CAPÍTULO 53

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Mis ojos se abrieron de manera repentina, sacándome de estupor de algún sueño que no logré recordar. Lo primero que hice fue mirar el reloj de mi celular, poniendo una mueca de disgusto de inmediato. Pues, había despertado una hora antes de que sonara la alarma que había puesto en mi celular. Odiaba que siempre me pasara eso.

Giré sobre mí misma, sintiendo como la suavidad de las sábanas blancas raspaban mi piel descubierta, hasta que mis ojos dieron con la figura de Marcus durmiendo a mi lado, sobre su costado, con la mitad del pecho cubierto por las sábanas. Su flequillo estaba algo despeinado, y su mejilla mullida contra la almohada. Centré mi mirada sobre sus párpados, que permanecían cerrados.

— Tiene pestañas largas — dije en mi mente al observarlas.

No pude evitar plasmar una enorme sonrisa en mis labios. Se veía hermoso. Me sentí afortunada, de inmediato, al entender que yo era la única que podía verlo así. Esa imagen de él, despeinado, era sólo para mí. Sus mañanas me pertenecían, por eso amaba cuando lograba despertar antes que él.

Por último, mis ojos se detuvieron sobre sus labios. Lucían tan deliciosos, rosados y carnosos. Estos comenzaron a adquirir un carácter imanado, pues, no podía parar de acercarme sigilosamente, cada vez, más cerca a ellos.

Posé suavemente, con temor a separarlo de Morfeo, mis labios sobre los suyos, y allí deposité un pequeño y efímero beso.

Cuando volví a alejarme, abrí la boca con sorpresa al descubrir que él me miraba con los ojos abiertos. Mi beso lo había despertado, a pesar de mi precaución.

— Lo siento — me disculpé por despertarlo, pues, era muy temprano aún.

Marcus sonrió levemente y negó con la cabeza, aún sobre la almohada.

— Está bien — aseguró —. En cambio... ¿tienes que ir? — me preguntó, mientras desaparecía aquella sonrisa de su rostro.

Su mano acarició mi mejilla, y sus ojos me miraron suplicante, como si de aquella manera pudiera convencerme de quedarme. Lo siento, Marcus, pero eso no va a funcionar conmigo.

— No puedo faltar, y lo sabes — lo regañé suavemente, mientras fruncía el entrecejo un poco, para agregarle gravedad a mis palabras —. Estuve involucrada en el guion.

— Lo sé, lo sé... — repitió como si fuera una obviedad, pero aún así no se veía convencido —, pero... me siento inquieto... es extraño — confesó de repente y yo lo miré extrañada —. Tengo un mal presentimiento.

Tomé su mano y la alejé de mi rostro. Me senté, apretando la sábana contra mi pecho, para cubrirme del frío mañanero.

— No tiene sentido — le dije seriamente.

— Lo sé — reconoció —, pero aún así, no puedo deshacerme de esta sensación.

Lo miré fijamente, analizando sus palabras. ¿Qué significado tenían oculto? Podrían tratarse de celos, ya que Marcus estaba consciente que volvería a encontrarme con mi jefe.

— Pensé que los celos habían quedado atrás... — le dije, entre ofendida y avergonzada. Pues, recriminarle aquellos celos e inseguridad de su parte me tornaba las mejillas de color rojas.

Marcus se sorprendió, se frotó el rostro con una mano, en un signo de frustración.

— Esta vez es diferente — aseguró —. Por favor... no vayas — rogó.

Negué una vez más. No importaba que se trataran de celos o de alguna corazonada extraña, no había manera de que pudiera ausentarme. Era mi trabajo, mi responsabilidad.

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