EPÍLOGO

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— ¿Vas a llorar?

Marcus me miró sorprendido, como si lo hubiera descubierto in fraganti. Se frotó los ojos con la manga de su chaqueta y fingió que estaba bien, y que todo era un malentendido.

— No son lágrimas, me entró una basura en el ojo — intentó excusarse.

— Sí, sí, claro... — dije, sin creerle nada.

Los dos caminábamos por la calle, Marcus llevaba a Jaseth en brazos. La niña quería caminar por sí sola, pero su padre había usado la excusa de que cómo había llovido ayer, no quería que se mojara los zapatos nuevos en algún charco sobre la vereda. Y la niña terminó por creerse aquella mentira piadosa. Por supuesto, yo sabía muy bien que en verdad quería estar con ella hasta el último minuto.

¡Qué dramático que era!

— ¿No llodes, papi? — dijo Jaseth, aprisionando las mejillas de su padre entre ambas manitos, para ver sus ojos, levemente rojos, y comprobar, efectivamente, que estaba aguantándose las lágrimas lo mejor que podía.

— Estoy bien, en serio — trató él de tranquilizarla —. Con este viento me entró una hoja en el ojo.

— Haz así pada que no te entre más — dijo, achinando los ojos, indicándole a su padre, una buena técnica para que no volviera a ocurrirle.

Y así, anduvimos las cuadras que nos restaban, hasta llegar al edificio de paredes pintadas de un celeste ártico, con un enorme mural infantil al frente, que parecía haber sido diseñado por niños.

— ¡Wow!, hay un montón de niños — exclamó con sorpresa y entusiasmo nuestra pequeña, girando sobre su propio eje —. Bájame, papi.

— Espera, todavía falta para la hora de ingreso...

— Déjala que vaya antes, para que comience a familiarizarse con el lugar — dije, intentando hacer entrar en razón a Marcus, quien estaba con los ojos rojos, como si se hubiera frotado un ají picante sobre ellos. ¿En serio que sólo era una basurita?

— Sólo tiene tres años, no necesita ir allí — se quejó y abrazó a Jaseth más fuerte contra él, reusándose a dejarla ir. La niña se rio, sin entender muy bien lo que sucedía.

Me llevé una mano al rostro y negué en frustración.

Marcus era muy sobreprotector con Jaseth, demasiado. Estaba segura que eso se debía a lo mucho que amaba a nuestra niña, pero había momentos que era ridículo.

— No exageres. Jaseth la pasará bien aquí, en la guardería, le hará bien socializar, además no podemos hacer que mi madre la cuide siempre — estábamos en un gran dilema: habían ascendido a Marcus en su trabajo, eso significaba que tenía que asistir más seguido a su empresa, y, su horario coincidía justo con los míos, por lo cual, habíamos utilizado a mi madre para que la cuide esa hora que estaríamos ausente, pero ¡mi madre en algún momento tendría que volver a su casa!, no podíamos explotarla de esta manera—. Será solo una hora, hasta que yo salga del trabajo. Además, estará con Devon, así que no se sentirá tan sola al haber alguien conocido.

— ¿Devon?, ja, gran seguridad... ese niño nunca me gustó...

— ¿En serio?, ¿tienes celos de un niño de tres años?

— Que no te engañe porque sólo tenga tres años..., todos los hombres son iguales, no importa qué edad tengan.

— Tú también eres un hombre.

— ¡Sí, pero yo soy diferente!, yo soy el único hombre que la amará de verdad. ¿Verdad, Jaseth?, papi será al que más amarás por siempre, ¿verdad?

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