Una llamada.

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#Marcos

- ¿Cómo haces para que tu hijo no llore nunca? -me dice Ryan mientras bajamos de nuevo al salón.

- Es cosa de Mía, de verdad. Yo siempre he creído que era la leche que ella le daba.

- ¿Qué dices idiota? - dice Emett pegándome una colleja en la nuca mientras se ríe.

- Cabrón - susurro mientras enrollo mis brazos alrededor de su cuello. Como siempre, peleas de hermanos.

- No tenéis ni idea - suelta Ryan con autosuficiencia mientras abre una lata de cerveza y se sienta a bebérsela en mi sofá.

- Tiene que estar de broma - dice mirándome mientras señala a Ry con un dedo. Yo asiento muy lentamente sin querer que mi amigo se ofenda.

- Tú hija se ha dormido gracias a mí - le digo para dejárselo claro. Aquí o íbamos todos de padres del año o no iba ninguno. Y mucho menos este.

- Sí, pero porque yo me he puesto a buscar el biberón para darle de comer.

- Ella no tenía hambre - responde Emett con ambos brazos cruzados.

- También ha sido porque tenía que encontrar pañales para cambiarla...

- Tampoco necesitaba que le cambiaran el pañal.

- Bueno qué, ¿tu ahora que te crees padre o qué? - dice a Ryan de mala gana plantándole cara a Emett. Esto había comenzado como una broma y de un momento a otro se estaba pasando de castaño a oscuro.

- Ya vale.

- Esa niña sólo tenía sueño - suelta Emett haciendo que Ryan se ponga en pie.

- He dicho que ya vale - digo firmemente.

- Mejor voy a por una cerveza - susurra Emett antes de darse media vuelta y desaparecer por el camino hasta la cocina. Pero a Ryan parece haberle molestado más de la cuenta la conversación, y por eso me veo en la obligación de empujarle suavemente hasta conseguir volver a sentarlo en el sofá.

- Recuerda que estás en mi casa - es lo único que le digo.

- ¡Eh tíos! ¡Alison me está llamando! - anuncia Emett animado mientras llega al salón. Nosotros nos quedamos sentados a su lado mientras escuchamos prácticamente la conversación entera, al muy gilipollas se le ha olvidado bajarle el volumen al aparato y ahora Ryan y yo también escuchamos comentarios como: "no sabes cuanto me arrepiento de lo que te dije antes, te juro que te lo voy a recompensar cuando lleguemos a casa", mientras intentamos que no se escuchen nuestras carcajadas.

- Vaya mamonazo - le susurra Ryan a Emett al oído haciéndome reír a un más. Y el hecho de que Emett le conteste a su novia como él calzonazos que es mientras mi mejor amigo le imita en silencio a mi lado, hace que tenga que llevarme la mano al abdomen de la risa. Hasta que escucho algo que me descuadra totalmente de mi estado de felicidad.

- "Ay nena, ojalá me hubiese entrado a mí el chulazo que le ha tocado a Mía".

- ¿Cuántas copas llevas ya Alison? - le dice mi amigo para no cesar la conversación.

Mi risa cesa de inmediato, mi sonrisa desaparece en cuestión de segundos, ya no me toco el abdomen ni me aguanto las ganas de reír. Ahora estoy serio, mucho más que serio... casi cabreado, y mis amigos se dan cuenta enseguida. Emett se pone en pie para hacerse a un lado y seguir escuchando lo que le dice su novia mientras que Ryan me observa detenidamente. Estoy seguro de que Alison no se ha dado ni cuenta de que Polo, porque esa era la voz de Polo, estaba hablando detrás suya. Así como dudo también que ni siquiera se haya percatado de nada, con la cotorra que lleva. Le bailan las palabras. Lo que me hace preguntarme si mi mujer se encontrará en el mismo estado o no, quien cojones es el tío que le ha entrado y porqué no me ha llamado ni me ha mandado un solo mensaje en toda la noche.

- ¿Qué haces? - me dice Ryan con cara de loco cuando me ve llevándome el móvil a la oreja.

- Ya es hora de saber cómo están, ¿no? ¿O a ti no te preocupa tu mujer? - le digo mientras escucho la voz de su contestador saltando. ¿Qué cojo es estará haciendo? ¿Donde ha quedado eso de "si necesitáis cualquier cosa llama y enseguida estaré aquí, cielo"?

- Claro que me preocupa.

- Pues eso - le digo sin darle más importancia a Ryan mientras vuelvo a marcar.

- La voy a llamar - suelta antes de marcharse al jardín para hablar por teléfono. Yo estoy apunto de decirle que no salga, que no hace falta, que fuera hace frío... cuando Mía me contesta.

#Llamada telefónica.

- Hola mi vida, ¿qué tal estás? ¿Cómo están los niños? - me dice intentando ser clara. Pero la conozco, y sé que va algo más que pasada de copas.

- Estamos bien. ¿Cómo estás tú? ¿Como te lo estás pasando? - le digo sin flaquear mientras miro al frente. A nuestra primera y única foto de familia sobre la chimenea.

- ¡Me lo estoy pasando muy bien! ¡Echaba mucho de menos a las chicas! ¡Y sobre todo a Polo, que ha llegado hoy desde Nueva York!

- Genial - es mi única respuesta.

- No sabes cuanto me gustaría que estuvieses aquí - me suelta con voz de inocente. Con voz de niña seductora, justo cuando intento mantenerme firme con ella.

- Creo que ya te lo estás pasando bastante bien sin mí, cielo.

- ¿Qué? - suelta con otro tono. Creo que se ha dado cuenta de mi estado de humor y se le ha bajado la borrachera del tirón.

-Yo solo te aguaría la fiesta - digo con la intención de que ella misma me cuente lo que sea que ha pasado.

- ¿Quién te lo ha dicho?

Bingo. Se ha dado cuenta a la primera. Justo al grano, como a mí me gusta. Esa es mi chica.

- He escuchado a Polo soltando un comentario por detrás mientras que Emett y Alison hablaban por llamada.

- Vaya. - Pero ese"vaya", no hace más que inquietarme. Y poner mi cuerpo en alerta.

- ¿Tengo que preocuparme, cielo? ¿Quieres que vaya?

- ¡No!

- Vaya - suelto yo esta vez.

- No quiero arruinarle la noche a Lili o a cualquier otra persona de la despedida. Además, me conoces y sabes como soy yo.

Claro que lo sabía. Y sabía que a pesar de lo fiel que era, también estaba muy buena como para que cualquiera se acercase a ella mas de la cuenta. De ella me fiaba, del resto no.

- No quiero que se te restrieguen más tíos Mía, no me hace ninguna gracia.

- Le ha contratado Emma, Marcos, yo no he hecho nada.

Stripers. Lo que Emma había contratado eran stripers. Un striper le estaba tirando fichas a mi mujer. Una mujer prometida, madre de dos hijos y a punto de casarse también. Y yo no podía hacer nada.

- Entonces nena, si ese es su trabajo y yo no puedo hacer nada, dejaré que haga lo que tenga que hacer. Y yo haré mi parte.

- ¿Qué parte? - susurra mi mujer.

- Te voy a castigar cielo, te voy a castigar tanto que no vas a poder sentarte como mínimo en dos semanas.

TUYA (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora