demasiado entusiasta esta mañana. No estoy segura de si me declararía una fan de la euforia, pero es mejor que verla batallar con la depresión. 


-Está bien, los veré después. -Recorro la aburrida casa en la que había crecido hasta llegar a la gigante puerta principal. 


-Buenos días, florecilla... 


-Ahórratelo. - No pretendo gruñir de esa forma, así que lo complemento diciendo-: Quiero decir... Uhm, hola, Samuel. 


-¿Emocionada? Esperaba un poco más de emotividad después de tanto tiempo, pero supongo que esto es mejor que nada. 


-No tienes que tratar de entablar una conversación casual, ni nada por el estilo. El silencio no me molesta en absoluto. - Abro la puerta de su brillante Alfa Romeo rojo de 1976, y trepo a la silla del pasajero. Él cierra la puerta antes de que pueda hacerlo yo misma. 


-Tengo que admitir que extrañaba ese encanto tuyo, Abril. 


-Podemos descartar el sarcasmo también, ¿no lo crees? 


-¡Oh, vamos! ¿Qué pasa? ¡Háblame! Pensé que estarías feliz de verme. 


Samuel es -o al menos solía ser-mi mejor amigo. Me pregunto qué hubiera podido llegar a pasar con él si no hubiera tenido que irme de Ashbury tan repentinamente. 


Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora