CAPÍTULO 34

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Mi corazón no pudo calmarse en todo el camino al lugar donde se llevaría a cabo el evento. Pensar en lo que podría suceder allí dentro, me colocaba completamente de los nervios.

— Te ves algo preocupada — dijo Karla, quien estaba sentada a mi lado. Me miró de manera inquisitiva, como si pudiera leer en mi mente que algo malo temía que pasara.

— Es tu imaginación — le dije, mostrando la mejor expresión serena que tenía. Por supuesto, Karla, no pareció convencida por mi respuesta, pero no insistió más en eso.

El viaje no fue muy largo, pero se sintió como si fuera una eternidad. Pues, tener mi hombro chocando con el de esa vieja bruja, no hacía más que acrecentar el amargo ambiente en ese pequeño coche.

Cuando el taxi se detuvo y Marcus abrió la puerta, fue recién cuando pude aspirar profundo. Un gran alivio me embargó al saber que ya no tendría necesidad de estar pegada a Karla.

Nunca me había parecido tan molesto el sonido que producían mis tacones al chocar contra la acera. Es que ahora mismo, era lo único que escuchaba, ya que nos envolvía un silencio incómodo mientras caminábamos el trecho que distaba desde el taxi a la entrada del salón de eventos.

— ¿De qué era que trabajabas? — preguntó Karla con algo de retintín en su voz mientras inspeccionaba el decorado con evidente altanería.

— En una editorial literaria — dije mirando yo también la ornamentación que colgaba en el techo de la recepción. No quería admitirlo en voz alta, pero estaba igual de disgustada que Karla por la decoración que habían elegido para la ocasión. ¿Qué era esto? ¿Una fiesta infantil?

Sí, sí, entendía bien que la temática del libro a presentar se trataba sobre viajes en el espacio y romances con seres de otros planetas. ¿Pero por esa simple razón debían colgarse guirnaldas de planetas y banderines con el rostro de unos marcianos?

— Lo mejor es la nave espacial — dijo Marcus con evidente entusiasmo. Al parecer era el único fascinado con todo esto. Claro, además de Jaseth que no paraba de reír al ver como un alien mecanizado la saludaba con un "piut, piut", cada vez que pasábamos delante de él.

Y Marcus tenía razón, habían armado una enorme nave espacial en medio del salón, y al parecer se podía acceder a su interior por medio de unas escaleras metálicas adornadas con unas luces led que brillaban con un verde marciano intermitente.

— ¿Qué harán allí arriba? — preguntó Marcus sonando como un niño. Seguramente conteniéndose a sí mismo para no salir corriendo al interior del platillo volador.

— Allí se llevará a cabo la presentación de Amores Espaciales — acotó de manera repentina un hombre algo extraño. Todos giramos a verlo. Tenía una camisa verde, cerrada al cuello por una enorme corbata estampada con rostros de marcianos. Sus ojos estaban detrás de unos anteojos que parecían sacados de una película futurista de los ochenta —. Tú debes ser la terrícola Diana Bonho — dijo extendiéndome la mano a modo de saludo, yo la acepté para no verme como una persona maleducada. ¿Quién diablos era este tipo?

— Sí, ¿y tú eres...?

— Es entendible que no me reconozcas, ya que no salgo mucho de mi base — este tipo hablaba medio raro —. Tú has sido mi correctora — aclaró para que yo entendiera. Se trataba del escritor —. Tenía muchas ansias de conocerte en persona y agradecerte por tomar mi trabajo.

— Ohhh, sí eres... — ¡Diablos!, ¡qué mal momento para olvidarme el nombre del friki este! — un gran escritor — preferí cambiar el saludo por un elogio. ¡Buena atajada, Diana!, pues, el escritor pareció complacido, incluso algo avergonzado —. Disfruté mucho al leer Amores Espaciales mientras lo corregía. La verdad tienes un gran talento, espero volver a trabajar contigo pronto — la verdad era que había odiado su insulsa novela de pacotilla, pero todo sea por la paga, la sagrada paga.

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