CAPÍTULO 45

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Ingresé a la oficina actuando lo más natural posible. Pues, no quería demostrar que estaba nerviosa, si lo hacía, el presidente podría sospechar.

Di pequeños pero decididos pasos, hasta situarme en el centro de la sala. Justo frente al enorme escritorio, allí me senté sobre la silla que estaba, evidentemente, vacía y dispuesta para mí.

Mis ojos pasearon por las personas que se encontraban detrás del escritorio. Eran cuatro. En el centro, por supuesto, estaba el presidente de la editorial, cual nombre nunca me molesté en aprender. A su derecha estaba Caleb, quien me envió una mirada acompañada de una pequeña sonrisa a modo de saludo. Aquel gesto de su parte me tranquilizó un poco. Si Caleb estaba sonriéndome, talvez no me habían llamado para despedirme, ¿no? Y por fin, del lado izquierdo al presidente general, se hallaba un hombre con unos lentes para los ojos algo extraños, estaba segura que ya lo había conocido antes, pero a causa de los nervios inusitados en ese momento, no podía recordar de quién se trataba, ni que tan relevante era su presencia en la editorial. Y, por último, había una mujer, seguramente en sus cuarenta, bastante impresionante en aspecto y presencia. Se veía muy sofisticada. A ella sí que estaba segura que nunca la había visto en mi vida.

Sentí el cuerpo incómodo en ese pequeño segundo de silencio que precedió a la voz del anciano. Sí, fue un segundo, pero pasaron tantos pensamientos por mi mente que pareció durar varias horas.

¿Qué excusa debía darle?

¿Cómo podía justificar mi inocencia?

Me insulté a mí misma por no prever esto. ¿Cómo había podido ser tan idiota de no ensayar una coartada con anterioridad?

Siempre que armaba un plan, preparaba diferentes soluciones para distintas posibilidades, pero estaba tan confiada en el plan de venganza, que nunca creí que pudieran descubrirme, estaba segura que no había dejado ninguna pista que me ensuciara y delatara.

¡Y ahora ya era demasiado tarde para inventarme una excusa, una mentira que tuviera sentido!, tendría que improvisar en el acto y acorde a sus palabras y a lo que ese anciano había descubierto.

Sentí mis nervios crisparse cuando, después de ese eterno segundo, el presidente me saludó.

— Diana, hacía días quería encontrarme contigo — abrí la boca mientras lo miraba fijamente.

No sonaba para nada intimidante o enfadado como esperé que sonaría una persona que descubría que una de sus empleadas había realizado mil artilugios para deshacerse de otra.

— Realmente estoy impresionado por todo el trabajo que has hecho por la empresa hasta el momento — ¿Qué diablos?, no me esperaba esto para nada, y yo que ya estaba preparándome para lanzar mis lágrimas de cocodrilo —. Estoy muy orgulloso de ti y muy feliz de haber decidido contratarte.

Realmente no podía creer lo que estaba escuchando. No iban a despedirme, no, todo lo contrario, el anciano había preparado esta reunión para elogiarme, al parecer.

— Gracias, señor presidente, me halaga, pero yo sólo hice mi trabajo. Sin la asistencia de Caleb, seguro no hubiera llegado muy lejos — dije fingiendo algo de modestia. Pues, voy a admitir que no era humilde para nada, era muy consiente de mis habilidades, no sólo para realizar planes y maldades, generalmente solía destacar en todo lo que me proponía. Y era aún más satisfactorio esconderme detrás de una falsa modestia, así, de esa manera, dejaba una imagen aún más cálida de mi persona, y en consecuencia, personas como el presidente terminaban por amarme.

Suspiré con alivio al comprender que estaba fuera de peligro, en cambio, Caleb se tiñó de rojo de inmediato por mis palabras.

— No, no fue para tanto. Yo sólo la guie un poco al principio, hasta que logró adaptarse por completo al trabajo de correctora — aclaró mi joven jefe, ensalzando mi imagen aún más frente al anciano presidente.

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