CAPÍTULO 49

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Caminé por el pasillo, sintiendo como mi corazón golpeaba con fuerza en mi pecho. Cuando llegué a la cocina, me encontré al friki y a Marcus hablando amigablemente, mientras el último le mostraba su colección de películas en VHS y DVDs. Cuando estuve cerca de ellos, Marcus me tendió una taza de café humeante en mi dirección, la cual recibí gustosa.

Miré al friki, se veía impresionado por la enorme colección de películas. Sí, nunca me había detenido a contarlos, pero estaba segura que triplicaba las centenas por mucho. Marcus verdaderamente era un amante del séptimo arte.

— Nunca entendí porque guarda todo estos DVDs si podría guardarlo en la nube o en la computadora, así sólo ocupa lugar físico, donde podría poner un buen sillón o cuadro — intercedí, sin poder contagiarme mucho de la emoción de ellos dos.

— No entiendes, a los cinéfilos nos gusta tener la película entre las manos, es una sensación especial — me informa Marcus con una sonrisa pequeña, sin apartar la mirada orgullosa de su colección.

— Como compañeros de literatura, estoy seguro que tú también debes tener un librero donde guardas tus libros — asentí informándole al friki que estaba en lo cierto. Constaba de varios estantes, con muchos libros, por supuesto no superaba el número de películas que conservaba Marcus, pero seguían siendo bastantes.

— Está en mi habitación — informé, recordando que allí la había armado más bien mudarnos a esta casa y ahí se había quedado. Incluso, ahora que ya no dormía allí, había pensado en convertir aquella habitación en una biblioteca personal. ¿Qué lector no sueña con tener una en su casa?

— ¿Para qué tienes un librero en tu habitación si puedes tener todos esos libros en tu celular o computadora? — me preguntó, era una pregunta que, por supuesto, no esperaba ser respondida.

Entonces lo entendí. De la misma manera que a mí me gustaba abrir un libro y estrellar la nariz sobre sus páginas, de la misma manera, en contra de las conveniencias, Marcus prefería llenar toda una pared de sus películas, antes que guardarlas virtualmente.

— Ya veo..., tiene sentido — desistí de intentar negarlo. Y luego le di un sorbo al café.

En eso llegó Karla cargando a Jaseth, donde la depositó sobre la alfombra de la sala, donde aún permanecían algunos juguetes desde la última vez que jugó allí. La vieja bruja al parecer había sacado a la bebé de la cuna más bien había despertado de su siesta. Cuando pasó a mi lado, me ignoró, seguramente aún quedarían rezagos de nuestra conversación anterior, que no hacía mucho había sucedido en mi habitación. Y por supuesto, hizo como si nadie estuviera allí, ni siquiera saludó al friki por cortesía. Sólo se sentó en el sillón de la sala y prendió el televisor para entretenerse un rato.

Ah, más no podía esperar de esa maldita bruja.

Miré a esos dos, que volvieron a hundirse en una conversación destinada a recordar una escena de un film algo olvidado. Ambos parecían entretenidos con su charla e intereses compartidos.

Intenté sostener mi expresión seria y no volcarla en una que mostrara mi desconcierto. Pues, no entendía por qué alguien tan atractivo podía congeniar tan bien con un friki..., ah, bien, estaba siendo muy prejuiciosa, pero al verlos, hablando tan animadamente de sus intereses, no pegaban para nada, sólo era una escena cómica y extraña, o eso me lo pareció.

En fin, la conversación de esos dos llegó, de manera abrupta, a su fin cuando el autor de Amores Espaciales, fue consciente de la hora. Se le hacía tarde.

— Debo marcharme — se despidió —. Diana, volveremos a vernos para continuar con el guion y ...

— ¡Marcus! — la voz de la anciana nos interrumpió y nos instó a girar nuestros rostros en su dirección, algo preocupados por su repentino llamado.

FLASHBACK IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora