EXTRA 2

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Unas horas después del sí, acepto.

Estaba mirando hacia la ventanilla del taxi. Abrí la boca con sorpresa al ver las hileras de casas edificadas, con forma cúbica, que resaltaban con sus colores llamativos, y que ascendían por una pendiente. Era como una montaña de casas. Era asombroso.

Esses bairros são conhecidos como favela.

Miré al hombre, cuya piel resaltaba en su oscuro color, quien estaba detrás del volante, sin despejar sus ojos de la calle. Por supuesto, no entendí nada de lo que dijo, pero para no parecer grosera, sólo me dediqué a asentir y dejar salir un gesto de comprensión.

— El taxista dice que esos barrios se los conocen como favela — me aclaró Marcus luego de mirar la respuesta dada por el traductor de su teléfono.

Miré de vuelta hacia la ventana. Así que esas eran las famosas favelas. Sonreí, había sido una buena idea venir a Brasil para la Luna de Miel. Recién bajaba del aeropuerto y ya estaba embobada con todo lo que veía.

— A Jaseth le gustaría esta vista — dije y percibí de inmediato un puchero en los deliciosos labios de mi esposo.

Sí, dije esposo.

— Pudimos haberla traído con nosotros — se quejó.

Yo lo miré sorprendida.

Jaseth se había quedado bajo el cuidado de mis padres, quienes dormirían en nuestra casa hasta nuestro regreso. Por supuesto, no menos importante, también se encargarían de alimentar a Arthy.

Me deslicé por todo el asiento trasero del taxi, y apoyé mi costado contra su cuerpo. Lo vi tensionarse en respuesta a mi provocación. Hice circulitos coquetos, con mi dedo, sobre la tela de su camiseta, justo por encima de sus abdominales. A través de la tela pude sentir los surcos creados por sus músculos cuadrados.

— Una luna de miel no es para niños — le dije, imitando una voz seductora.

De sus labios, escapó una risita condescendiente.

Se inclinó hacia mí para devorarme la boca, mi cuerpo cayó levemente hacia atrás, siendo empujado por su peso, debí sostener del asiento para que mi cuerpo entero no se recostara sobre toda la extensión del auto y el conductor pensara que éramos unos exhibicionistas que terminaríamos teniendo sexo en su auto.

Su mano de repente rodeó mi regazo y sus dedos se abrieron a lo largo de mi muslo, y me dio un pequeño pellizco en la piel, justo sobre el dobladillo de mi vestido, que me hizo brincar en el lugar.

Me alejé de él y le di veloces golpecitos en su mano juguetona, mientras mi rostro se encendía en rojo, hasta que logré que la alejara.

— ¿Estás loco? El conductor puede vernos.

— Nha, está concentrado en la carretera — se encogió de hombros y dio un pequeño beso en mi clavícula.

— Los autos tienen espejo retrovisor — le recordé.

Con eso pareció darse por vencido. Se separó de mí, se recostó contra la ventana contraria, apoyando su codo en la puerta y su rostro en su mano.

La mano que antes había estado torturando mi muslo, se deslizó por mi pierna, hasta encontrar mi mano. Entrelazó sus dedos con los míos.

Lo vi sonreír pícaramente. Debí mirar por la otra ventana, para ocultar todo mi bochorno reflejado en mi rostro rojo, mirando hacia el exterior. Mi corazón estaba latiendo como loco y eso que mi luna de miel recién comenzaba.

FLASHBACK IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora