6. Regina Dubh (Pt. 1)

331 46 15
                                    

Me alegra ver que la única marca que queda en mi mejilla es ese característico resplandor amarillo de un moretón que ha sanado casi por completo. "Casi" es la palabra clave aquí.

Casi lista para salir, vestida casi perfecta para la ocasión, casi a tiempo para cruzarme con Samuel cuando estuviera saliendo de la Biblioteca esa mañana; casi lista para morir de la ansiedad, y de la desesperación; tengo casi memorizadas las respuestas a todas las posibles preguntas que la Bibliotecaria pueda llegar a hacerme, casi todo mi futuro depende de este día. Está bien, no, sólo en esto se trata de un todo. "Todo" mi futuro depende de esta reunión, y no quiero arruinarlo.

¿Por qué no estuve tan nerviosa hace casi un mes cuando debía reunirme con ella? No lo sé.

-¡Abril! ¿Lista? - Pregunta mi padre desde el pie de las escaleras. Esta vez no va a ser tan flexible, y dejarme ir sola. Creo que su plan es pararse junto con los guardias de la oficina de la señora Dubh a esperar a que las puertas vuelvan a abrirse y yo salga triunfante, Libro -o por lo menos Llave-en mano.

Demonios, mi estómago da un salto, un giro, ¿o ese fue mi corazón? Difícil decirlo a ciencia cierta.

-¡Ya voy!... ¡Por favor, Abril, contrólate! - Me digo, al detenerme junto al espejo de mi armario. La Abril que llegó de Nueva York estaría tan avergonzada de mí. Pero mira nada más el manojo de nervios en que me he convertido... Patética.

¿Qué es lo peor que podría pasar? Seguiré viviendo como lo he hecho hasta ahora. No ha sido tan malo, ¿o sí? De hecho debería sentirme afortunada. ¡Hay cosas que no sé! Aún existe el factor sorpresa en mi vida...Todos lo dicen: la ignorancia es un regalo también, ¿no? ¿NO?

-Lista. - Me reúno con mi padre que me escruta de pies a cabeza, en la puerta principal. Asiente en señal de aprobación y toma las llaves del auto de la mesa del recibidor.

Mamá nos alcanza cuando salimos al porche para despedirse de nosotros.

-Todo saldrá estupendamente bien, querida. No tienes de qué preocuparte.

-Lo sé, mamá. - No, la verdad es que no lo sé, pero lo mejor para ambas es que le siga la corriente. Que alguien más lo diga hace que parezca más tangible, como si el éxito de mi reunión fuera una realidad.

-¿Qué harás tú, Sue? - Pregunta papá, después de darle un sonoro beso en la frente.

-¡La navidad está a la vuelta de la esquina! Con la mudanza y todo lo que ha estado pasando últimamente, perdí la noción del tiempo por completo, así que mi meta del día es que este lugar esté a tono para las fiestas para el final del día.

-Esa es una idea fantástica, querida. Llámame si necesitas cualquier cosa, ¿está bien? Deberíamos ponernos en camino.

Mamá tiene razón: con tantas cosas en la cabeza, olvidé por completo comenzar los preparativos de mi plan de contención para las fiestas.

No soy una gran fanática del espíritu festivo, por lo que todos los años desde hace más o menos una década planeo algo para zafarme de las interminables reuniones familiares que parecen alargarse hasta el fin de los tiempos. Los últimos dos años fueron un respiro de tanta jovialidad navideña porque mis padres no querían contestar ninguna pregunta, y preguntas por montón es precisamente lo que surge en este tipo de eventos.

Este año, sin embargo... me temo que no tengo otra opción.

Tengo que concentrarme para poner una pierna detrás de la otra cuando bajamos del auto. Caminar en línea recta ya suponía un desafío para mi sentido del equilibrio, ni hablar de manejar mis extremidades coordinadamente con los nervios a flor de piel.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora