Especial navidad

27.1K 1.4K 357
                                    


República Dominicana. Un día como otro cualquiera.

- Buenos tardes, señorita.

- Buenos tardes señor, ¿Un coktail?

- Sí. El que mejor se te dé hacer, por favor.

- El orgasmo republicano.

- Ese mismo.

- Enseguida, papi.

La mulata de pelo largo y rizado me sonríe mientras me manda una larga e intensa mirada de arriba abajo. Y yo sonrío, pero para girarme sobre el taburete de bambú mientras me quito las gafas y busco con la mirada a la mujer más tremenda de toda la playa. Siento enseguida como la tía de antes deja el vaso a mi lado. Naranja, con pajita y con una pequeña sombrilla a modo de decoración, que hace que una simple bebida parezca algo exótico.

- Gracias, esto está muy bueno - digo cuando lo pruebo sin apartar todavía los ojos de mi presa.

No puedo evitarlo, ni siquiera puedo controlar las ganas que tengo de observar cada uno de los malditos gestos que hace. Está sentada en la arena mientras los niños juegan a unos pasos de ella, no les ha quitado ojo de encima desde que llegamos y ni siquiera luce cansada. De hecho, la veo cada día más guapa.

- ¿Casado verdad? - me dice la muchacha apoyándose en la barra a mi lado. Sigo sin verla, pero noto su movimiento por el rabillo del ojo. Levanto la mano y se la enseño sin dejar de apreciar a la mujer que ahora se ríe a carcajadas con mi vida en sus brazos.

- Ay papi - dice suspirando- ¿porqué será que acá todos ustedes vienen ya casados?

Mi mente se distrae de lo que sea que ha dicho, a partir del mote que ha utilizado conmigo. Lo cuál hace que se me pasen miles de imágenes de mi mujer por la mente. ¿Cuántas veces me habrá llamado papi, Mía?

- ¡Papá! ¡Papá ven! ¡Mira lo que le estamos haciendo a mamá! - la mano de Olivia tirando de mi, hace que salga de mi ensoñación.

- ¡Ven aquí, enana!

La cojo y me la siento en los hombros. Y aunque sea cierto que ya no pesa lo mismo que cuando la conocí, eso no significa que no vaya a cogerla en brazos cada vez que kiera hasta que mi cuerpo pueda.

- ¡Mamá! ¡Papá otra vez me ha dicho enana! - se queja de broma Olivia cuando llegamos a la orilla. Está buscando mis cosquillas, y es lo que le doy hasta que la dejo caer muerta de la risa encima de su madre.

- ¡Ahora yo papá! ¡Ahora yo! - grita Evan con su voz aguda como cualquier niño a sus tres años. Lo cojo como si fuese una pluma y lo lanzo hacia el cielo cogiéndole en el aire una y otra vez mientras se ríe a carcajadas.

Tiene la misma sonrisa impecable que su madre.

- ¡Marcos! ¡Marcos es suficiente!

Me giro con una sonrisa hacia ella mientras dejo lentamente al niño en el suelo y me pongo en cuclillas hasta estar a la altura de ella, que sigue con una montaña de arena en sus piernas que Olivia no deja de engrandecer.

- Podría hacerte lo mismo a ti, cielo. Créeme, te lo pasarías en grande- digo guiñándole un ojo mientras me siento a su lado.

- No lo dudo - responde guiñando esta vez ella.

Observo como Olivia se sienta con su hermano unos pasos más hacia delante que nosotros, y Mía aprovecha para quitarse desenterrar las piernas de la arena. Nuestra hija estaba empezando a usar las dos partes del bikini porque quería ser como su madre, y mi hijo que ya empezaba a entender prácticamente todo, se ponía a mi lado todas las mañanas subido a un pequeño taburete, para que lo peinase como yo frente al espejo.

- Deberíamos tener un tercero, estos están empezando a hacerse mayores - digo mientras le echo el brazo por encima y la acerco a mi.

- Y sin embargo tú sigues tan guapo como siempre - responde mientras apoya su cabeza en mi hombro.

Tiene que estar de broma. Ella va a ser la madre que ponga en ridiculizado a nuestro hijo,
porque sus amigos bromeen sobre lo buena que está.

- Mentira, me están empezando a salir arrugas aquí, mira.

- Esos son patas de gallo, idiota - dice con una sonrisa tonta antes de cogerme del cuello de la camisa de lino y pegarme hasta ella para darme un beso.

- No dejan de ser marcas de viejo, cielo. Acéptalo, tu marido ahora deja de ser un joven guapo, al estilo Mario Casas. Ahora soy algo más... como Bratt Pitt, ¿no?

La escucho romper en carcajadas haciendo que los niños se giren para mirarnos confundidos. Ah, música para mis oídos.

- A veces eres muy tonto - me dice con una sonrisa mientras la siento en mis piernas de lado y aprovecho para darle un beso de verdad. Los niños no tardan en venir corriendo y tirarse encima de ella para formar un "sándwich".
Olivia se ríe cuando Evan comienza a llorar asustado al verme debajo de tantos cuerpos, lo que nos hace reírnos a Mía y a mí también. Así que lo ünico que se me ocurre es quitarme la ropa, cogerle en brazos y meterme en el agua con él.

- ¡No creas que no he visto como me mirabas me quitaba esa camisa! - digo sonriente mientras me adentro en el mar con Evan en brazos. Mía se ríe mirándonos desde su sitio, y lo único que logro ver es como se encoge inocentemente de hombros antes de levantarse para ir a la toalla y echarle más crema solar a Olivia.

Nadamos y jugamos toda la tarde. No hablamos nada de trabajo, ni de la empresa, ni de amigos o familia, sólo nosotros cuatros y los miles de temas que tenían por sacar nuestros hijos. Bueno, mayormente Olivia, porque a su hermano en ocasiones todavía costaba entenderlo.
Fuimos seguramente los últimos en irnos de allí, por lo que tuve que pagar un dinero extra al hotel cuando volvimos, para que repitiesen el show para niños que Mía tanto me había insistido en ver. Ni siquiera nos duchamos, dejamos las cosas en la habitación y fuimos tostados por el sol y con los pelos llenos de sal hasta el restaurante.

- Si no nos damos prisa, se va a dormir por el camino - le digo a mi mujer cuando ya estamos en recepción.

- Espérate, sólo estoy poniendo a tu hija guapa, Marcos.

- Ella ya es guapa - digo cogiendo a Olivia como un saco de patatas también para entrar ya. No pensaba pagar otra cifra tan ridículamente alarmante para que todos los niños disfrutaran menos los míos.

Nos sentaron en la mejor mesa. Estábamos al aire libre, Evan comía en su silla para bebés y a Mía se le movía el pelo con la brisa del mar, haciendo que pareciese de otro planeta. Era la mujer más guapa del puto mundo joder, y estaba a mi lado.

- ¡Y ahora! ¡Para celebrar la navidad niños y niñas..... Santa Claus!

- ¡Ahhh! ¡Mamá! - gritó Olivia girándose dramáticamente hacia nosotros haciéndonos reír.

- Corre ve, cariño.

Mi hija no se lo pensó dos veces y salió corriendo con la media cola/coco que yo no lo había permitido terminar a su madre, moviéndose de un lado a otro. Evan por su parte miraba todo expectante ahora en brazos de su madre. Y yo aproveché para acercarme a ellos.

- ¿Qué nos espera el día de mañana cariño? - le digo mirándola fijamente. Hay un brillo especial en sus ojos.

- Que lo decida santa - dice antes de darme otro beso.

- Que lo decida santa.











Nota de la autora.
¿Qué os ha parecido chicos/as? ¿Echabais de menos a estos dos? ¿Tenéis ganas de leer más extras como estos?

Muy pronto habrá actualizaciones de absolutamente todo! Así que estad atentos y escribidme porque os leo! Os leo siempre!! Un besazo y felices fiestas!!

TUYA (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora