CAPÍTULO 35

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Apresuré el paso para intentar interceptarlos y que no se encontraran.

Marcus estaba entretenido observando la pancarta con el menú, sin saber, que mi jefe caminaba en su dirección. Seguramente, ambos sin ser consientes, que se encontrarían uno con el otro. No se conocían en persona, eso era verdad, pero Caleb había visto una foto de Marcus y no dudaba que lo reconocería al verlo en persona. Y Marcus, por su lado, era lo suficiente intuitivo para adivinar quién era mi jefe sobre una multitud, por más que estuviera bastante congestionada y todos tuvieran aspecto y estilos de vestir parecidos. Podía ser muy intuitivo cuando se lo proponía.

Jaseth rio a carcajadas cuando apresuré el paso, ya que su cuerpo saltó en el lugar como un trampolín. La velocidad no es un juego, niña.

Apreté el paso lo mejor que pude. Los músculos comenzaban a quemar por llevar a Jaseth tanto tiempo en brazos. En ese momento me arrepentí por no haber traído conmigo el cochecito de bebé.

Me detuve de repente en medio de la sala al comprender algo. Talvez, lo mejor no era irrumpir en medio de esos dos, siempre existía la posibilidad de que ellos no se reconocieran y pasaran de largo, sin percatarse del otro. Talvez... talvez lo mejor era huir, esconderme en un lugar apartado en la sala de eventos, donde ninguno de los dos pudiera verme.

Antes de poder darme media vuelta y escapar de ese lugar, Caleb me detectó a lo lejos. Ya era demasiado tarde para abandonar el lugar, lo supe cuando levantó su mano a modo de saludo y luego encaminó sus pasos en mi dirección, alejándose de donde se encontraba Marcus.

Demasiado cobarde como para escapar justo frente a sus narices, me quedé inmóvil, con una sonrisa artificial y nerviosa, esperando a que se acercara a nosotras.

Caleb me saludó con una sonrisa hermosa y cálida. Podía saber por el brillo encandilado de sus ojos, que se alegraba de verme.

— Diana — dijo y luego miró a mi hija en brazos — y la linda Jaseth — la bebé lo saludó sacudiendo su manito en el aire. Había aprendido a saludar de aquella manera no hacía mucho y era tierno verla mover su manito de manera torpe.

— Caleb, les ha quedado genial el decorado — mentí, lo aborrecía en todo su esplendor. Pero estaba buscando una conversación rápida para distraerlo y poder sacarlo rápido de allí. Pero Caleb no se vio muy interesado en eso.

— Sí, fue trabajo del departamento de publicidad — me miró los brazos los cuales temblaban un poco por el sobreesfuerzo — ¿Quieres que cargue a la niña por ti? — preguntó amablemente.

Yo sonreí como respuesta, muy agradecida por su ofrecimiento. Pero antes de darle a Jaseth alguien la tomó primero de mis brazos.

— No es necesario, yo la cargaré.

Mi corazón se paralizó al escuchar su voz. Voz que reconocería en cualquier lugar y momento. Estaba muy acostumbrada a tenerlo cerca de mí, así que no necesité comprobarlo con los ojos para saber quién era el dueño de aquellas palabras.

Diablos, ¿cómo había llegado tan rápido aquí, si hacía un segundo estaba en la fila para esos bocados de chocolate?

Marcus intercambió a Jaseth por una bandeja llena de frutillas bañadas en chocolate. Se veían apetitosas, pero en ese momento tenía un nudo formado en el estómago y estaba muy segura que no sería capaz de probar ni una sin vomitar.

— Te he visto antes — dijo Caleb, mirando a Marcus con detenimiento y con un gesto amistoso. En cambio, Marcus, no lucía para nada abierto a entablar una amistad con él.

¡Mierda! ¡Esto se me estaba saliendo de las manos! ¡Y no sabía cómo actuar para detener la explosión!

— Ah, eres el chico de la foto — recordó mi jefe. Y yo maldecí internamente por su muy buena memoria.

FLASHBACK IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora