Mucho no comí del almuerzo. Cada vez que quería tragar, sentía como si tuviera un nudo en el estómago, y la comida me caía como si fuera piedra.
Marcus, a mi lado, se detuvo un momento para mirarme de manera analítica.
No se le escapaba nada, pensé.
— ¿Qué sucede? — me preguntó.
— Nada — respondí de inmediato.
Marcus entrecerró los ojos. No había logrado engañarlo.
— Entonces, ¿por qué no has ni tocado la hamburguesa? Son tus favoritas.
Sí, había hamburguesas para almorzar, y Marcus sabía que eran mi comida favorita. Debía ser una cuestión de vida o muerte para que no pudiera comerme una.
— No tengo hambre.
— ¿Tú? ¿No tienes hambre?
Lo miré ofendida. Me hacía sentir como una angurrienta.
— Sí, a veces resulta que no tengo apetito.
Sí, Marcus no me creía en lo más mínimo.
¿Seguramente se estén preguntando por qué una fanática como yo de las hamburguesas tiene una, sin dar un bocado, sobre su plato?, pues, la respuesta es más simple de lo que parecía. Después de volver de mi entrevista, coquetear con Caleb, al punto de sentir... ¡sí, mariposas! Lo sentí. Y luego regresar, y encontrarme a Marcus y a Jaseth esperándome. Me sentía como una maldita infiel, a pesar de que no había hecho nada malo. Marcus y yo ya no estábamos juntos. Y, en cualquier caso, ¡Marcus es quien me engañó a mí!, no debería sentirme culpable por pensar que mi jefe en mi nuevo trabajo era atractivo, estaba en todo mi derecho de rehacer mi vida, de sanar mi corazón y volverme a enamorar.
Pero... ¿por qué no se sentía correcto?
¿Qué pensaría Marcus si supiera que alguien más que no era él había logrado moverme el piso un poco?
Seguramente lo lastimaría.
Pero, había una pregunta más que obstruía mi hambre: ¿Qué diablos era lo que me había pasado allí? ¿En verdad Diana Bonho había sentido cosas por otro chico? Sonaba como una locura, pero era cierto, cuando recordaba nuestra conversación unas cosquillas molestas se hacían presentes en mi estómago.
No, no, no... no podía ser cierto.
Me levanté de sopetón sorprendiendo a Marcus.
— Voy un minuto al baño — le expliqué mi extraña actitud y sin perder más tiempo me encerré en el pequeño cuarto.
Apoyé ambos brazos sobre el lavamanos y miré mi reflejo en el espejo.
Tenía... ¡tenía las mejillas rojas! ¡Era un maldito tomate de ensalada!
Abrí el grifo y me mojé el rostro repetidas veces para calmarme. Repetí la acción hasta que sentí que mis mejillas se enfriaron y volvieron a su color habitual.
— Esto debe ser a causa de los problemas que estamos atravesando.
No, no podía asegurarlo con exactitud. No entendía qué diablos le pasaba a mi mente y a mi corazón.
Necesitaba la opinión de alguien más.
Rebusqué en mi bolsillo hasta dar con mi celular. Lo saqué con manos temblorosas y revisé mis chats más frecuentes.
Mis ojos se detuvieron en Nicholas. Él era mi mejor amigo... ¿o lo había sido en el pasado?, ya no sentía que tuviéramos la misma confianza de antes. Además, si le preguntara a él seguramente me diría que deje a Marcus y me vaya con el otro, sin importar quien fuera ese otro.
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FLASHBACK III
Roman d'amour*ADVERTENCIA* Esta historia es la tercera parte de "FLASHBACK". Puedes encontrar las precuela en mi perfil.