7. Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo (pt. 7)

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-Este es un milagro, chicos, gracias. Han devuelto la cena del mundo de los muertos. - Dice la señora, sentándose junto a la silla de su esposo en la cabecera. Mamá se sienta junto a ella, papá en la otra punta, yo junto a él, y... Cedric a mi lado.

Felicia llega dando pequeños brinquitos como si fuera una niña de cinco años. ¿Se puede ser más patético? Espera, sí:

-¿Y mi silla? - Dice, hablando, no como una de cinco, sino como una de tres.

Cedric se pone en pie de un salto y acomoda una banca en el espacio que queda entre él y su padre al mover su silla hasta quedar pegada a la mía.

-Gracias, mi cielo. - le da un beso en la punta de la nariz, y nuevamente siento que mi estómago va a vaciar su contenido. Debo recordarme hacerlo sobre su sweater de colores para librar al resto de la humanidad de tener que ver esa abominación nunca más.

-Ahora podemos empezar, ¿no es así? - pregunta papá.

-¿Esta noche no habrá bendición? - Pregunta ella, frunciendo el seño.

-No, querida, uh... tuvimos que hacerla antes. No queremos que el nuevo año nos atrape con la boca llena, así que nos adelantamos.

-¡Qué pesados son todos! Es mi parte favorita de la cena, pero está bien, y... ¿qué diantre le pasó a eso? - No es que sea la persona más perceptiva y observadora del mundo, pero puedo decir con total seguridad que su expresión de sorpresa al ver el pavo es una máscara cuidadosamente preparada para no levantar sospechas.

-Fue... un percance menor, pero ahora está bien. - Dice el señor, antes de darle un gran sorbo a su copa. -¿Quieres un trozo?

-Ew, no. - Además de irritante, ¿irrespetuosa? "¡Cedric, abre los ojos de una maldita vez! ¿Qué estás haciendo con ella?" Pero él no puede oírme, porque son palabras que nunca saldrán de mis labios. No quiero parecer esa chica. - Yo sólo comeré ensalada. Espero que esta noche hayan tenido la delicadeza de no tratar de envenenarme....

-Felicia, nadie ha tratado de envenenarte... -Le dice Cedric, como tratando de tranquilizarla.

-Tres palabras para ti. Palmitos. De. Cangrejo. ¿Ese no te parece un intento de homicidio? He visto CSI, cariño, y sé cómo se ve cuando alguien trata de envenenar a alguien más. - Me clava una fulminante mirada, y tengo que apartar el rostro, porque voy a terminar soltando una sonora carcajada que no estaría muy segura de cómo justificar.

-¿Por qué no comemos? - Sugiere el señor, tomando el cuchillo eléctrico y sacando una primera rebanada del pavo.

Nadie dice nada, pero todos estamos de acuerdo. Después de todo, es descortés hablar con la boca llena de comida, así que eso nos ahorrará la incomodidad del silencio que no tiene razón de ser.

Reviso el reloj de mi teléfono, y me percato por primera vez de lo tarde que es. Son las once y media, o como me gusta pensarlo, hora de escapar de la peor pesadilla a una no tan mala.

Termino de comer rápidamente y me excuso, diciendo que llamaré a mi prima Anna -la misma que fue mi Guardiana en el Festival del Destino-como lo he hecho todos los años desde que tengo memoria.

Nadie sabe esto, pero los dos últimos años no ha atendido mi llamada. Aún así, puedo usar eso a mi favor, y nadie nunca se dará por enterado.

Salgo al porche trasero, y me armo de valor para buscar su teléfono en la brillante pantalla del teléfono. No haber traído la manta conmigo fue un error. Estoy congelándome, y el viento helado castiga mis brazos y piernas desnudos. Será un hermoso vestido, pero no es muy práctico dadas las condiciones climáticas de Cinderbury.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora