#MíaNo sé quién estaba más nervioso, si Marcos o yo. Apenas habíamos hablado en el camino a casa de sus padres, Marcos se había limitado a soltar cuatro palabras mal dichas y alguna que otra mirada reprochadora cada vez que Olivia o yo decíamos algo con lo que no estaba de acuerdo.
- Ya estamos aquí - anuncia mi chico cuando echa el freno de mano. Yo aprovecho para acariciarle la nuca cariñosamente, y él me mira. No está preparado para afrontar esto, no está preparado para volver a darle a su hermano el lugar que le pertenece, y yo no estoy preparada para verle mal.
- Sé que estás nervioso, yo también lo estoy. Pero es tu casa de toda la vida, tu madre, Ramón, tus hermanos, tu familia...
- Lo sé. Vamos. -Marcos me da un suave beso, lo que por lo menos me avisa de que no estaba enfadado conmigo. Salimos del coche, y mientras que él ayuda a Olivia a bajarse, yo cojo a Evan en brazos, quien se ha quedado dormido en el camino.
- Marcos, ¿puedes coger el bolso con las cosas de Evan? - le digo mientras me coloco a mi niño en los brazos y cierro la puerta tras de mí.
- Listo, vamos.
Él coge el gran bolso con una mano, y con la otra rodea mi cuerpo para acercarme a él. Para ese entonces Olivia ya ha salido corriendo hasta la casa de sus abuelos, quien salen a nuestro encuentro en cuanto ven a Olivia.
- ¡Hola cariño! - le dice Eva a mi hija llenándole la cara de besos. Olivia ríe, y yo sonrío desde mi sitio intentando no pensar nuevamente en lo mucho que me gustaría que mis padres tuvieran una relación así con mis hijos también.
- Hola chaval - dice Ramón enganchándose a Marcos cuando llegamos hasta su lado. Está feliz, está radiante, como un adolescente enamorado.
- Venga entrad, aquí fuera hace frío - anuncia Eva aún con Olivia en brazos mientras cierra la puerta. A ella le encantaba recibirnos, el servicio era para el resto de personas que no pertenecían a la familia. La familia de Marcos era una especie de dinastía con una reputación impecable que debían mantener.
- Cariño, coge a Evan por favor, necesito ir al baño - le susurro a Marcos al oído. Él asiente rápidamente quitándome a nuestro pequeño de los brazos para dejarme ir. Y los dejo ahí hablando mientras se dirigen supongo que al salón y yo me marcho a toda prisa hasta el baño más cercano. Sin embargo, cuando salgo de este escucho una voz en la cocina que me hace frenar mis pies en seco.
No, no, no, no. No en esta casa, no en este momento, no por lo que yo estoy pensando. No.
- ¡Una cucharadita más por mamá! - escucho decir a través de la puerta. Yo abro lentamente la puerta para mirar la escena porque mi mente me dice que me asegure de que lo que estoy imaginando es cierto. Y por desgracia, lo es.
Cloe. Sentada en la mesa de la cocina de la casa de mis suegros y con el niño que es completamente idéntico a mi marido en sus brazos.
- ¡Y ahora otra por papá!
Papá. Papá. Papá. Papá. Papá.
Y no sé si es porque me ha escuchado respirar, no sé si ha escuchado mis zapatos, la puerta al entornarse un poco más, o porque haya visto mi silueta de pie y petrificada frente a ella, mirándole con los ojos abiertos de par en par. Pero el caso es que en cuanto levanta su cabeza y me ve, sé queda exactamente igual de impactada que yo. De hecho, deja de darle de comer al pequeño.
- Cloe - digo tragando fuerte.
Nunca habíamos tenido la oportunidad de tratarnos tan de cerca y cara a cara la una a la otra. Y lo peor de todo es que me dolía inmensamente en el alma poder apreciar con tal claridad la belleza de esa mujer. Alta, rubia, delgada, echa una muñeca y con una mini versión de mi hombre en sus brazos. Parecía estar dentro de una dimensión paralela en la que Marcos se había quedado con ella y no conmigo.
- Mía.
Y ninguna dice nada, supongo que tampoco es que seamos capaces. Mucho menos con la razón que nos une tanto como nos separa, a unos metros de nosotras.
Él niño comienza a llorar, y entonces ella parece recobrar el sentido tanto como yo, y comienza a atenderlo dándole de comer como si yo no estuviera delante. Yo me sereno y me doy media vuelta saliendo por donde he entrado y sin mediar una mínima palabra. No pienso decirle adiós, ni pienso tener una conversación con ella, lo único que necesito es volver al lado de mi futuro marido y dejar que me acerque tanto a él que me duela. Sentir que ni siquiera con esa mujer bajo nuestro mismo techo, iba a soltarme.- Nena - dice Marcos cuando llego a su lado. Él no duda en cogerme de la mano para acercarme a su cuerpo con necesidad. Estaba muy intranquilo, y eso que no había visto lo que acababa de ver yo.
- ¿Estás bien? ¿Y tu hermano? - pregunto queriendo centrar mi mente en cualquier otra parte que no fuera esa mujer.
Marcos me señala con la cabeza en dirección a los niños, y yo le sigo instantáneamente con la mirada encontrándome con Olivia, Lili y Tomi abriendo los regalos que un hombre, de espaldas a nosotros, les está dando. Mi cuerpo se pone rígido bajo el toque de mi hombre en cuanto me doy cuenta de quien se trata.
- Raúl hijo, ven un segundo, que Mía está esperando para conocerte - anuncia mi suegra con toda la felicidad del mundo. Yo me lamento cuando noto los músculos de Marcos tensarse a mi alrededor. No sé si venir aquí ha sido una buena idea.
- ¡Voy!
Y de repente el tipo se da media vuelta y se pone en pie mirando en nuestra dirección. Es un poco más alto que mi hombre, pero está más delgado y va vestido como de mortero o algo así. La sonrisa se expande por su cara mientras avanza hacia donde yo estoy, le devuelvo una de las sonrisas más incomodas de mi vida y doy un paso hacia él.
- ¡Mía! ¡No sabes cuantas ganas tenía de conocerte!
ESTÁS LEYENDO
TUYA (III)
RomanceTERCERA PARTE DE "Eres mía, preciosa" Después de todo lo sucedido en la vida de Mía y de Marcos, parece que el amor ha ganado... ¿O todavía es muy pronto para saberlo? Atención. Esta es una novela hecha única y exclusivamente por mí, no se admite e...