4. El Rojo es mi Color (pt. 1)

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-¡Abril, abre la puerta, ¿quieres?! - Pide mamá desde la cocina. Papá salió temprano en la mañana para ir a jugar golf con los Canonach, así que puedo estar tranquila, pues Cedric no se aparecerá por aquí hoy.

Miro por el ojo de la puerta antes de abrir, y veo que Samuel está del otro lado.

Siento un nudo formándose en mi estómago, por decir lo menos, así que trato de tranquilizarme un poco antes de abrir la puerta. Me miro en el espejo del recibidor, y me doy por vencida con mi pelo. No hay mucho que pueda hacer ahora mismo, así que lo recojo en una descuidada cola de caballo, y trato de disimular los oscuros círculos bajo mis ojos pellizcándome las mejillas.

¿Por qué me esfuerzo tanto? Es Samuel, no es como si él no supiera qué es lo que está comprando.

Y ese fue un comentario terrible.

Abro la puerta, con la sonrisa que había ensayado en el espejo segundos antes empastada en la cara, pero ésta deja de ser fingida y empieza a sentirse natural.

-Buenos días, hermosa. - Dice, devolviéndome la sonrisa y abrazándome por la cintura.

Vaya, eso es nuevo. Nuevo e interesante. Aún no decido si me agrada, pero en este momento es irrelevante.

-Esto es... diferente. - Contesto, tratando torpemente de entrelazar mis dedos detrás de su cuello, como Allie en "The Notebook", pero es inútil. Rachel McAdams hace que parezca sencillo, cuando en realidad es un desafío.

-Pero es un buen "diferente", ¿no es así?

Sólo sonrío. Al menos yo todavía no sé cómo contestar a esa pregunta, pero la pequeña voz en el fondo de mi cabeza está convencida de que esto está condenado al fracaso.

-¿A qué debo el honor de tu visita? - Aún no me ha soltado, pero ya estoy un poco más lejos de él. De esta forma me es más fácil verlo a los ojos, pese a los mechones de su pelo negro como el ébano que descansan permanentemente sobre su frente.

-Pensé en venir a verte, y a preguntarte qué planes tienes para el día de hoy.

-Eso podías hacerlo por teléfono.

-¿Y perderme el gusto de verte? ¡Ja! Si, claro...

-Eres un adulador, ¿lo sabías?

-¿Está tu padre en casa? Tengo que halagar su corbata, y sus calcetines, y tal vez el corte de cejas que lleva hoy...

-¿El corte de cejas?

-No tengo nada que perder, ¿o sí?

-Para responder a tu primera pregunta, no, no está en casa, así que puedes entrar.

-¿Y cuándo está no puedo hacerlo?

-Sinceramente no tengo idea. Últimamente las cosas no andan bien, así que... No lo sé. Es complicado.

-Si la vida te da limones...

Nos dirigimos directamente a la cocina, donde mi madre está terminando con los platos del desayuno.

-¡Ah, Samuel! Qué gusto verte de nuevo.

-Lo mismo digo, señora Ros. Se ve especialmente bien esta mañana. - Le dirijo una mirada que busca ser acusadora pero que termina siendo una mueca más que cualquier cosa, por lo que suelta una carcajada por lo bajo cuando mi madre se da la vuelta.

-No tienes que esforzarte tanto, Samuel. Abril me contó todo ayer en la tarde, así que ¿por qué no te sientas y tomas algo antes de empezar?

-¿Empezar a qué? - Pregunto, con los ojos desorbitados.

Las Crónicas de Ashbury: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora