Nunca te he visto por aquí.

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#Mía

Son las cinco de la mañana, ni siquiera ha amanecido y en mi casa hay tanto silencio, que si en este mismo momento se me cayera el móvil al suelo, retumbaría en ambas plantas por completo. Marcos está todavía dormido, le falta una hora para tener que despertarse. Así que como no creo que esté de vuelta en casa para ese entonces, le he dejado una nota diciéndole que me iba a correr, que no despertase a los niños hasta que yo llegase, y que si por alguna casualidad Evan se despertaba con hambre, cogiera el biberón que he dejado preparado en la nevera después de haber estado más de media hora sacándome la leche del pecho con el sacaleches. Sí, anoche tuvimos que ir a recogerlos a casa de Lili porque a Olivia le daba miedo dormir fuera de casa. Era la primera vez que le pasaba, así que decidimos vestirnos e ir a recogerlos. En definitiva, no había dormido nada.

- Buenos días señorita Mía - me dice nuestro guardia nocturno cuando me ve salir con mi ropa de deporte y los AirPods en las orejas.

- Buenos días Mikel.

Miro una vez más hacia mi casa pensando en la cara de mis hijos dormidos, en Marcos abrazado a mi toda la noche a causa de su sentimiento de culpabilidad. Pienso en la maldita Cloe, y rápidamente noto como mi cuerpo ha ido aumentando la velocidad de mis piernas inconscientemente de la rabia, de la frustración por todo lo que me hacía sentir esa mujer. Me obligo a no pensar en ella, me obligo a no pensar en Marcos. Y me obligo a mantener la respiración y concentrarme en la música, concretamente en todas las canciones del último disco de Ariana Grande, todas tan sutiles y sensuales, que me llevan a lo mismo.

Cada vez tengo menos frío, el sudor está apareciendo poco a poco sobre mi piel, pero yo no puedo dejar de correr y correr. Estaba harta de tener que hacer ejercicio en casa, así que pensaba aprovechar a partir de ahora para volver a correr día a día como hacía en Nueva York mientras Polo y Olivia dormía. A veces echaba de menos esos días en los que solo éramos nosotros tres. Hasta que me acordaba de lo mucho que echaba de menos a mi chico, entonces no deseo volver a aquello ni en sueños.

- ¡Perdón! - escucho decir cuando siento un cuerpo chocarse contra el mío haciéndome perder el equilibrio.

- No disculpa ha sido mi culpa, iba distraída y... ¡¿Mía?! - levantó la cabeza para reincorporarme y ver de quien se trata.

- ¡Sara! - digo cuando reconozco a la novia de Dani sonriendo frente a mi.

- Vaya, no sabía que corrías. Nunca te he visto por aquí. - Yo miro a mi alrededor y me doy cuenta de que he corrido sin rumbo mucho más de lo que esperaba. Mi casa estaba casi a las afueras y yo había llegado al centro de la ciudad. ¿Cuánto tiempo había estado corriendo? ¿Se habría despertado ya Marcos? ¿Y los niños? ¿Se habrían despertado los niños ya?

- Es que no suelo salir, siempre corro en la cinta de correr que tengo en casa o hago ejercicio en el jardín. Pero pienso cambiar eso - le digo fijándome en su belleza.

Wow. Si es tan guapa por dentro como por fuera, Dani no debería dejarla ir.

- ¡Pues si te apetece compañía solo tienes que llamarme! -dice balanceando su cuerpo de un lado a otro, supongo que para no perder el calor de su cuerpo. Yo debería hacer lo mismo, el aire congela aquí en mitad de la acera.

- Gracias - respondo con sinceridad.

- ¿Quieres que nos sentemos a tomar un café? Yo invito, hay una cafetería buenísima muy cerca de aquí.

- Oh, no puedo ahora mismo porque mis hijos se despertarán ya mismo y tengo que llevar a Olivia al colegio.

- ¿Y Marcos?

Claro. La pobre chica pensará que porqué no lo hace él, si solo es un café, tampoco me estaba pidiendo irnos de compras todo el día. Pero la verdad era que mi hombre tenía un imperio que mantener para que pudiésemos vivir todos sin que nos faltase nada mientras yo dedicaba mi tiempo a mis hijos y a traer mi cuerpo de "no embarazada", de vuelta.

- Marcos debe estar duchándose para ir al trabajo.

- Entiendo - responde haciendo una pausa - ¿Sabes?, creo que deberíamos de vernos más. Quedar todas las chicas como aquel día que fuimos a tu casa, me lo pasé muy bien.

- Por supuesto, cuando queráis.

Me vuelvo a poner los AirPods en las orejas imitando sus gestos. Tenía que irme ya, y creo que ella también tenía prisas.

- Bueno Mía, me alegro de haberte visto. ¡Nos vemos en la boda! - yo asiento mientras la veo alejarse trotando.

- ¡Adiós Sara!

Me marcho por el mismo sitio que he venido a toda prisa y con una sonrisa en la cara. Sara me pareció simpática cuando la conocí, muy divertida cuando se emborrachó en la despedida de Lili, y bastante buena persona cada vez que hablaba con ella. Quizá a mí también me hacía falta que tuviésemos un día de chicas como cuando estábamos en la universidad y hablábamos de nuestros chicos hasta acabar llorando, riendo, aún más liada o con más confianza en sí misma. Dependiendo del momento y la situación de cada una, normalmente la única que no lloraba era Emma. Ella siempre ha sido un alma libre sin ataduras a nada ni a nadie.

- ¿Hola? ¿Hay alguien en casa? - digo nada más entrar por la puerta, buscando a Carmen con la mirada.

- Señora, aquí estoy.

Dirijo rápidamente la cabeza hacia ella y sonrío en cuanto la veo con el delantal puesto y mi hijo en sus brazos mientras le da el biberón. Yo me acerco a ambos mientras Carmen inclina sus brazos un poco para que la mirada de Evan quede a la altura de la mía. Él mira todo a su alrededor con los ojos muy abiertos y yo me acerco a él para dejarle un beso en sus regordetes mofletes.

- Necesito que te quedes con él un poco más para que pueda ducharme, Carmen. No puedo ir por ahí oliendo a sudor.

- Por supuesto señora, tómese el tiempo que quiera.

- Eres un ángel Carmen, nunca me cansaré de decírtelo - digo mientras subo las escaleras.

Entro a la habitación observando como no queda ni rastro de Marcos, excepto por la cama desecha, si la estirase algún día, no sería él. Me meto en el vestidor para coger unos pantalones negros pegados, unas botas a juego y un jersey gordo de color blanco que hacían resaltar los pequeños aros de oro que mi hombre me regaló. Y es justo cuando voy a cogerlos del joyero, que me doy cuenta de la nota que hay sobre el mueble.

"No es nada agradable despertar sin ti, espero que la próxima vez me avises y me dejes ir a correr contigo. Aunque se me ocurre miles de cosas más para hacer en pareja si lo que quieres es hacer ejercicio, nena.
Te quiero, M."

Sonrío llevándome el pequeño papel a los labios. Este hombre iba a acabar conmigo.

TUYA (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora