10. Doogie Howser (pt. 2)

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Cruzo los brazos y los apoyo encima de mis rodillas para poder hacerme un ovillo.

Tal vez no voy a matar a Cedric después de todo. Tal vez hable con él al respecto, y le reclame por la -más reciente-invasión a mi privacidad. Él no puede ir por el mundo contestando llamadas ajenas, mucho menos intencionalmente, porque sé que fue así. Casi puedo visualizar ese brillo malévolo en sus ojos claros, y aunque siga temblando, sonrío.

Maldito Samuel.

Estúpido Samuel.

Escoria de la humanidad-Samuel.

Supongo que no aunque no lo esperaba, esta última conversación telefónica ha revelado otra parte del chico que creía conocer, pero que en realidad permitió que los últimos dos años lo cambiaran.

Papá llega a las once y media para despedirse, y al no encontrarme afuera como la buena hija que quiere que sea, dócil y sumisa, pierde la compostura, o al menos eso lo que Cedric dice en el mensaje que acabo de recibir. Casi podría perdonarlo por haber contestado mi teléfono, pero no lo haré hasta haberlo puesto en su sitio.

-Abril, ¿puedo hablar con usted? - La cabeza rubia de Trest asoma por entre la puerta de mamá. Sigo tratando de tranquilizarme en la seguridad del corredor, pero parece que no soy la única que necesita un respiro. Su pelo siempre perfectamente cepillado hacia un lado está hecho un desastre.

-Uh, claro, ¿de qué se trata? - Cierra la puerta detrás de sí y con un gesto me indica que lo siga a una sala en la que solamente hay un escritorio y una silla, mobiliario genérico de hospital. Me volteo para mirarlo, y me doy cuenta de lo preocupado que está. No se supone que el médico se preocupe, se supone que mantenga la calma, se supone que...

-Me temo que no puedo permitir que el señor Ros entre a ver a su madre, Abril.

-Está bien, puedo pedirle a Rose que espere...

-No, eso es lo de menos.

-¿Entonces qué pasa?

-No hay una manera fácil de decir esto, pero... -Se queda en silencio con la mirada clavada en el suelo.

-Puede sólo decirlo, doctor.

-Ayer en la tarde un psicólogo forense de la policía de Ashbury se reunió con su madre para hacer algunas preguntas de rutina, y encontró varias incoherencias que llevan a pensar que los hechos que la trajeron aquí en primer lugar no fueron causados por ella misma.

-¿Perdón?

-Necesito preguntarle, y le pido que conteste con toda la sinceridad si sabe algo sobre eso.

-¿Está insinuando que...?

-La teoría de las autoridades es que esto fue obra de alguien más, pero que ella lo está encubriendo. Muestra signos de abuso crónico, y esto podría ser una manifestación del Síndrome de Estocolmo, por lo que el señor Ros es el primer sospechoso.

Mi padre un abusador. Sí, ciertamente suena como él, pero ¿homicida? ¿Capaz de lastimar a mi madre? Nunca le ha levantado la voz, o se ha enojado al punto de amenazarla.

Por otra parte... Esta podría una oportunidad única. Podría decir algo sobre el golpe, podría desquitarme y nunca más tendría que tener miedo, pero...

Si papá se entera de que abrí la boca, cuando regresemos a casa estaré muerta.

No sé de qué grado de literalidad estemos hablando, pero en cualquier caso, no será nada bueno.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora