-¿A dónde vamos?
-No a casa. - Contesta secamente.
-¿A qué...?
-Cállate, ¿quieres?
Me enfurruño en el asiento del copiloto, deshaciéndome de los malditos zapatos, y abrazando las rodillas contra mi pecho. Entierro el rostro en el pequeño espacio que queda, y me permito derramar un par de lágrimas. Ha sido uno de los peores días de mi vida, y algo me dice que no ha terminado todavía.
Gira y casi derrapa en algunas de las curvas rumbo a sólo Dios sabe dónde, pero eso no es razón suficiente para mantenerme despierta. Me quedo dormida veinte minutos después de haberme acomodado junto a él, y lo que me despierta es el silencio. Ni el motor, ni su respiración, nada. Silencio total.
Abro los ojos lentamente y veo su silueta a un par de metros del auto, con un cigarrillo encendido entre los dedos, recortada en la oscuridad.
Sé dónde estamos.
-¿Por qué me trajiste aquí? - Miro a mi alrededor. Aunque ahora está oscuro, y las lluvias han hecho estragos en este lugar, sigue siendo el rincón del universo al que me llevó aquella primera tarde después de ir a la UA, cuando todo parecía ir mal. No es que sea muy diferente a mi situación actual, pero siento que todo ha cambiado desde ese entonces.
-Porque no querías ir a casa. - Responde sin mirarme.
-Eso no responde a mi pregunta.
-Creo que no sabes cómo funcionan las preguntas, Abril.
-Sé más explícito en tus respuestas.
-No puedo llevarte a casa hasta que puedas caminar en línea recta. Empieza a practicar. No nos iremos de aquí hasta que me convenzas.
-¿Por qué haces esto?
-Porque me prometí que no iba a permitir que alguien más pasara por lo que Cora pasó. Si tu eres ese alguien, por el momento, no me queda más remedio que ayudarte.
-Nunca pedí tu ayuda.
-Nunca la ofrecí.
-La idea de ser tu obra de caridad me repugna. Si tienes algún tipo de deuda de honor contigo mismo o cualquier estupidez de ese estilo, puedes conseguirte a alguien más.
Me doy la vuelta, dispuesta a volver a sentarme en el auto, y esperar hasta que se dignara conducir a casa, pero no puedo dar un paso antes de que sus dedos se cierren entorno a mi muñeca.
-Necesito que me digas qué ha pasado.
-¿Por qué tendría que hablar contigo? Si mal no recuerdo, pediste expresamente que evitara volver a dirigirte la palabra si volvía a poner un pie en Ashbury.
-Madura, Abril.
-No, pero en serio... ¿Qué se supone que deba hacer? Ya me había hecho a la idea de no volverte a ver, -completamente falso-y vienes buscándome como el caballero de brillante armadura que pretendes ser. ¿Cómo puedo hacer ambos papeles al tiempo? ¿El de villana y el de damisela en peligro?
-Estaba muy enojado, ¿está bien? Dije muchas cosas que hubiera preferido callar, pero ahora no tiene caso. Me doy cuenta de que conseguiste a alguien más a quién complicarle la vida, y no tengo ningún problema con eso, - espero que eso también sea completamente falso-pero no creo que esté ayudándote con Tomás.
-Tú también vas a pedirme que me aleje de Samuel.
-Puedes hacer lo que se te venga en gana. No voy a pedirte nada, sólo estoy tratando de hacerte entrar en razón. Vives en relativa paz cuando él está lejos de ti, ¿por qué fomentar el caos trayéndolo de vuelta a la primera oportunidad que se te presenta?
ESTÁS LEYENDO
Las Crónicas de Ashbury: El Libro
FantasyAbril Ros ha regresado a Ashbury después de dos largos años en el exilio, lejos de sus amigos, lejos de su vida, lejos del escándalo que se desencadenó después de esa fatídica noche en el Festival del Destino. Ahora que está de vuelta, tendrá que...