CAPÍTULO 2

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— ¿Qué? ¿Qué haces aquí?

Marcus ignoró mi pregunta e ingresó a la habitación sin que yo le diera permiso. Dejó la maleta que traía consigo en un rincón de la habitación y se dirigió a la cuna para ver a nuestra hija, la cual ya iba como por el quinto sueño de la noche.

La miró por unos segundos y luego la arropó con una pequeña sonrisa paternal en los labios.

Me quedé un minuto en silencio e inmóvil, con la mano todavía en el picaporte. ¿Qué diablos estaba haciendo Marcus en mi habitación? ¿Y entrando como pancho por su casa?

— ¿Y esa maleta?

Marcus apartó sus ojos de nuestra hija para intercambiar una mirada de mí a la maleta. Se encogió de hombros y respondió un — Son mis cosas — como si fuera la obviedad más grande del mundo.

— ¿Tus cosas?

— Sí.

Realmente no lo entendía... o puede que sí y me estuviera haciendo la idiota.

— Eso no es lo que pregunto. Lo que quiero saber es qué diablos hacen tú y tus cosas en mi habitación.

— Ahora es nuestra habitación.

— ¿Qu-? — la pregunta se atoró en el fondo de mi garganta a causa de la sorpresa.

— Que me estoy mudando — aclaró y yo abrí los ojos al entender por dónde iban sus palabras — aquí, contigo y Jaseth.

— No recuerdo haber estado de acuerdo con eso.

— Si no quieres irte a mi casa, pues yo me mudaré a la tuya

Fue recién cuando cerré la puerta, pero lo hice dando un portazo, cosa que me arrepentí segundos después al escuchar el llanto de la bebé. Diablos, a veces me olvidaba que ahora vivía con una beba recién nacida.

Caminé en dirección a la cuna, pero Marcus me ganó de antemano. Escabulló sus manos al interior de la cuna y tomó entre brazos a la bebé llorosa. La recargó sobre su pecho y luego de que le hablara algo entre susurros, que no llegué a escuchar, su llanto se apaciguó y vi como su respiración se volvía rítmica, una vez más.

— Tienes que aprender a ser más silenciosa — me regañó Marcus, mientras hamacaba su cuerpo de manera lenta y al ritmo de una nana muda.

— Si no dirías estupideces esto no hubiera pasado — dije mientras apretaba el tabique de mi nariz con fuerza, como si pudiera contener mi furia de esa manera.

Marcus, luego de comprobar que Jaseth estaba dormida, la depositó sobre la cuna y la tapó para que no pasara frío.

Yo, por mi parte, caminé hasta el rincón donde estaba su maleta, la tomé de la manija y caminé con ella hasta la puerta. Se la extendí para que la tomara, pero él la miró con muy poco interés.

— Tómala y vete.

— No me iré a ninguna parte.

Marcus se sentó en mi cama y se cruzó de brazos. Parecía un niño caprichoso, que hace un berrinche cuando no le hacen caso.

— No entiendo por qué estás aquí si tienes una enorme casa para ti solito — le dije parándome frente a él y con los brazos en jarra. En mi voz pudo escucharse un poco de rencor. Él tenía una enorme casa y yo esta sucia y diminuta habitación, y, sin embargo, él prefería quedarse aquí, robando más espacio del que hacía falta. Era una habitación muy pequeña para dos personas adultas y un bebé.

— No tiene sentido que viva en esa casa solo, cuando Jaseth está en esta horrenda habitación.

— No te necesitamos, así que puedes volver.

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