CAPÍTULO 18

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Había pasado la fecha de entrega. Y la presentación del libro había sido todo un éxito. Se habían disparado las ventas, la autora estaba saturada de entrevistas, incluso había rumores de llevar la saga a la pantalla grande. Realmente habíamos hecho un excelente trabajo, lo cual hacía que me sintiera satisfecha y feliz durante todo el día. Marcus pareció notar esa repentina alegría de mi parte, me miró con curiosidad. Vi ese brillo de intriga en sus ojos, pero como estaba aplicando la ley del hielo, tuvo que tragarse la curiosidad.

¡Pero yo era diferente!, estaba tan feliz por ello que quería jactarme un rato de mi éxito y que me elogiaran, aunque fuera con Marcus. No, sobre todo con Marcus, quería que me dijera algo lindo, hacía mucho que no nos hablábamos, que no manteníamos una conversación como la gente.

Me paré frente a él con los brazos en jarra, él me miro sin entender mi repentino acercamiento, abrí la boca para explicarle mi éxito laboral, pero un atronador ruido me interrumpió. Era la puerta de entrada abriéndose de un portazo agudo y mi madre, hecha una tormenta, ingresó por ella.

Justo en el momento menos oportuno.

¡Justo cuando me había decidido a romper el hielo!

¡Maldigo el día que decidí darle una copia de la llave!

— Hija, estoy aquí — se anunció a pesar de que la podíamos ver perfectamente. ¡Madre!, la habitación tenía dos metros de largo, por supuesto que sabía que eras tú — ¿Dónde está la duendecilla más linda y traviesa del mundo? — se dirigió a la cuna con cara de abuela babosa.

— Mamá, ¿qué haces aquí? — le pregunté de manera enfadada. Mi madre entraba a mi casa, sin llamar, y sin saludar para querer llevarse a mi hija.

— Estoy de visita — me aclaró despertando a mi bebé para tomarla en brazos. ¡Qué mujer desalmada!, despertando a un bebé de su sueño —. Llevaré a mi nieta a pasear — y le giñó el ojo a Marcus, dándole a entender que le dejaba la casa para estar a solas. ¿Esta mujer nunca se cansa de interferir entre nosotros? —. Sé lo difícil que es cuidar de un niño pequeño, ustedes son jóvenes y necesitan tiempo a solas... — se rio de manera pícara — para ustedes, ya saben a lo que me refiero.

— No necesitamos eso, mamá.

No tuvo caso que tanto me quejara, además, era su nieta, no podía impedirle que la viera y la sacara a pasear.

Mi madre tomó a la bebé y salió de la habitación, despidiéndose de nosotros.

— Diviértanse — dijo —. Nosotras lo haremos. Saluda a tus papis. Diles adiós, Jaseth — Jaseth imitó el gesto de mi madre con la mano y ambas salieron de la habitación, dejándonos a los dos, a Marcus y a mí, solos.

¿Y ahora qué?

Pasamos un par de minutos en silencio. Él en su computadora y yo leyendo un libro. El silencio era tan incómodo que me impedía concentrarme en la lectura. Cerré el libro de manera sonora y lo dejé sobre la cama.

Caminé hasta posicionarme frente a Marcus. Él despejó la vista del computador, pero no se levantó del sillón.

— ¿Qué sucede? — me preguntó después de un rato de silencio, pero de miradas que iban y venían.

— Que me cansé de tu ley del hielo, eso sucede.

Marcus cerró la laptop y me miró fijamente, frunciendo el entrecejo.

— Pues, no se me ocurre otra manera con la que sobrellevar esto.

— ¿Qué tal hablando? ¿Por qué no me preguntas lo que sucedió esa noche que no llegué a casa?

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