Necesito respirar.

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#Mía

Después de conseguir que mi suegra me contara todo aquello, tuve que poner mi mejor cara para que ni ella ni mi hija Olivia, se dieran cuenta de lo que estaba pasando. Pero lo cierto es que las cosas no eran tan fáciles o por lo menos, a mí me costaba llevarlas. Pensar en la simple idea de que el amor de mi vida y el padre de mis hijos pueda ser padre de otro niño me duele, pero sí a eso le añadimos que la madre de ese niño me odia, sigue enamorada de mi hombre, y que ahora tiene algo que podía atarle a él para siempre... eso me mataba.

- Vaya, Evan a vuelto a quedarse dormido cielo - anuncia mi suegra mientras observa a mi niño sobre mis brazos. Ha dejado de mamar y ahora parece un angelito durmiendo.

- Bien, pues creo que nos vamos a ir los dos a dormir si no te importa. Yo también estoy muy cansada - le digo poniéndome en pie bajo su atenta mirada. Sé que no me cree ahora, pero en algún momento le contaré lo que me pasa.

- Esta bien hija, yo acuesto a Olivia después. No te preocupes.

-Gracias - le respondo con sinceridad antes de coger a mi hijo en brazos y salir del salón con él.

Agradezco en mi interior no tener que darle ninguna explicación a mi suegra, y por supuesto que ella no me las pida. Y en el instante en el que dejo a Evan en su cuna, al lado de mi cama, me derrumbo. No puedo dejar de mirarle. Dios mío, mi hijo se parece tanto a ese niño que me duele mirarlo. ¿Cómo me va a costar mirar a mi propio hijo?

- ¿Mami? - escucho decir a través de la puerta. Me limpio las lágrimas de mi mejilla rápidamente para que Olivia no me vea llorar cuando abra la puerta.

- Pasa cariño.

- Me voy a dormir, la abuela me ha dicho que podía entrar a darte un besito de buenas noches si tú no venías a dármelo.

Entonces me percato de que Olivia ya está duchada, probablemente cenada, con su pijama puesto y el pelo limpio. Dios mío, eso significa que llevo aquí plantada mirando a la nada mucho más tiempo del que yo pensaba. Y para colmo, me he desentendido de mis tareas como madre y se lo he dejado todo a mi suegra involuntariamente.

- Ven aquí mi vida - le digo esbozando lo más parecido a una sonrisa que tengo mientras la cojo en brazos y la siento en mis piernas.

- Buenos noches mami, te quiero - me dice como si nada mientras que a mí se me para el corazón. Olivia nunca iba a dejar de ser el chute de energía que mi cuerpo necesitaba para afrontar cualquier problema, ella siempre lo arreglaba todo. Incluso cuando no lo pretendía.

- Yo te quiero mucho más mi vida.

Y en cuanto le doy un beso y la estrechó en mis brazos, ella me llena la cara de besos para después salir corriendo y dejarme nuevamente allí sola un poco mejor. De hecho, me ducho tranquilamente mientras Evan duerme, e incluso llego a dormirme mientras le miro.
Pero de repente Cloe se interpone en mis sueños, su imagen y la de Marcos riendo con ese niño en brazos se repite una y otra vez ante mis ojos.

- ¿Nena? - escucho un rato más tarde. ¿Marcos? ¿Ya está aquí? ¿Qué hora es? ¿Cuanto llevo sumida en mis pensamientos?

- ¿Mía? - le escucho decir en la penumbra. Pero yo no soy capaz de responderle, me duelen los ojos y la garganta de tanto llorar.

- ¿Qué pasa? ¿Nena que pasa? ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo? - pregunto como un loco cuando llega hasta mi. Me ha viso, dios santo, debo de tener unas pintas horribles.

- Marcos.

Es todo lo que sale de mis débiles cuerdas vocales. Él se da cuenta enseguida de mi estado y se abalanza sobre mí para cogerme y acuñarme como si fuera nuestra hija mientras me deja llorar.

- ¿Mejor? - pregunta minutos más tardes mientras me aparta un mechón de la cara con preocupación. Dios mío, que hombre tan guapo.

Y tan bueno.

Y tan mío.

- Dios mío - susurro tocándole el cuero cabelludo con necesitad. Le necesito, ahora más que nunca le necesito en mi brazos, y necesito saber que me quiere, que me antepone, que antepone a su familia sobre todo. A la familia que hemos formado. Habíamos acabado con muchos obstáculos para poder llegar hasta donde estábamos hoy.

- Mía, nena me estás preocupando, parece que hubieras visto un fantasma. ¿Se puede saber que te pasa? - intentó sonreír, pero soy incapaz. Sí que he visto a un fantasma, uno que creía que estaba desaparecido por mucho tiempo.

- Creo que lo he visto, he visto a un fantasma.

- Mía, empieza a hablar o acabaré rompiendo todo - me dice con firmeza. Está bien. Allá voy.

- Hoy he visto a Cloe con un niño... creo que es tu hijo.- ¿Nena? - susurro cuando entró en nuestra habitación. Pero nadie me responde, así que me dirijo hacia mi mesita de noche y enciendo la lámpara para ver un poco. Aprovecho la luz para llegar hasta la cuna de Evan y observarlo un poco. Precioso, tan precioso que parecía un ángel durmiendo, y pensar eso me hace sonreír. Hasta que escucho un sollozo.

- ¿Mía? - Mía cuello se gira rápidamente para verla tumbada de lado hacia la cuna de Evan con la cara llena de lágrimas y los ojos hinchados de tanto llorar. En mi cabeza solo aparecen alarmas por todas partes.

- ¿Qué pasa? ¿Nena que pasa? ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo? - pregunto como un loco llegando hasta ella. ¿Qué le pasa?

- Marcos.

Es todo lo que dice antes de derrumbarse sobre mí y echarse a llorar como una magdalena. Yo me limito a cogerla entre mis brazos y dejarla llorar hasta que pudiera serenarse y contarme que era lo que había pasado, porque verla así me estaba matando por dentro. Y desde luego que él tema de mi hermano había quedado en un segundo plano ahora que sabía que mi mujer me necesitaba.

- ¿Mejor? - pregunto minutos más tarde acariciándole la cara. Ella asiente en mi dirección y se detiene a observarme sin decir nada, ni una sola palabra.

- Dios mío - susurra tocándome el pelo como si no lo hubiese visto nunca antes.

- Mía, nena me estás preocupando, parece que hubieras visto un fantasma. ¿Se puede saber que te pasa? - le digo ya nervioso. Si no me lo cuenta, acabaré por volverme loco de un momento a otro.

- Creo que lo he visto, he visto a un fantasma- susurra mirando a la nada. ¿Se puede saber que cojones ha visto tan fuerte como para estar así?

- Mía, empieza a hablar o acabaré rompiendo todo - le digo con firmeza, consiguiendo que ella me mire a los ojos.

- Hoy he visto a Cloe con un niño... creo que es tu hijo.

- Eso no puede ser cariño, no puede ser - me dice acariciándome lentamente el pelo como si tuviera que consolarme. No tiene que consolarme acerca de nada.

- Marcos... ese niño era  igual que Evan. ¿Y si ella no era estéril? ¿Y si te estaba mintiendo? ¿Y si ha cabido la pequeña posibilidad de que si sea madre?

Y entonces me tumbo nuevamente en la cama. Necesito respirar.

TUYA (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora