13. Festival del Destino (FINAL)

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Resulta ser que mamá llamó a Samuel cuando Cedric no contestó el teléfono, pidiéndole que lo buscara. Cuando lo encontró, decidieron ir juntos a la estación, y es ahí donde me hicieron perder el tren.

No digo una sola palabra hasta que nos detenemos frente al café 24 horas al que fui con Sam en nuestra primera "cita", siglos atrás.

Sentados los tres en una mesa, a las dos de la mañana, compartiendo un trozo de pastel de chocolate... casi podría romperme de la risa.

-Así que... -Comienza Sam. -¿Quieres compartir tu plan?

-No.

-Bien. ¿Puedes al menos decirnos hacia dónde...?

-Emberbury. -lo corta Cedric, antes de que termine de formular la pregunta. -El tren se dirigía a Emberbury.

-Emberbury iba a ser sólo una parada.

-¿Así que a dónde ibas?

-Pensaba decidirlo en el tren. Gracias por arruinarlo.

Se hace el silencio.

-Encontré esto con tu nombre en la sala de Clasificación hace un rato. -Dice Cedric, en un intento desesperado por romper el silencio en nuestra mesa. Pone uno de los sobres sobre la mesa.

-Gracias.

Es el sobre con el dinero.

Mi intención no fue, sino hasta después de que mamá me llamara cobarde, ir a la estación.

Tal vez esta es la forma en la que las cosas debieron haber sido desde el principio. Tal vez debí dejar de resistirme. Si lo que Dubh dice es cierto, y tengo el Don, puedo llegar a aprender a vivir sin mi Libro. Puedo hacerlo. Debo hacerlo.

-Yo debería volver a la Biblioteca. Todo tiene que estar listo para la despedida de los Escritores y R... quiero decir...

-Sé lo que quieres decir. -Lo corto.

-Uhm, me encargó de hacer los preparativos. Tiene que ser perfecto.

-Seguramente lo será. -Cedric me fulmina con la mirada, aunque trata de ocultarlo. -Felicitaciones por el nombramiento, señor Guardián Mayor.

-Uh, eso... es más trabajo que honor, y eso ya es mucho decir.

-Tu padre estaría muy orgulloso.

-No estoy tan seguro de eso. -Dice entre dientes. -Bien, los veré más tarde, supongo.

Le da una palmada en la espalda a Cedric, que para cualquiera podría pasar por amistosa, pero yo puedo ver más allá de eso.

Cuando Samuel abandona el café, Cedric vuelve a mirarme a los ojos.

-No quiero oír nada de lo que tengas que decir. -Me le adelanto.

-Qué bueno, porque son más las preguntas que tengo, así que lo único que tienes que hacer, es responder.

-¿Y qué si no quiero?

-Estaremos aquí hasta el día después de mañana, y tu plan de las cenizas y todo eso estará arruinado.

Fijo la mirada en algún punto detrás de él, para evitar que aquellos ojos bronce surtan ese despreciable efecto hipnótico en mí.

-Abril...

Cruzo los brazos sobre el pecho.

-Terminé con Felicia. Definitivamente. Después de que se fue de la sala de lectura. La encontré y terminé las cosas.

-¿Y quieres un premio?

-No tienes por qué ser tan hostil, Abril. Estoy tratando de decirte que...

-¿Qué?

-Que no me importaría sacrificar todo por pasar un minuto contigo. Y que no quiero que sea un minuto. Que no tengo mucho para ofrecer, pero que quisiera poder darte el mundo. Que te admiro. Que te amo.

-Pero...

-No hay un pero. Este es el momento, Abbie. Por favor... déjame mostrarte que quiero hacerte feliz.

-Tengo que irme, Cedric.

-Abbie...

-Déjame. Por favor.

-Lo haré cuando me mires a los ojos y me digas que no me amas. Que no sientes lo mismo por mí.

Sus ojos buscan los míos, pero evito que los encuentren.

-Ya sabes la respuesta a esa pregunta, Cedric, pero necesito tiempo. Para sanar, para pensar y para decidir cómo manejar esto.

-¿Qué hay que pensar o decir que no se haya dicho ya? Si sientes lo mismo que yo, entonces dilo y podremos estar juntos por fin.

-No me presiones.

-¡Maldita sea, Abril! Sólo te pido que seas sincera.

-¡Y yo sólo te pido paciencia! Que esperes...

-La vida es demasiado corta para seguir esperando. ¿Esperando qué?

- Si el Destino nos quisiera juntos, ya nos habría dado una señal, pero lo cierto es que se empeña en separarnos, y nuestra obstinación nos ha costado cara. Lo que quiero esperar es una señal de que no volveré a sufrir.

-Nadie está exento de sufrir, Abril.

-Lo sé mejor que nadie.

-¿Así que ese es el plan? ¿Esperar una señal?

-Así es.

-¿Tan poco te importa lo que tenemos, que lo dejarás en manos del destino?

Me aclaro la garganta.

-Mañana será un largo día.

-Eso creí.

Me pongo de pie, dejando el sobre con el dinero atrás.

La gente se arremolina a mi alrededor. Las escaleras, imponentes, se elevan hasta la Puerta del Destino, por la que los Escritores entran todos los años a la Biblioteca y a la Residencia de las Letras, y dejan atrás los vítores y las celebraciones de las personas con las que compartieron el Secreto y el Talento.

La corona de laurel dorado en mi frente, la toga cerrada en mi hombro y hatada por la cintura. La Bibliotecaria, mirándome desde el último escalón. Los rollos de pergamino y las Plumas. El sol brillando en el cielo. Las puertas abiertas, el interior inescrutable.

Me giro una última vez, esperando ver a Cedric en algún lugar de la multitud. Nada podría haberme preparado para encontrarlo dos escalones detrás de mí, con su propia toga, su pergamino y su Pluma. Cedric ha sido convocado a la Residencia de las Letras para ser Escritor, como yo, y como todos los demás que la oscuridad del corredor devora.

-¿Una señal como ésta? -Cuando sonríe y señala su atuendo siento cómo mis rodillas ceden ante la presión aplastante de su brillo.

Reprimo una sonrisa, y doy un paso adelante.

Sí, una señal como esa.

La Puerta se cierra detrás de nosotros, pero en frente se abre el mundo del Destino.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora