CAPÍTULO 20

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¡Marcus era un idiota y un patán!, ¡nunca había dejado de ser un patán!, juraba que no me engañó con esa maldita y sucia cucaracha, y cuando me descuidé dos segundos, ya estaba coqueteando con otra chica.

Caminé fuera del bar, hice un par de pasos por la vereda, hasta que Marcus logró alcanzarme.

— ¿Qué haces aquí?, la chica que se baña con refresco de cola, te está esperando dentro.

— Tú la bañaste en refresco... — no terminó la frase cuando me giré para verlo.

— Se lo merecía... lástima que no tenía un segundo vaso para bañarte a ti también.

— Sabes que yo no quería nada con ella, ¿verdad? — me mira medio de reojo, como temeroso de que se le sumara otra infidelidad al prontuario.

Suspiré, estaba cansada de pelear, discutir, día tras día, siempre había una nueva razón para gritar y recriminarle. Por esta noche, sólo por esta noche, no quería disgustarme con él. Quería que disfrutáramos del concierto en paz. Así que sí, esta vez debía reconocerlo. Había exagerado. Ahora, que el fuego de la rabia se había disipado y podía pensar fríamente, era evidente que ella estaba borracha e intentaba pegarse a él como una lapa.

Me senté sobre el cordón de la vereda y le respondí con la verdad, muy a mi pesar.

— Lo sé, pero de igual manera... me molesta — reconocí, lo que ocasionó que mis mejillas se tiñeran de rojo. Acababa de confesar que estaba malditamente celosa y que por eso había hecho de la chica una fuente de soda humana.

Marcus se sentó a mi lado y me sonrió con una enorme curva orgullosa. Sus comisuras se levantaron en un son de victoria. Sí, mis palabras, definitivamente le habían inflado el ego, aún más.

— ¿Eso quiere decir que todavía te pones celosa por mí? — me codeó las costillas de manera juguetona y yo no pude evitar que mis ojos rodaran hasta volverse blancos cual posesa.

— Sí, sí, como sea — Dios, esto era muy embarazoso. Intentaba actuar indiferente, pero estaba que moría por dentro.

— ¿Ah?, supongo que con ese tal Caleb no sucede, ¿verdad? — dijo a modo de chiste, pero algo en su manera de decirlo, me dijo que no sólo era un chiste, sus palabras guardaban una pequeña fracción de intriga, como si intentara comprobar que, en lo que respectaba a los celos, él seguía ganando.

Me tomé su pregunta en serio, a pesar de su tono jocoso, y pensé una respuesta sincera.

— No, nunca ha sucedido.

Y era cierto, nunca había pensado en Caleb de aquella manera, nunca había sentido este sentimiento destructivo en mi interior como cuando veía o me imaginaba a Marcus con alguien más, eso nunca lo había sentido con Caleb.

Me pregunté que se significaba eso.

Se hizo el silencio, y sólo hicimos un intercambio de miradas. Él me miró con alivio, intentando contener una sonrisa de alegría, y yo, lo miraba como se mira a un descubrimiento nuevo, uno que acabas de comprender.

Marcus miró hacia la calle de enfrente, clavó sus ojos sobre algo que no alcancé a enfocar. Pero supuse que se trataba de un gato o un perro correteando por un jardín.

Me tomó por sorpresa un toquecito en mi hombro, uno que me obligó a apartar la vista de la vereda de enfrente y fijarla en la cabeza de Marcus que descansaba sobre mi hombro.

Me pregunté qué debía hacer.

¿Debía apartarlo?

Talvez sí, pero la verdad es que, a pesar de todo lo que pudiera sentir en ese preciso momento, lo que menos quería era apartarlo.

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