CAPÍTULO 37

445 82 24
                                    

Ese día había vuelto tarde del trabajo. El sol ya se había ocultado hacía rato, así que tuve que enviarle a Marcus un mensaje de texto para avisarle que no me esperaran para cenar. Ya me ocuparía de alimentarme. Por suerte, Caleb, uno de los jefes más considerados que una vez conocí, consiguió para todos los trabajadores comida china. Así que usábamos palillos mientras revisábamos y corregíamos un nuevo manuscrito.

— ¿En serio? — pregunté cuando Caleb se acercó a mí con curiosidad para comprobar mi progreso — ¿La secuela de Amores Espaciales?

— Sí, esta mañana llamó Felix Carlos, diciendo que tu discurso lo había motivado, y que había estado los últimos tres días escribiendo la continuación de la novela. Es un tipo raro, al parecer no durmió ni se duchó en esos días. Cuando fui a su casa a buscar el manuscrito... su aspecto me dio un poco de miedo.

— Me imagino la imagen — dije casi en un susurro.

— Y por supuesto, pidió que tú, Diana, fueras la encargada de su secuela, ahora no sólo te encargarás de su corrección, también será importante tu opinión en la toma de decisiones en publicidad y portada.

— Wow — exclamé mostrándome sinceramente sorprendida. No sabía bien cómo tomar esta nueva noticia. Por un lado, eran buenas, pues, la editorial confiaba en mí para darme más autonomía y decisión en mi proyecto, era un crecimiento evidente, pero por el otro, me colocaba de un mal humor inmediato al pensar que tendría que volver a saber de las aventuras de la alien infiel y del científico sin vergüenza —. No sé que decir.

— Deberías alegrarte... — Caleb me sonrió de manera honesta y luego se apoyó sobre la pantalla de la computadora con el brazo y se inclinó un poco en mi dirección, como si tuviera que decirme algo que sólo yo debía escuchar —. Ayer hubo una reunión y se habló de ti. El presidente está pensando en ascenderte. Por supuesto, yo estuve de acuerdo, creo que tu potencial se está desperdiciando en tu puesto actual.

Abrí la boca en una expresión de sorpresa. ¡Estaba escalando muy alto en la editorial! Caleb no lo dijo explícitamente, pero algo me decía que él había tenido algo que ver en la decisión del presidente en ascenderme.

— Por supuesto, si te preguntan tú no oíste nada de mí — llevó un dedo a su boca en un gesto para que guardara silencio. Yo asentí como si cerrara un pacto de silencio. Y luego me sonrió ampliamente, el brillo de sus labios, me aceleró el corazón.

Caleb era un buen chico, y estaba segura que siempre podría contar con él. También estaba segura que sería el chico que cualquier mujer desearía como pareja, inteligente, educado, respetuoso, claro, además de atractivo. Sólo necesitaba voltear un poco para descubrir al resto de las empleadas suspirando por él o espiándolo furtivamente por entre medio de las pantallas de las computadoras. Y sí, también había algún que otro hombre que se maravillaba por las virtudes y la apariencia de nuestro querido jefe.

Sí, si pensara así, y lo comparara con Marcus... si los pondría a ambos en una balanza.

Me fue imposible imaginarme hacia qué lado se inclinaba, por más que lo intenté. Me sentía bloqueada, como si hubiera un paredón que escondía mi corazón en una prisión, y por más que este gritara y latiera con fuerza, me era imposible escucharlo a través, me era imposible llegar a él y descubrir a quién guardaba en su interior.

Ambos eran una buena opción. Eso era claro. La diferencia estaba en que Caleb era mucho más relajado que Marcus. No, no era sólo eso, Caleb era muy distinto a Marcus, nunca podría parecerse a él.

Volví a imaginarme aquella balanza. Fue imposible, se mantuvo quieta, en completo equilibrio. Todavía no podía elegir, tenía que derribar ese muro, tenía que aplastar a la cucaracha, tenía que acallar a mis demonios que no me dejaban escuchar lo que mi corazón quería.

FLASHBACK IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora