CAPÍTULO 21

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Éramos sólo Jaseth, Carter y yo, en las calles de la ciudad. Pues, la banda de Carter había obtenido el primer premio. Habían dado un gran espectáculo, Carter había demostrado una gran mejoría en su canto, a tal punto que sus tonos alcanzados habían batidos sus propios récords, y los de otros también, Estrella se había lucido con un espectacular sólo de guitarra y el tipo alto, Jason, había marcado el ritmo con esas baquetas que llevaba a todos lados, de manera magistral. Realmente habían demostrado que tenían talento, pero lo triste de todo esto era, que, en el apogeo de su banda, en el momento más altivo, se habían separado.

Pensé que Carter estaría deprimido por la separación de la banda, pero no era nada como eso. Tenía una sonrisa en su rostro plasmada de lado a lado, mientras caminábamos a la par, yo empujando el cochecito de Jaseth y él cargando un bajo dentro de su estuche.

Por una parte, según propias palabras de Carter, estaba triste por ya no poder tocar con sus amigos, pero por el otro, se llevaba un gran recuerdo de los años que estuvo en la banda. Además, el jugoso premio en efectivo era su boleto de ida directo a cumplir sus sueños en la ciudad capital.

— ¿Puedes repetirme a dónde vamos?

— A festejar el triunfo de anoche — dijo y me sonrió.

— ¿Y eso dónde queda exactamente? — le pregunté.

— Ya lo verás cuando lleguemos... — Carter mordió una manzana, de repente, sin saber de dónde la sacó. E inmediatamente me pasó una a mí —. Toma.

Lo miré con curiosidad, ya que no lo había visto cargar con ellas.

— ¿De dónde las sacaste? — dije refiriéndome a la fruta roja, que lucía muy jugosa.

— De aquel puesto — dijo señalando, donde habíamos dejado un puesto de verdulería callejero, ya varios metros por detrás.

Dio un mordiscón a su manzana y dijo "está buena".

— ¿Le robaste las manzanas al señor ese? — miré al tal señor, el cual era algo robusto y lucía como alguien que no tuviera muchos amigos. Seguramente los ahuyentaría con su cara de perro rabioso.

¡Dios!, qué idiota este Carter en robarle a un verdulero que lucía como mafioso.

— Vamos, son sólo dos manzanas.

Le fruncí el ceño. Y detuve el rodar de las ruedas del cochecito, lo que ocasionó una risa por parte de Jaseth.

— Tienes que ir a pagarle las manzanas.

Carter también se detuvo, miró detrás de sí y se encogió de hombros, como si no fuera la gran cosa.

— Crees que ese tipo se tomará bien si le decimos: venimos a pagarte las manzanas que te robamos hace quince minutos. Yo creo que estaríamos firmando nuestra sentencia de muerte.

Miré al aludido, este se cruzó de brazos y escupió una bola de saliva sobre la vereda, a unos centímetros de sus pies. Carter en algo tenía razón, no creía que un bajista flacucho, una chica y una bebé pudiéramos hacer mucho contra ese cerdo salivoso.

— Por esta vez te lo dejaré pasar — le regañé, reanudando la marcha.

Mientras con una mano empujaba el cochecito, con la otra sostenía la manzana a centímetros de mi rostro. Al final, me decidí en darle una mordida. El jugo dulzón fue un placer a mis papilas gustativas.

— Es la manzana más sabrosa que he probado en mi vida — le confesé mientras daba un segundo mordiscón a la dichosa fruta.

— Lo robado siempre sabe mejor — dijo a modo de chiste y yo le envié una mirada asesina.

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