Cuando me dices esas cosas.

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#Marcos

Por suerte a Mía le había encantado la sorpresa. Habíamos comido los cuatros juntos en el salón con toda la decoración puesta. Mía había hecho fotos a los niños con los globos, otras con las flores, otras con todo junto, incluso había hecho fotos mías jugando con ellos. Se había vuelto loca, estaba realmente feliz, y yo estaba feliz porque ella estaba feliz.

- Vamos a hacernos tú y yo una, Marcos - dice mi mujer mientras me rodea el cuello con sus brazos. Yo no tardo en cogerla de la cintura para pegar su cuerpo al mío.

- Ven aquí.

Ella hace un selfie de nosotros con los globos colgados por detrás. Ella sale Preciosa, con una sonrisa de oreja a oreja mientras que yo la miro, hambriento. Completamente hambriento de ella. Es entonces cuando se me ocurre una idea brillante.

- Nena, ponte ahí - digo sacando mi móvil del bolsillo trasero de mi pantalón. Ella me mira confundida cuando aparto mi cuerpo del suyo para caminar hacia atrás.

- ¿Qué haces? - pregunta extrañada.

- Mírame, posa para mí - le digo seriamente mientras abro la cámara de mi móvil y apunto con él hacia ella.

Preciosa. No tengo ninguna otra palabra para definirla.

- ¿Marcos qué dices? - dice divertida. No me está tomando en serio, se piensa que estoy de broma.

- Venga nena, mírame.

Se ha dado cuenta de que voy en serio, ahora me sonríe y yo disparo una foto.

- Estás loco, ya no tengo diecinueve años - dice riéndose.

PUM. Foto. Joder, esta me gusta.

- Claro que los tienes, y yo también. La edad está en la cabeza nena, y tú y yo vamos a ser jóvenes toda la vida.

Pum. Foto. Qué guapa cuando me mira así.

- Cuando me dices esas cosas.

Pum. Otra foto. Esta vez de ella negando la cabeza con una pequeña sonrisa en los labios.

- Creo que he encontrado mi nuevo hobby favorito. Me gusta hacer fotos, podría dedicarme a ello - le digo admirando las fotos que le he hecho. No voy a negar que la belleza de ella ha ayudado claramente.

- No, que va. Prefiero tenerte por ahí calculando millones y paseándote en traje y corbata de un lado al otro.

Aparto mi móvil de inmediato para mirarla. Reconozco ese tono de voz.

- ¿Ah si? ¿Eso es lo que te gusta? ¿Verme por ahí en traje? - le digo tirando el móvil a cualquier parte del sofá para después acercarme lentamente a ella.

- Y sin él.

Joder.

- Sin él - repito levantando una ceja mientras la miro de arriba abajo. Joder, no me ha dicho dos palabras y ya me tiene duro.

- Si. Lo prefiero.

Ahora es ella quien se acerca a mi. Sus labios y los míos están a unos centímetros de distancia, pero puedo jurar que noto su respiración nerviosa sobre mi piel.

- Yo te prefiero a ti.

Me lanzo a sus labios y la beso con fuerza, con ansias. Joder, es mi mujer y me muero por ella. Me la follaría en cualquier rincón de esta maldita casa solo por mantenerla satisfecha. Es adictiva, y tiene todo el poder sobre mi. Que le jodan a Cloe y a todos nuestros problemas, yo la quiero a ella. Ahora. Gimiendo por mi.

- Marcos, los niños - susurra entrecortada mientras devoro su cuello. Sé lo mucho que le pone que juegue con él.

- Deben estar en su siesta nena, vamos a ser muy rápidos ¿me oyes? - susurro en su oído.

A ella se le abren los ojos de par en par cuando nota mi mano presionando fuertemente sobre sus partes por encima de ese maldito pantalón.

- Marcos - susurra.

Echo un vistazo sobre sus hombros para ver a una de las sirvientas perpleja observándonos desde la puerta, yo le hago un gesto con la cabeza mientras sigo moviendo mis manos por encima de la tela con el fin d que Mía no se dé cuenta. La muchacha me hace caso y cierra la puerta poco a poco, haciendo el menor ruido posible. Por supuesto. Esta era mi casa, y me follaría a mi mujer todas las veces que ella quiera, donde ella quisiera y cuando ella quisiera.

- Eres tan delicada... tan exquisita - susurro apretando mi agarre sobre su culo para apretarla más a mi. Ella gime sobre mi boca en cuanto nota mi erección.

- Dios mío, Marcos.

- No te hagas la sorprendida cariño, se lo mojada que estás ahora mismo. tan preparada para mí- le digo mientras paso mi dedo por toda la costura del pantalón. Ella jadea, y en cuanto levanta los ojos para mirar los míos, noto en su mirada como nada de lo que está pensando es bueno.

- Ven, siéntate - susurra mientras empuja mi cuerpo hacia atrás hasta hacerme caer en el sofá.

- ¿Qué estás haciendo? - le digo desesperado por volver a tenerla cerca.

- Vamos a jugar un poco - susurra en mi oído sensualmente. Dios santo bendito. ¿De verdad cree que tengo ganas de jugar ahora mismo?

- ¿Jugar a qué? - le digo casi de mala gana.

- Vamos a liarnos, como cuando éramos unos niños.

Sé a qué se refiere. Dios mío no. No quiero esto. Pero ya es muy tarde para negarse cuando Mía se sienta sobre mis caderas con una pierna a cada lado y comienza a restregarse contra mí. Y aún con la ropa puesta, juro que puede sobre mí.

- Me estás castigando, ¿no es eso? ¿Te estás vengando por lo de esa estúpida comida? - le digo desesperado mientras noto mi polla palpitar pidiendo reencontrarse con su dueña.

- Umm... un poco. Pero no te preocupes campeón, yo quiero esto tanto como tú - susurra con la voz más sensual que he oído en toda mi puta vida mientras mueve sus caderas de arriba  abajo.

- A la mierda.

Pierdo los papeles. Le quito los pantalones desesperado por ella, me quito los míos, me deshago de su camiseta, le beso los pechos, los chupo, los muerdo, la oigo gemir en mi oído, me pone, la beso, me pone más, se mueve, me roza, estoy a punto de explotar, le aparto el tanga, me mira, saco a mi amigo, sonríe... y me hundo en ella.

- ¡Dios! - exclama ella. Y al instante se lleva la mano a la boca para callar sus gritos, olvidandosé por completo hasta de que vivimos en una casa insonorizada por ello.

- No - digo apartando su mano sin dejar de mirar su cara de placer - Quiero escucharte nena, quiero escucharte gemir.

TUYA (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora