Muchos años después del sí, acepto.
De lo más profundo de mi garganta salió un grito desgarrador. Me tapé la boca, ahogando un quejido totalmente colmado en desespero.
No, no podía ser cierto.
No...
— ¡¿Qué sucede, Diana?! — Marcus no tardó en acudir a mi berrinche. Atravesó la puerta en menos de lo que canta un gallo, y caminó hasta mí — ¿Por qué lloras?
Se paró frente a mí, y tomándome por los brazos, suavemente y con cuidado, como si temiera hacerme algún daño, me inspeccionó con su vista el cuerpo entero, buscando algo que no estuviera bien. Incluso elevó mi brazo, sosteniéndolo por la muñeca, para comprobar mi costado.
— ¿Qué tienes? — volvió a insistir. Podía ver en su expresión que estaba verdaderamente preocupado.
Yo me señalé la cabeza.
Marcus tomó mi rostro con ambas manos e inspeccionó la zona señalada, pero el ciego no se daba cuenta.
— ¿Qué hay?, yo no veo nada.
Me señalé con más insistencia, en un punto en específico. Marcus se acomodó los lentes, estrechó los párpados y volvió a hacer otro intento.
— ¿No lo ves?
— No, ¿qué sucede?
— ¡Estás ciego y yo canosa! — chillé mientras de mis ojos se desparramaban más lágrimas — ¡Me estoy volviendo vieja!
Marcus abrió la boca sorprendido.
— Aun que debo admitir que los lentes te quedan sexys... — dije refregándome los pómulos húmedos.
Él sonrió con ternura por mi comentario y me abrazó contra su pecho.
En los últimos años Marcus había comenzado a usar lentes, pues, su trabajo lo obligaba a pasar altas horas frente al ordenador, lo que había terminado por percutirle la visión.
— En serio, no te ha salido ninguna cana — dijo apretando mis mejillas como si fuera una niña. Yo hice un puchero de frustración.
Y seguimos discutiendo un rato más, si se trataba o no una cana. Yo estaba histérica, era mi primera cana, de aquí en más, sólo me volvería más vieja, horrenda y arrugada.
— Ya puedo verme las patas de gallo — dije, estirando la piel de la comisura de mis ojos.
Marcus rio.
— Estás exagerando.
Me giré a verlo. Marcus estaba tal cual, no... estaba mucho mejor. Cada año que pasaba le sentaba mejor que el anterior. ¿Acaso este hombre tenía un dios a parte o qué? Como dice el famoso dicho: Cuando más arrugada la pasa, más dulce. Por supuesto, yo no me quejaba, ya que toda esa pasa me pertenecía por completo.
— En unos años me volveré horrible. ¿Allí ya no podrás decir que exagero?
— Eso es imposible, para mí seguirás siendo la más hermosa de todas. No puedo esperar a verte viejita y arrugada. Así cascarrabias como eres — dijo y me cubrió la cabeza con ambos brazos, apoyando mi rostro contra su pecho.
Yo me pregunté si se estaba burlando de mí, o lo decía en serio.
Me limpié las lágrimas en su camisa a modo de venganza.
— ¡Oye!, es nueva — dijo mirando el manchón en la tela, yo sonreí con malicia.
Marcus me sonrió de vuelta, y en su gesto tenía dibujado un: ¡me la pagaras! Y se lanzó a mí, buscando atacarme con cosquillas.
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FLASHBACK III
Romance*ADVERTENCIA* Esta historia es la tercera parte de "FLASHBACK". Puedes encontrar las precuela en mi perfil.