CAPÍTULO 51

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Sentí que la desesperación comenzaba a apoderarse de mi cuerpo de manera lenta y pausada, con cada segundo que pasaba y los hechos se volvían más claros para mí.

Di media vuelta, dejando la cuna a mis espaldas, y corrí hasta el pasillo. Me adentré en la habitación de Karla, sin tocar a la puerta ni importarme despertarla o molestarla con el estruendo que produjo esta al chocar contra la pared.

Me maldecí a mí misma porque mi corazonada era cierta. La habitación en la que se estaba quedando la vieja bruja estaba vacía, no sólo eso, su maleta no estaba por ningún lado, al igual que el bolso de bebé de Jaseth y algunos de sus juguetes favoritos.

Me llevé ambas manos a la cabeza, y ceñí mis dedos en los cabellos de mi cuero cabelludo. La frustración me atacó con fuerza y casi me hace perder la razón.

— ¡He sido una estúpida! — me recriminé en voz alta. Escuché unos pasos entrar a la habitación y dirigirse hasta mi lado. Se mantuvieron en silencio, pero estaba segura que él estaba tan sorprendido como yo — Es todo mi culpa — le confesé sin poder mirarlo aún a causa de la vergüenza —. Si no me hubiera relajado sólo porque ella... — se dio por vencida. Había creído su acto estúpido, en el que aceptaba ser la perdedora, que ya no interferiría en nuestra relación. Estaba feliz porque creí que me había librado de ella para siempre... qué equivocada estuve, qué estúpida y crédula.

Al final, ella era más vieja, y la experiencia me había ganado...

— ¿Qué haremos ahora? — me lamenté y las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, rodando por mi rostro, dejando una estela salada y amarga.

Las manos de Marcus me tomaron de los hombros y me obligaron a mirarlo. Su agarre me tomó por sorpresa, por lo que me arrancó de mis pensamientos fatalistas y sólo pude fijar mis ojos, temblorosos y húmedos, sobre los de él, que me miraban preocupados y desencajados, como si estuviera viviendo una pesadilla, de la cual no podía despertar.

— ¿Tienes idea a dónde pudo llevarse a Jaseth?

Negué un par de veces, sin poder detener el llanto.

— Piensa... — me rogó — ¿Qué fue lo que sucedió?

Abrí la boca y esta erró las primeras palabras. Pasé saliva para aclarar mi garganta y hacer más fácil la profusión de mi voz. Lo informé de los hechos a medida que lograba recordarlos en medio de la maraña de mi mente confundida y preocupada.

— Esta tarde discutimos en mi habitación... ella dijo que se daba por vencida — le dije y Marcus me miró extrañado, me sequé una lágrima con el dorso de mi manga y continué —. Parece que estaba mintiendo...

— ¿Dijo algo más? — insistió al ver que por ahora no teníamos nada.

Pensé, a tal punto que mi cabeza dolió un poco, pero lo recordé.

— ¡Ella dijo que volvería a España! — grité cuando las palabras de la anciana rebotaron en mi mente.

Las manos de Marcus abandonaron mis hombros al momento de revelar aquello.

— Iremos al aeropuerto — determinó Marcus. Yo lo seguí por detrás, cuando comenzó a caminar hacia la puerta principal. Yo no estaba tan segura de eso.

— Pero pudo ser una mentira también.

— Pero, por ahora, es lo único que tenemos.

Un maullido lleno de pena me detuvo un centímetro antes de abandonar el pasillo. Arthy lloraba sentada debajo del umbral de la habitación de Jaseth. Esa imagen me hizo que las lágrimas recobraran peso y cayeran una vez más. La felina y mi bebé habían trabado una gran amistad desde que estábamos viviendo en esa casa. Solían pasar un gran tiempo juntas. Y Arthy parecía amar recostarse en las siestas junto a su amita en la cuna.

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