CAPÍTULO 7

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La entrevista no fue muy larga, al parecer mi actuación fue tan buena que logré convencer a la junta directiva en menos de quince minutos. Apenas ojearon mi currículum, ya que no paraba de hablar para distraer su atención hacia mí. Utilicé todas mis habilidades para convencerlos y enamorarlos de mí. Lo más difícil fue cuando tuve que hablar de Jaseth.

— Aquí dice que usted, señorita Bonho, fue madre recientemente — preguntó el más anciano de todos, el cual supuse, se trataba del presidente general de la editorial.

Debo admitir que tocar ese tema me generó cierta incertidumbre e hizo vacilar mi seguridad. Tener una hija tan pequeña podía jugarte en contra a la hora de buscar un trabajo, pero intentaría que mi peor debilidad se convirtiera en la mejor de mis armas, pues, después de todo Jaseth era una niña adorable y no había conocido a nadie todavía que no la amara.

— Sí, Jaseth se llama — dije levantándome de mi asiento, y me acerqué sin permiso al escritorio de los directivos. Busqué de manera veloz en la galería de mi teléfono un video de mi bebé jugando con un juguete mordisquearle que le había obsequiado Jeremy, ella lo agitaba de un lado al otro y se reía como un querubín por las burbujas que generaba el gel en el interior del mordedor —. Es ella, ¿no es adorable?

Los ancianos tomaron el celular de mis manos y juntaron las cabezas para poder ver en conjunto el video, lo reprodujeron y se rieron mientras veían a mi hija haciendo sus monadas. Incluso Caleb vio el video, pero él no se rio, lucía impactado. Seguramente no se esperó que yo tuviera una hija.

— Realmente es una ternurita — dijo el más anciano —. Me recuerda a mi nietecita — este sacó su propio teléfono para mostrarme una foto de un bebé.

— Oh, es hermosa — dije, aunque en realidad me importaba un comino su nieta.

— ¿Y el padre? — preguntó Caleb de repente, sus compañeros lo miraron de manera significativa, ya que se trataba de una pregunta algo indiscreta. Caleb se aclaró la voz al ver que había metido la pata —. Quiero decir — dijo revisando la carpeta que había sobre el escritorio —, en su currículum no dice que usted sea casada.

— Es cierto, me da un poco de vergüenza admitirlo, pero soy madre soltera — detuve mis palabras un momento para fingir que era difícil la confesión, tapándome la frente y mirando hacia abajo. Sus compañeros miraron al pelinegro de manera molesta, por ponerme incómoda —. Pero ese no es un impedimento para desenvolver mi trabajo de manera satisfactoria, no, aun mejor, daré todo de mí para darle a esta pequeña, que es la personita más importante en mi vida, el futuro que se merece. Si su padre es un imbécil, yo tomaré la responsabilidad por las dos. Disculpen la palabra, pero es que cuando pienso en ese... — actué un poco — hombre, se me salen los insultos del alma.

— No se preocupe, señorita Bonho, comprendo que el mundo está lleno de imbéciles. Mi hija también está cuidando su hija sola. El sin vergüenza desapareció cuando supo del embarazo.

— ¿Acaso ya no hay hombres de verdad? — pregunté mientras tomaba el celular de vuelta y lo apresaba contra mi pecho.

— Diana... digo, señorita Bonho, usted no necesita de ningún hombre para triunfar, es una mujer increíble. Pero, le aseguro que no todos los hombres son unos imbéciles, yo... digo todos nosotros podemos ver lo valiosa que es... ¡que es para esta empresa!

— Gracias, señor Caleb, es usted muy amable, pero sé que las posibilidades se cierran cuando se trata de una mujer como yo — dije y cerré los ojos con fuerza, con tanta fuerza que me dolieron, fue difícil, pero logré soltar una lágrima.

— Señorita, Bonho, Caleb tiene razón — dijo el presidente —. No se desprecie a usted misma. Pudo terminar una carrera universitaria, sola y con una hija, no cualquier mujer puede hacer eso. Valórese, que se lo merece.

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